capitulo 11.

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—Abuelita también decía que las mejores cosas de la vida mueren rápidamente,
como la flor de cerezo. Porque algo tan hermoso no puede durar para siempre, no debería durar para siempre. Se conserva por un breve momento en el tiempo para recordarnos lo preciosa que es la vida, antes de desaparecer tan rápido como llegó. Dijo que te enseña más en su corta vida que cualquier cosa que está siempre a tu lado.

Mi garganta comenzó a cerrarse ante el dolor en su voz.

Ella alzó la vista hacia mí.

—Porque nada tan perfecto puede durar una eternidad, ¿verdad? Como las estrellas
fugaces. Vemos las estrellas habituales por encima de nosotros cada noche. La mayoría de las personas las dan por hecho, incluso se olvidan de que están ahí. Pero si una persona ve
una estrella fugaz, recuerda ese momento para siempre, incluso piden un deseo en su presencia.

Ella tomó una respiración profunda.

—Se dispara tan rápido que las personas saborean el corto tiempo que tienen con ella. Esa estrella fugaz es demasiado hermosa para durar y volver cada noche.

Sentí una lágrima caer sobre nuestras manos unidas.

Estaba confundido, sin saber por qué estaba hablando de cosas tristes.

—Porque algo tan completamente perfecto y especial está destinado a desaparecer. Eventualmente, tiene que desaparecer en el viento. —Levantó la flor de cerezo que todavía estaba en su mano—. Igual que esta flor. —La arrojó en el aire justo cuando una ráfaga de
viento llegaba.

La fuerte ráfaga se llevó los pétalos hacia el cielo y lejos por encima de los árboles.

Desapareció de nuestra vista.

—Any… —Iba a hablar, cuando me interrumpió.

—Tal vez somos como la flor del cerezo, Christian. Como las estrellas fugaces. Tal vez nos quisimos tanto, demasiado jóvenes, y ardimos tan brillantemente que teníamos que desaparecer. No había otra opción. Era nuestro destino. —Señaló detrás de nosotros a la arboleda de cerezos—. Belleza extrema, muerte rápida. Hemos tenido este amor el tiempo suficiente para aprender una lección. Para mostrarnos cuán capaces de amar realmente
somos.

Mi corazón cayó a mi estómago y giré a Any hacia mí.

La expresión devastada en
su hermoso rostro me cortó allí mismo.

—Escúchame —dije, sintiendo pánico.

Colocando mis manos a cada lado de la cabeza de Any, prometí—: Voy a volver por ti. Esta mudanza a Oslo, no será para siempre. Vamos a hablar todos los días, nos escribiremos. Aún seremos Any y Chris. Nada puede romper eso, Anymin. Siempre vas a ser mía, siempre poseerás la mitad de mi alma. Este no es el final.

Any sorbió y parpadeó las lágrimas.

Mi pulso se aceleró de miedo ante la idea de que ella se rindiera con nosotros.

Porque eso nunca se me había pasado por la cabeza.

No estábamos terminando nada.

Di un paso aún más cerca.

—No hemos terminado —dije con fuerza—. Hasta el infinito, Anymin. Por siempre y para siempre. Nunca termina. No puedes pensar así. No con nosotros.

Any se levantó de puntillas y copió mi postura, colocando sus manos en mi cabeza.

—¿Me lo prometes, Christian? Porque todavía tengo cientos de besos de chico que necesito que me des. —Su voz era tímida y asustadiza… estaba atormentada por el miedo.

Me reí, sintiendo el temor filtrarse de mis huesos, el alivio tomando su lugar.

—Siempre. Y te voy a dar más de mil. Te voy a dar dos, o tres o incluso cuatro.

La sonrisa alegre de Any me calmó.

La besé en forma lenta y suave, sosteniéndola
tan cerca como me fuera posible.

Cuando nos separamos, Any abrió los ojos y anunció:

—Beso número trescientos cincuenta y cuatro. Con mi Christian, en la arboleda de
cerezos… y mi corazón casi estalló.

Entonces Any prometió.

—Mis besos son todos tuyos, Christian. Nadie más tendrá nunca estos labios, sólo tú.

Rocé mis labios contra los suyos una vez más e hice eco de sus palabras.

—Mis besos son todos tuyos. Nadie va a tener estos labios, sólo tú.

Tomé su mano y nos dirigimos de regreso a nuestras casas.

Un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora