Cap. 26

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Consecuencias.

Cumpleaños feliz. Cumpleaños feliz, te deseamos querida Miranda, cumpleaños feliz...

Las tortillas americanas con arándanos siempre habían sido mis favoritas, las podía comer solas, pero a veces me ponía golosa y prefería comerlas con miel, nata, sirope de frutas o chocolate. Incluso con queso cremoso.

Mis padres entraron a mi habitación, el olor de las tortillas recién hechas y sus cantos energéticos me hicieron levantar, me senté en la cama mi padre coloco la bandeja en mis piernas y se sentó a mi lado, Novali corrió las cortinas para dejar entrar un poco de luz y nos acompañó en la cama. Ambos me abrazaron, llenaron de besos, carias y buenos deseos.

Novali saco de debajo de la cama una enorme caja blanca con un extravagante moño rojo atado a ella y sonriendo dejo escapar un eufórico ¡Feliz cumpleaños hija mía!

¿Cómo había metido eso allí?

Mire a mi padre con los ojos nublados por la emoción — ¡¿No creerás que voy a dejarte sin un regalo?! — soltó una carcajada contagiosa —. Cierra los ojos.

Del bolsillo se sacó una pequeña caja de terciopelo rojo, extendió la mano — 18k con 15 diamantes y una esmeralda — coloco la cajita en mis manos y sonrió de nuevo.

— ¡Dios papá eres tan sutil!

— Tú lo sabes cariño — guiño el ojo y acompaño a mi madre.

Los dos se levantaron y al salir me dijeron que me esperarían en el jardín. En cuanto cerraron la puerta tire del listón que sujetaba la tapa de la caja, al abrirla saque un precioso vestido de color ciruela; con un cuello en V que se iba convirtiendo en un discreto descote y terminaba en una delicada falda plisada. Era hermoso. Salí de la cama con intenciones de tomar una ducha rápida, recogí mi cabello, me desnude de inmediato y me metí al baño.

Me fui descalza hasta el jardín, mis pies eran tan blancos que casi se podía ver la sangre correr en ellos, mi hermano y Gustavo estaban sin camisa sentados a la orilla de la piscina con los pies sumergidos en el agua. Mi madre se encontraba en uno de los muebles bajo sombra con sus lentes de sol, el cabello suelto y un vestido de verano color blanco.

Will se levantó con los brazos extendidos y me arropo en un abrazo gratificante — ¡Feliz cumpleaños hermanita!

Después de mi hermano vino el incómodo momento con el otro "sujeto", estaba intentando disimular que me sentía de los más cómoda entre sus brazos, nos separamos el uno del otro — ¡Gracias por hacerme esperar! al menos pudiste avisarme que no bajarías. Te espere hasta las dos de la madrugada ¡¿sabes?! — susurro con cautela.

— ¡Eso es muy tu problema!

— ¿Con que esas tenemos? estas buscando lo que no se te ha perdido.

Los dos sonreímos y nos acercamos hasta donde estaban mis padres y Will. Sostuvimos el último juego de mirada y nos sentamos. La mesa que estaba cerca de nosotros estaba repleta de toda clase de dulces, postrecitos y bebidas, tanto como para una reunión de treinta personas — mamá ¿solos somos cinco personas en ésta reunión? creo que has exagerado un poco.

— ¡Por supuesto que no!

— Mamá, ¿invitaste a alguien, verdad?

Las mejillas de mi madre enrojecieron y mi padre no dudo en delatarla — ¡por supuesto! ha invitado a todas las mujeres de su club de chismosas — empezó a reírse tan fuerte que mi madre quedo apenada.

— Eso no es cierto hija, solo he invitado a una amiga, a tus abuelos y a tu tío Ernesto.

Cubrí mi cara con exasperación pero luego mantuve la calma — está todo bien mamá, no hay problema.

Los chicos estaban en la piscina así que camine para conversar con ellos, en cuanto me acerque cambiaron el tema de conversación, pensaron que no lo notaria. Me deshice del vestido que traía quedándome solo con el traje de baño y me eche al agua.

— Note que ustedes dos no trajeron sus ofrendas — dije arreglando mi cabello mojado que se pegaba por toda mi cara.

— ¿De qué hablas?— pregunto Will.

— ¡De mi maldito regalo!

Will soltó una carcajada totalmente chocante y dijo:

— Estas cumpliendo diecinueve años, ya no eres una niña, solo a los niños se les da regalos.

Voltee la cara en dirección a mis padres como en un reflejo instantáneo y visualice a dos adultos mayores que se encontraban parados juntos a mi madre, eran mis abuelos. Con torpeza y muy descoordinada trate de salir de la piscina, no por las escaleras si no por un costado, quedando como una tonta salí corriendo hasta donde estaban ellos, abrace a mi abuela fuertemente y ella me beso en la frente. No me importo si estaba mojada.

***

Todos estaban muy contentos, tarareaban la música de fondo, comían y disfrutaban de las bebidas. Mi padre alardeaba con mi tío de haber comprado el mejor vino y las frutas más deliciosas para los postres. Mi madre se quejaba de cosas sin importancia con su amiga y Will conversaba con mis abuelos sobre su negocio y planes a futuro. Gustavo estaba fuera de lugar y como nadie nos prestaba atención, (o al menos eso quería creer) le di luz verde.

— Iré a cambiarme — dije sagazmente.

Camine desde la parte trasera de la casa hasta mi habitación dejando huellas de agua por todo el piso. Entre tratando de amortiguar el ruido de la puerta como si este fuese a escucharse hasta allá afuera — ¡tranquila! —me dije a mi misma colocándome detrás de la puerta. Tres toques hicieron que mi corazón diera un salto, me coloque la mano en la boca y abrí la puerta.

Gustavo entro de inmediato y volvió a cerrar detrás de él. Un calor empezaba a invadir mi espina dorsal y escalaba por mi espalda hasta llegar a la nuca, note que un hormigueo me subía desde las piernas y se iba concentrando a la altura de mi pubis, me quite la ropa mojada ayudada de sus manos experta, me deje manejar como una muñeca desarticulada frente a la decisión de un poder superior. En un acto de generosidad, fue bajando hasta el centro de gravedad del placer femenino, y no me molestaba la rugosidad de su barba cuando estaba allí explorando cada pliegue de mi intimidad, pues el poseía un don extrasensorial que lo hacía ser peligroso.

No podía hacer nada más que ver con aprobación el ritual que llevaba a cabo con su lengua. Lo tome del cabello para arrástralo hasta mi boca y poder lamer la de él que estaba llena de mí. Me subí a horcajadas quedando a la altura de su pubis, me incline para besarlo y volví a enderezarme dando movimientos circulare de cintura, quería torturarlo y no lo dejaría entrar en mi hasta que me dijera qué tan loco lo ponía...

— Dime que eres mía... — pidió con la voz entrecortada a lo que respondí dejándolo entrar a lo que él llamaba paraíso.

Mi pequeño acto de rebeldía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora