28. Boom.

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Narra Alba.

Me despierto temprano, serán las 7 de la mañana. Decido hacer algo productivo con mi vida, así que salgo a dar un paseo por las calles. Es justo esa hora en Los Ángeles dónde encuentras dos tipos de personas. Los trabajadores que madrugan para llegar al trabajo a tiempo, y los borrachos que vuelven a su casa de la discoteca.
Camino por la calle principal, y veo cómo los pescadores llevan el pescado fresco a las pescaderías, o cómo el olor a pan recién hecho inunda la acera. Amo estos momentos de tranquilidad, en los que estáis el mundo y tú solos, sólo en estos momentos eres capaz de ser tu misma. Voy mirando el cielo y contemplando las nubes y su movimiento, haciendo divertidas formas que pueden ser todo lo que tú imagines.
Paso por un cruce de peatones normal y corriente, con el semáforo para personas en verde, y el de los coches en rojo. Pero como he dicho antes, hay dos tipos de personas, y un defecto de estar ebrio es que tu sentido de la realidad se altera. Por eso, un coche choca conmigo justo en el momento que estoy cruzando. Y veo todo negro. No puedo ni oír, ni ver, ni sentir. No siento nada.

Narra Dylan.

Como estoy en el campo, es mi deber y obligación amanecer a las 5 de la mañana como tarde, para alimentar a los animales y terminar de pintarle el trastero a mi abuela.
-Buenos días cielo. -me dice ella.
-Buenos días abuela. ¿Qué hay para desayunar?
-Tienes huevos revueltos, zumo de naranja recién exprimido y leche con cereales, vida.
-Muchas gracias Abuela. Te quiero.
-¡Oh! Yo también te quiero cielo mío.
-Por cierto, hoy terminaré de pintar el trastero, solo me queda barnizar. -digo mientras le hinco el diente a mis huevos revueltos.
-Vale hijo mío. No sabes lo que te agradezco que me hagas este favor.
-No hay de qué, es lo que hacen los nietos. -digo dándole un beso.

Tras terminar de desayunar, me pongo unos vaqueros viejos, una camisa de cuadros y salgo pitando a trabajar.
Cuando llevo ya dos o tres horas trabajando, me suena el teléfono. Cosa rara, porque les dije a todos que no me llamaran, que estoy en el campo.
Cuando cojo el móvil para recoger la llamada, el corazón se me encoge y siento un dolor en el estómago.

Llamada entrante de: Alba.

-¿Diga? -respondo para parecer un tipo duro.
-¿Dylan O'Brien? -no es la voz de Alba la que responde, sino una masculina.
-El mismo. ¿Quién me llama?
-Somos la Policía de L.A. Estamos con Alba García en el hospital, acababa de sufrir un terrible accidente.
-¿Qué? -digo.

Del shock, se me cae el teléfono al suelo. Corriendo, voy hacia casa de mi abuela.
-Abuela, me acaba de surgir algo muy importante en la ciudad, debo irme.
-De acuerdo hijo, ten cuidado.

Con el coche a máxima velocidad, me dirijo al hospital donde Alba está ingresada. No puede ser... Alba... mi Alba. Tiene que ser un error.

-perdone, ¿Dónde puedo encontrar a la paciente Alba García?
-Habitación 109.

Subo las escaleras lo más rápido que puedo, y al llegar al pasillo donde está la habitación, me encuentro a un montón de gente llorando esperando en sillas, entre ellas, Holland, Tyler y Crystal.
-¿¡QUÉ LE HA PASADO?! -pregunto histérico con lágrimas en los ojos.
-Un borracho que iba a toda velocidad le ha atropellado. -responde con voz débil Holland.
-VOY A MATAR A ESE HIJO DE PUTA AHORA MISMO. -la gente que también está esperando me mira mal, aún con lágrimas en los ojos, se puede apreciar el odio que me acaban de coger algunos. Sobre todo un hombre mayor que está desconsolado. ¿Quién será?
-Dylan, tranquilízate por favor. -pide Tyler.
-NO ME VOY A TRANQUILIZAR SABIENDO QUE EL AMOR DE MI VIDA ESTÁ EN UN HOSPITAL, PORQUE UN HIJO DE PERRA LE HAYA ATROPELLADO ESTANDO EBRIO. -grito sin poder parar de llorar.- ¿DÓNDE ESTÁ ELLA?
-Le están operando de urgencia. -dice Crystal.- Dylan, está muy grave.
Al recibir la respuesta a que temía oír, abandono ese lugar y me voy al baño, allí comienzo a llorar como nunca antes lo había hecho. Estoy apunto de perder a mi alma gemela, y las últimas palabras que tuvimos no fueron nada buenas. Cuando estoy ya más tranquilo, salgo del baño y me siento en una silla que está libre, al lado de todas esas personas que antes me han mirado mal.
-¿Familiares de la señorita García? -nos llama el médico. Todos los presentes en la sala de espera nos levantamos.- Alba... ella está en coma.

Y con esas cuatro palabras, siento como todo mi mundo se viene abajo.

Gajes del oficio. {Dylan O'Brien}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora