Mayo de 1988, Nueva York.
El sonido ambiental de la oficina fue descendiendo a medida que la manecilla del reloj se acercaba para dar las cinco y media de la tarde. La jornada laboral llegaba a su fin.
Corrigió un signo de puntuación que había incorrecto en la última frase del documento y tapó el rotulador rojo, satisfecha por un trabajo bien hecho.
No le entusiasmaba la idea de trabajar en una revista de cine, y mucho menos como correctora, pero tenía la esperanza de que, con el tiempo, podría llegar a escribir sus artículos y, quién sabe, en un futuro lejano, terminar escribiendo para uno de los grandes periódicos de la ciudad.
Se levantó para dejar el documento perfectamente corregido en la bandeja con el nombre de su jefe, situada en la mesa de la secretaria de dirección que, casualmente, se había apresurado a salir de la oficina unos minutos antes.
Al girar sobre sí misma para volver a su mesa, dispuesta a recoger sus cosas y marcharse, unos golpes en la cristalera que delimitaba la oficina con el corredor del edificio le llamaron la atención.
Justo por debajo de la pegatina con el nombre de la revista, vislumbró dos caras muy familiares. Samantha y June estaban pletóricas y hacían aspavientos mostrándole a Kate las tres maletas de las que eran portadoras.
Kate recogió su bolso del respaldo de la silla, intentando contener la risa de excitación, y se despidió de los pocos empleados que aún quedaban allí.
Le esperaban cinco maravillosos días en Venecia.
June fue la primera en abordar a Kate en cuanto salió.
−Llevamos diez minutos haciendo muecas y ruiditos para ver si nos veías. Estás muy concentrada mientras trabajas.
Samantha se le acercó y le dio una vieja maleta de piel marrón.
La noche anterior, Kate casi no había dormido, preparándose el equipaje.
−Se ha girado todo el personal de la oficina menos tú.
Kate pulsó el botón del ascensor y sonrió, mirando de reojo su lugar de trabajo.
−¡Sois como niñas! −Meneó la cabeza−. Menos mal que no vuelvo hasta pasados unos días. ¡Qué vergüenza!
Sonrió.
El ascensor se abrió y las tres entraron tranquilamente. Las puertas se cerraron con un suave movimiento. Se miraron entre ellas con un brillo divertido en los ojos.
Por suerte, estaban solas.
−¡Nos vamos a Venecia!
Los gritos de júbilo se iban oyendo en cada una de las plantas del edifico mientras descendían.
El aeropuerto JFK estaba atestado de gente, a pesar de ser un miércoles corriente. La mayoría de sus transeúntes eran hombres de negocios, que se paseaban por las instalaciones con caros trajes y lujosos maletines de piel como único equipaje.
Sin lugar a dudas, las tres excitadas amigas llamaban la atención entre aquella elegante multitud.
June lucía su preciosa cabellera azabache, tan perfectamente lisa como de costumbre, y empujaba el carrito con las maletas con la elegancia que le caracterizaba, mientras sus vivos ojos marrones no perdían detalle alguno de la terminal.
Samantha no podía disimular sus nervios. Pasaba su mano frenéticamente por su media melena castaña cada pocos minutos, apartándola de sus brillantes ojos esmeralda, mientras revisaba la documentación de las tres para el viaje. Sin duda, se le había confiado la tarea por ser la más responsable y organizada del grupo.
ESTÁS LEYENDO
ALMA INMORTAL - La Saga del Escarabajo I
VampireKate, una chica corriente de Nueva York, tras una aventura en Venecia con sus amigas y un suceso inesperado, tendrá que abandonar su vida, tal y como la conocía hasta aquel instante, y enfrentarse al secreto mejor guardado de la historia. Así, se in...