capitulo 22.

361 57 3
                                    

Di un paso más cerca de Christian.

Observaba cada movimiento con una profunda intensidad.

Cuando alcancé su pecho, miré hacia arriba, permitiendo que su mano
mantuviera su agarre sobre la mía.

Encontré sus ojos, reconociendo la confusión en su rostro, y levantándome sobre las puntas de mis pies.

Traje mi mano libre hasta su boca y pasé las yemas de mis dedos sobre su grueso
labio inferior.

Sonreí con tristeza, recordando cómo se sentían presionados contra los míos.

Tracé el arco definido, dejando que las lágrimas cayeran mientras decía:

—Me mató cuando te alejé, Christian. Me mataba saber lo que estabas haciendo al otro lado del Atlántico. —Inhalé temblorosa—. Pero nada me ha herido más alguna vez como verte besar a esa chica.

Christian palideció, sus mejillas se volvieron cenizas.

Sacudí mi cabeza.

—No tengo derecho a estar celosa. Todo esto es mi culpa. Todo, lo sé. Sin embargo,
estoy tan celosa, tan herida, que siento como si pudiera morir a causa de este dolor. —Bajé mi mano de su boca.

Mirándolo, rogándole con mis ojos, añadí

—: Así que, por favor... por
favor, déjame ir. No puedo estar aquí, no en este momento.

Christian no se movió.

Pude ver la sorpresa en su rostro.

Usando eso para mi ventaja, saqué mi mano de la suya e inmediatamente abrí la puerta.

Sin mirar hacia atrás o tomarme tiempo para hacer una pausa, la atravesé, empujando a Elena quien estaba esperando, con
rabia, en el pasillo.

Y corrí.

Corrí pasando junto a Ruby y a Jorie, más allá de Deacon y Judson, quienes se habían reunido en el pasillo para ver el drama que se desarrollaba.

Corrí a través de los
muchos estudiantes borrachos de pie.

Corrí hasta que salí al aire fresco de la noche.

Y entonces corrí de nuevo.

Simplemente corrí tan rápido como pude, lo más lejos de Christian que pude manejar.

—¡Christian! —Escuché una voz aguda en la distancia, seguida por una voz masculina, que añadió—: ¿A dónde vas, hombre?¡Christian! —Pero no dejé que eso me detuviera.

Girando bruscamente a la derecha, vi la entrada del parque.

Estaba oscuro, y el parque no estaba bien iluminado, pero era el acceso directo a casa.

En ese momento daría cualquier cosa por estar en casa.

La puerta estaba abierta.

Dejé que mis pies marcaran el camino a través del oscuro camino arbolado, guiándome más profundamente en el centro del parque.

Mi respiración era dificultosa.

Me dolían los pies mientras las plantas golpeaban el
duro asfalto a través de mis bailarinas.

Me giré hacia la izquierda, en dirección a la arboleda,
cuando escuché pasos detrás de mí.

De repente, asustada, volví mi cabeza.

Christian estaba corriendo detrás de mí.

Mi corazón se aceleró más rápido, pero esta vez no tenía nada que ver con el esfuerzo, y mucho que ver con esa mirada de determinación en el rostro de Christian.

Rápidamente, Christian
estaba alcanzándome.

Corrí por unos metros más, entonces me di cuenta que era inútil.

Mientas entraba en
la arboleda, un lugar que conocía tan bien, un lugar que él conocía tan bien, reduje el paso, finalmente deteniéndome por completo.

Un momento más tarde, escuché a Christian entrar en la arboleda de árboles vacíos.

Escuché su dura respiración golpeando el aire fresco.

Un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora