Capítulo 4. Beso especial

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Me dolió el pecho de nuevo; medi cuenta que no estaba contento por la expresión de su rostro.

Se había puesto de mal
humor otra vez.

Me acerqué a mi mejor amigo, y los ojos de Christian estaban fijos en los míos.

—Anamin —dijo, su voz más profunda, dura y firme—. ¡Anamin! Significa mi Ana. Hasta el infinito, por siempre y para siempre. ¡Eres MI Ana!

Abrí la boca para gritarle también, para decirle que se trataba de una aventura que sólo tenía que empezar.

Pero ni bien la abrí, Christian se inclinó hacia adelante y de repente
apretó sus labios sobre los míos.

Me quedé helada.

No podía mover un músculo cuando sentí sus labios sobre los míos.

Eran cálidos.

Sabía a canela.

El viento sopló su pelo largo sobre mis mejillas.

Empezó a hacerme cosquillas en la nariz.

Christian se retiró, pero su cara quedó cerca de la mía.

Traté de respirar, pero mi pecho
se sentía algo raro, como liviano y esponjoso.

Y mi corazón latía tan rápido.

Tan rápido que presioné mi mano sobre mi pecho para sentirlo correr ahí debajo.

—Christian —susurré.

Levanté la mano para presionar mis dedos contra mis labios.

Christian parpadeó, luego parpadeó otra vez mientras me miraba.

Saqué la mano y presioné los
dedos contra sus labios

—. Me besaste —susurré, aturdida.

Christian levantó su mano para
sostener la mía.

Bajó las manos unidas a su lado.

—Yo te daré mil besos, Anamin. Todos ellos. Nadie va a besarte jamás sino yo.

Mis ojos se abrieron, pero mi corazón no se detuvo.

—Eso sería para siempre, Christian. ¡Que nunca nadie más me bese significa que estaremos juntos por siempre y para siempre!

Christian asintió, luego sonrió.

Christian no sonreía mucho.

Normalmente daba una media
sonrisa o una mueca.

Pero debería sonreír más.

Era realmente guapo cuando lo hacía.

—Lo sé. Porque estaremos siempre juntos. Hasta el infinito, ¿recuerdas?

Asentí lentamente, y luego la incliné hacia un lado.

—¿Tú me darás todos mis besos? ¿Los suficientes como para llenar todo este frasco? ―pregunté.

Christian me dio otra pequeña sonrisa.

—Todos ellos. Llenaremos todo el frasco, y muchos más. Reuniremos muchísimos más que mil.

Di un grito ahogado.

De repente recordé el frasco.

Saqué la mano para poder agarrar
el bolígrafo y abrí la tapa del frasco.

Agarré un corazón en blanco y me senté a escribir.

Christian se arrodilló delante de mí y puso su mano sobre la mía, evitando que escribiera.

Miré hacia arriba, confundida.

Tragó saliva, se metió el pelo largo detrás de la oreja, y me preguntó:

—¿Acaso... cuando te… besé... tu… tu corazón casi estalló? ¿Fue extra especial? Dijiste que sólo los besos extra-especiales iban dentro del frasco. —Sus mejillas se tornaron
de color rojo brillante y bajó la mirada.

Sin pensar, me incliné hacia delante y envolví mis brazos alrededor del cuello de mi mejor amigo.

Presioné mi mejilla contra su pecho y escuché su corazón.

Latía tan rápido como el mío.

—Sí, Christian. Fue lo más especial que un beso puede ser.

Sentí a Christian sonreír contra mi cabeza, luego me alejé.

Crucé las piernas y puse el corazón de papel en la tapa del frasco.

Christian se sentó con las piernas cruzadas también.

—¿Qué vas a escribir? —preguntó.

Me di golpecitos con el bolígrafo en los labios mientras pensaba detenidamente.

Me senté con la espalda recta y me incliné hacia delante, presionando el bolígrafo sobre el papel:

Me senté con la espalda recta y me incliné hacia delante, presionando el bolígrafo sobre el papel:

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Cuando terminé de escribir, puse el corazón en el frasco y cerré la tapa bien fuerte.

Miré a Christian, que me había estado observando todo el tiempo, y anuncié con orgullo:

—Ahí está. ¡Mi primer beso de un chico!

Christian asintió, pero sus ojos cayeron a mis labios.

—¿Anamin?

—¿Sí? —susurré.

Christian alcanzó mi mano.

Comenzó a trazar patrones en el dorso con la punta de su dedo.

—¿Puedo... puedo besarte otra vez?

Tragué saliva, sintiendo mariposas en el estómago.

—¿Quieres besarme otra vez... ya?

Christian asintió.

—He querido besarte desde hace un tiempo. Y bueno, eres mía y me ha gustado. Me gustó besarte. Sabes a azúcar.

—Comí una galleta en el almuerzo. Mantequilla de nuez. La favorita de abuelita —expliqué.

Christian respiró hondo y se inclinó hacia mí.

Su pelo voló hacia adelante.

—Quiero hacerlo otra vez.

—Está bien.

Y Christian me besó.

Me besó y me besó, y me besó.

Para el final del día tenía cuatro besos de chicos más en mi frascoCuando llegué a casa, mami me dijo que mi abuelita se había ido al cielo.

Corrí a mi habitación lo más rápido que pude.

Me apresuré a dormirme.

Como me prometió, abuelita estaba allí en mis sueños.

Así que le dije todo acerca de los cinco besos de mi Christian.

Mi abuelita sonrió ampliamente y me dio un beso en la mejilla.

Sabía que esta sería la mejor aventura de mi vida...

Un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora