Capítulo 29. 101

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—Christian—dijo después de varios segundos de silencio tenso. Incliné la barbilla,
esperando en silencio a que continuara—. Todavía puedo ver tu luz. Debajo de la ira,
todavía estás ahí.

Sus palabras me hicieron dar un paso atrás por la sorpresa.

Miré hacia el cielo.

Estaba empezando a iluminarse.

Caminé hacia adelante.

—¿Vienes?

Any suspiró y corrió a alcanzarme.

Puse mis manos en los bolsillos mientras
caminábamos, en silencio, a la arboleda.

Any estaba mirando a su alrededor en el camino.

Intenté seguir lo que estaba viendo, pero sólo parecían ser pájaros, árboles o hierba meciéndose en el viento.

Fruncí el ceño, preguntándome qué la tenía tan encantada.

Pero esta era Any, siempre había bailado a su propio ritmo.

Siempre había visto más cosas en el mundo que cualquier otra persona que yo conociera.

Vio la luz atravesando la oscuridad.

Vio el bien a través del mal.

Era la única explicación que tenía por qué ella no me había dicho que la dejara sola.

Sabía que ella me vio tan diferente, cambiado.

Incluso si no me lo había dicho, lo habría visto en la forma en que me miraba.

Su mirada era cautelosa a veces.

Nunca me habría visto de esa manera antes.

Cuando entramos en el bosque, sabía dónde nos sentaríamos.

Caminamos hasta el
árbol más grande, nuestro árbol y Any abrió su mochila.

Sacó una manta para sentarse.

Cuando la había colocado, hizo un gesto para que me sentara.

Lo hice, apoyando la
espalda contra el tronco del amplio árbol.

Any se sentó en el centro de la manta y se echó hacia atrás sobre sus manos.

El viento parecía haber disminuido.

Desatando el moño de las cadenas de la capucha,

se dejó caer la capucha hacia atrás, mostrando su cara.

La atención de Any se volvió hacia el horizonte iluminado, el cielo ahora gris, con tonos de rojo y naranja atravesándolo.

Metiendo la mano en el bolsillo, saqué mis cigarrillos y llevé uno a mi boca.

Retorcí el encendedor, encendí el cigarro y le di una calada, sintiendo el instante en que golpeó mis pulmones.

El humo hizo una masa nebulosa a mi alrededor mientras exhalaba lentamente.

Atrapé a Any observándome de cerca.

Descansando un brazo en mi rodilla levantada, me
quedé mirando fijamente justo de vuelta a ella.

—Fumas.

—Ja.

—¿No quieres dejarlo? —preguntó.

Podía oír en su voz que se trataba de una
solicitud.

Y pude ver el destello de una sonrisa en sus labios que sabía que estaba sobre ella.

Un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora