39 - Apatía

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Un persistente ruido le sacó de su profundo sueño. Sus ojos llenos de lágrimas secas le escocían tras una larga noche llorando.

Alargó la mano y apretó el botón de su despertador digital, pero el molesto ruido no cesaba.

Tan sólo le bastaron unos segundos para reconocer el sonido.

Alguien llamaba a su puerta.

−¿Qué pasa?

−Jay, soy Emma, ¿puedo pasar?

Jayden se incorporó en la cama con movimientos lentos.

−Pasa.

Ella entró en el sombrío cuarto y entrecerró sus ojos hasta que estos se acostumbraron a la falta de luz.

−Buenos días, hace una mañana de sábado preciosa.

Jayden se frotó sus maltrechos ojos.

−¿Qué quieres, Emma?

−Kate y Galatea están preocupadas por ti, me han dicho que te han oído llorar esta noche y que no las has dejado entrar −Él se limitó a encogerse de hombros−. ¿Te has peleado con alguien?

−No quiero hablar del tema.

Emma se dirigió a la ventana y se dispuso a correr las cortinas para que la claridad del sol invadiera la estancia.

−Vete.

Ella se giró lentamente, asombrada por la brusquedad de las palabras de Jayden.

−Ánimo, sea lo que sea lo que te ha hecho ponerte tan triste se solucionará. Cuéntamelo y seguro que le encontramos una solución.

La escasa luz de la habitación se reflejaba en los vacíos ojos de él.

−No hay nada que contar. Márchate.

Emma dio un paso atrás. Aquella persona se parecía a Jayden, pero no era él.

−Está bien, me marcho, pero si cambias de idea pasaré aquí el día por si quieres hablar.

Él apenas le hizo caso y se volvió a meter en la cama, cubriéndose con la manta hasta la cabeza.




Aquella mañana, Jayden apareció en la cocina perfectamente vestido para ir al instituto, como era habitual, pero su característico entusiasmo ya no le acompañaba.

Durante todo el fin de semana, no había querido hablar con nadie y se limitó a salir de su cuarto para picar alguna cosa de comer. Cualquier intento de animarle o intentar averiguar qué era lo que le había hecho entristecer había sido en vano.

−Buenos días, cariño.

−Buenos días.

Kate observó cómo su hijo se preparaba el desayuno y lo engullía rápidamente.

Sus ojos ya no presentaban rastros de lágrimas.

Galatea percibió el dolor de Kate en su propio ser, mientras observaba a Jayden comportarse con una frialdad impropia de él.




El pupitre vacío junto al suyo en la clase de matemáticas no hizo más que reafirmar su nueva actitud, fría y distante con todo aquél que se interesaba por él.

Cuando las clases se terminaron y Jayden se encontró en la familiar Aula de Música, algo parecido a su carácter entrañable, surgió de entre las sombras donde Andy lo había sepultado.

ALMA INMORTAL - La Saga del Escarabajo IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora