La lluvia repiqueteaba sobre el techo del coche, mientras los ojos de Kate seguían las gotas que resbalaban por los cristales.
Aquellas habían sido, sin duda, unas de las mejores navidades que había vivido.
De algún modo, el hecho de haber finalizado el año y empezado uno nuevo junto a Galatea y sus amigos, marcaba el punto de no retorno en su vida, entregándose por completo a su nuevo destino. Con el tiempo, se convertiría en una madre tan paciente y dulce como Iris y criaría a su pequeño en una sociedad de inmortales, llena de historias y particularidades fascinantes.
Ya no había vuelta atrás, pero no le importaba.
Galatea también había disfrutado de aquellas navidades. Se la veía radiante y feliz de haber compartido unos días con sus amigos.
También Kate era, en parte, culpable de esa alegría porque, aunque ellas no lo habían comentado abiertamente, sabían que algún tipo de chispa había saltado la noche de fin de año, creando entre ellas un vínculo aún más fuerte del que ya tenían.
No había sido un lazo de amor pasional, como el de Jean e Iris, lo que las había unido de por vida en aquella noche especial. Lo que ellas compartían ahora era un amor puro, platónico y sin fronteras ni limitaciones.
Eran, y se sentían, como un solo ser.
Kate se había despedido de Jean, Iris y Emma, con la absoluta certeza de que había hecho amigos para el resto de su vida, que prometía ser mucho tiempo.
Sin poder evitarlo, en la mente de Kate empezaron a flotar las palabras de Iris respecto al triste pasado de Galatea, pero se había prometido a sí misma que no preguntaría nada sobre lo sucedido, ya que lo último que quería era recordárselo y obligarla a revivir su dolor.
Fuera lo que fuera no le importaba, si ella ahora era feliz.
−¿Qué pensamientos te tienen tan absorta?
Kate le dedicó una brillante sonrisa mientras, como de costumbre, pasaba su mano delicadamente sobre su redonda barriga.
−¿Crees que en la ecografía de mañana sabremos el sexo del bebé?
Galatea posó sus ojos sobre el vientre de Kate, que parecía haber aumentado durante las vacaciones.
−Esta vez, y sabiendo que él, o ella, es consciente de lo que decimos, más le vale que esté bien visible.
−Ya has oído a tu tía, pequeño.
Kate notó un suave movimiento y empezó a reír con la alegría reflejada en cada carcajada, mientras Galatea la miraba divertida.
La oscuridad empezaba a adueñarse del cielo encapotado por las grises nubes. Tanto el clima como el ronroneo del coche, contribuyeron a que, poco a poco, los ojos de Kate se fueran cerrando, sumiéndola en un sueño lleno de los dulces recuerdos de los días pasados en Verona.
El frío gel sobre su vientre la hizo estremecerse. Pero apenas hizo caso a la sensación, ya que las ganas de ver de nuevo a su bebé en el monitor del ecógrafo, y averiguar por fin el sexo de éste, la tenían demasiado ocupada como para sentir nada más que no fuera la expectación del momento.
La mano del Dr. Ferro se movía ágil y con precisión, trazando círculos con la sonda sobre el vientre de Kate.
Galatea le sostenía la mano a su amiga mientras, con los ojos fijos sobre su barriga, musitaba palabras en un tono prácticamente inaudible.
Kate la oyó perfectamente y recitó las mismas palabras dirigidas a su bebé.
−Pórtate bien, pequeño −El bebé se estiró formando un pequeño bulto cerca de la sonda del ecógrafo y el Dr. Ferro no pudo evitar que se reflejara la sorpresa en su rostro.
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ALMA INMORTAL - La Saga del Escarabajo I
VampiriKate, una chica corriente de Nueva York, tras una aventura en Venecia con sus amigas y un suceso inesperado, tendrá que abandonar su vida, tal y como la conocía hasta aquel instante, y enfrentarse al secreto mejor guardado de la historia. Así, se in...