Capítulo 16.

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Ruby me miró con curiosidad.

—No sabía —le dije.

Ruby me sonrió con tristeza.

Deacon caminó detrás de su novia y puso un brazo sobre sus hombros.

Él movió su barbilla hacia mí en saludo.

—Hola, Ans.

—Hola —respondí.

Deacon se volvió hacia Elena.

—Ele, Christian no ha hablado con Any en años, te lo dije. Ella ya ni siquiera lo
conoce. Por supuesto que no sabía qué estaba regresando, ¿por qué en el mundo le diría?

Escuché a Deacon y supe que no estaba siendo cruel conmigo.

Pero eso no quería decir que sus palabras no hirieran tan profundo como una estaca en el corazón.

Y ahora lo sabía, sabía que Christian nunca hablaba de mí.

Era obvio que él y Deacon habían permanecido en contacto.

Era obvio para mí que ahora no era nada para él.

Que nunca me mencionaba.

Elena se encogió de hombros.

—Solo me preguntaba, es todo. Ella y Christian eran inseparables hasta que se fue.

Tomando eso como mi pista para irme, moví la mano.

—Tengo que irme. —Rápidamente me di la vuelta y fui a casa.

Decidí atravesar el parque que me llevaría a Blossom Grove.

Mientras caminaba por el bosque vacío, los árboles de cerezo desprovistos de sus hermosas hojas, una tristeza me llenó.

Esas ramas estaban tan vacías como yo me sentía.

Ansiando la cosa que las
completaban, pero sabiendo que sin importar cuánto lo desearan, ellas no la tendrían de vuelta hasta primavera.

El mundo simplemente no funcionaba de esa forma.

Cuando llegué a casa, mi mamá estaba en la cocina.

Mia y Kate estaban sentadas en la mesa haciendo sus tareas.

—Oye, cariño —dijo mi mamá.

Me acerqué a ella y le di un abrazo, agarrándola por
la cintura solo un poco más apretado de lo usual.

Mi mamá levantó mi cabeza, una mirada preocupada en sus cansados ojos.

—¿Qué está mal?

—Solo estoy cansada, mamá. Voy a ir a acostarme.

Mi mamá no me dejó ir.

—¿Estás segura? —preguntó, poniendo su palma en mi frente, revisando mi
temperatura.

—Sí —le prometí, moviendo su mano y besándola en la mejilla.

Caminé a mi habitación.

Miré fijamente por la ventana a la casa de los Grey.

Estaba igual.

Nada diferente del día en que se habían ido para volver a Oslo.

No la habían vendido.

El señor Grey le había dicho a mi mamá que sabían que
estarían de vuelta en algún momento, así que la mantuvieron.

Amaban el vecindario y
amaban la casa.

Una empleada doméstica la había limpiado y arreglado cada pocas semanas durante dos años para asegurarse de que estuviera lista para su regreso.

Hoy, todas las cortinas estaban levantadas y las ventanas abiertas para que entrara aire fresco.

La empleada claramente se estaba preparando para la inminente llegada.

El regreso a casa que estaba temiendo.

Cerrando las cortinas que mi papá puso para mí cuando volví a casa hace algunas
semanas, me acosté en mi cama y cerré los ojos.

Odiaba sentirme fatigada todo el tiempo.

Por naturaleza, era una persona activa, que veía el sueño como una pérdida de tiempo cuando podía ser pasado afuera en el mundo, explorando y creando recuerdos.

Pero ahora no tenía opción.

Un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora