Cap. 10

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Jugando a quemarnos.

Sus manos sostenían mi cadera firmemente mientras me movía al ritmo de la música, mi vestido acariciaba mis muslos y mis sentidos estaban tan alertas que sentía el encaje perfectamente sobre mis nalgas.

Y se preguntaran cómo llegamos a rozar nuestros cuerpos con tanta confianza.

Éramos otras personas, no había nadie conocido que nos observara. Lo que estaba por pasar no era correcto, principalmente para mi hermano y mi padre. Pero ellos no estaban mirando así que ¡al carajo! porque ese hombre seria mío. La cabeza me daba vueltas y la mirada me dejaba al descubierto, el Mai Tai estaba haciendo efecto. Estábamos ebrios y con ganas de darle un giro al juego.

Gustavo me tomó de la mano, — Estoy algo cansado — dijo —. Vayamos a mi habitación.

¿Por qué no a la mía? mis ojos estaban fijos en él, como queriendo quemar sus sienes. Mi habitación estaba más lejos de la habitación de mi hermano así que era una mejor idea.

Salimos del lugar donde nos encontrábamos, las luces violeta, verde y azules dejaron de teñir nuestra piel, nos fuimos..., la música ya no se escuchaba, solo eran nuestros pasos en medio de la silenciosa madrugada. En cuanto estuvimos frente a la puerta el cuerpo de Gustavo se abalanzo sobre el mío, de golpe mi espalda quedo estampada a la puerta. Sus brazos fuertes arrastraron mis piernas hacia arriba hasta tenerme cargada, como pude abrí la puerta y él termino por cerrarla. En sus pupilas dilatadas por todo aquel deseo estaba reflejada la amplia cama ¡que nos quedó pequeña para lo que hicimos!

Nos esparcimos sobre las sabanas, torpes..., sin ropa, me acomode sobre él colocando mis piernas a cada lado. ¡Me derretí en su pecho! mi lengua inquieta no pidió permiso para entrar en su boca, no pidió permiso para saborear sus labios, hizo lo que quiso con su cuello. Mi humedad lo excitaba, lo llevaba al límite. En un momento me encontraba arriba y al siguiente abajo, siendo aplastado por su libido. Nos besamos lo suficiente como para sentir que empezábamos a jugar con fuego. Mis piernas cedieron, el calor me inundo, sus brazos estaban tensos y se fortalecían con mi respiración inquieta, en un instante lo sentí, fuerte y energético contra mí.

Movimientos precisos nos llevaron al clímax del momento...

Mmmmm...

Mi pequeño acto de rebeldía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora