capítulo 37.

337 42 0
                                    

La espalda de Christian se levantó con una inhalación profunda.

—Te traje aquí esta noche para recordarte cuando fuimos felices. Cuando éramos inseparables, mejores amigos y mucho más. Pero…

Interrumpió sus palabras.

Empujé suavemente hacia atrás su cabeza para mirarlo a la cara.

—¿Qué? —pregunté—. Por favor dime. Te prometo que estoy bien.

Buscó en mis ojos, y luego se quedó mirando al agua tranquila.

Cuando su mirada se
volvió hacia mí, preguntó:

—Pero, ¿y si esta es la última vez que logramos hacer esto?

Empujándome entre él y la barandilla, tomé el cigarrillo de su mano y lo arrojé en el
arroyo.

Poniéndome de puntillas, tomé sus mejillas en mis manos.

—Entonces tendremos esta noche —afirmé.

La cara de Christian hizo una mueca ante mis palabras—. Tendremos este recuerdo. Tendremos este valioso momento. —Incliné mi
cabeza hacia un lado y una sonrisa nostálgica tiró de mis labios—. Solía conocer a un chico, un chico que amaba con todo mi corazón, que vivía por solo el momento. Me dijo que un solo momento podría cambiar el mundo. Podría cambiar la vida de alguien. Que un
momento podría hacer la vida de alguien, en ese breve instante, infinitamente mejor o infinitamente peor.

Cerró los ojos, pero seguí hablando.

—Esto, esta noche, estando en este arroyo contigo otra vez —dije, sintiendo una
sensación de paz llenar mi alma—, recordando a mi abuela y el porqué la amaba tanto… ha hecho mi vida infinitamente mejor. Este momento, que tú me has dado, lo recordaré
siempre. Lo llevaré conmigo a… donde sea que vaya.

Los ojos de Christian se abrieron.

Lo atraje aún más.

—Tú me diste esta noche. Has regresado. No podemos cambiar los hechos, no
podemos cambiar nuestro destino, pero todavía podemos vivir. Podemos vivir con tanta fuerza y tan rápido como sea posible mientras tenemos estos días ante nosotros. Podemos
ser nosotros de nuevo, Any y Christian.

No pensé que diría nada en respuesta, por lo que me sorprendió y me llenó de
esperanza increíble cuando dijo.

—Nuestra aventura final.

La forma perfecta de expresarlo, pensé.

—Nuestra aventura final —susurré en la noche, una alegría sin precedentes llenando mi cuerpo.

Los brazos de Christian se deslizaron alrededor de mi cintura—. Con una
corrección —dije.

Christian frunció el ceño.

Alisando la arruga de su frente, le dije:

—La aventura final de esta vida. Porque sé, con fe inquebrantable, que vamos a estar juntos de nuevo. Incluso cuando esta aventura haya terminado, una mayor nos espera en el otro lado. Y Christian, no habría cielo si no estuvieras de vuelta en mis brazos algún día.

El metro noventa y cinco de Christian Grey se aferró a mí con fuerza.

Y lo sostuve.

Lo sostuve hasta que se calmó.

Cuando se retiró, le pregunté:

—Por lo tanto, Christian Grey, vikingo de Noruega, ¿estás conmigo?

A pesar de sí mismo, Christian rió.

Reí cuando extendí la mano para que la sacudiera.

Christian, mi chico malo escandinavo con una cara hecha por los ángeles, deslizó su mano en la
mía y sellamos nuestra promesa.

Dos veces.

Como mi abuela me enseñó.

—Estoy contigo —dijo.

Sentí su voto hasta el final de mis dedos de los pies.

—¿Señora, señor? —Miré por encima del hombro de Christian para ver al mesero sosteniendo nuestra cuenta

Un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora