No todo es tan fácil Will.
Podía haber pasado todo el día allí, haciendo nada, solo existiendo, mirándolos a todos ir y venir, tan despreocupados. Abrí la puerta del auto absorta en la contemplación de mis pensamientos, entre en él y encendiéndolo salí a toda velocidad.
Mientras conducía iba recordando que mi padre había sido quien me enseñó a conducir, acababa de cumplir quince años y a los dieciséis me regalo mi primer auto, desde entonces me complacía cambiar de modelo cada vez que quería. Al igual que a mi hermano, mi padre también lo había enseñado, él nos había enseñado tantas cosas, y ahora que estaba lejos de él comprendía que me empezaba a hacerme falta.
Al llegar al apartamento lo primero que hice después de cerrar la puerta fue ir directo al cuarto de visitas, Gustavo ya no estaba y tampoco esperaba que estuviese allí, luego me dirigí a la habitación de mi hermano, note que estaba en la cama cubierto por la sabanas completamente, camine despacio tratando de no hacer ruido para no despertarlo y me acosté a su lado, él de inmediato sintió mi presencia y pregunto qué ocurría. Negué con la cabeza, cerré los ojos y me arrope cubriéndome la cara. Will retiro las sabanas dejando al descubierto mi rostro y con la voz adormilada de un pequeño empezó a rememorar nuestra infancia. Decía que cuando era niña y me metía en problemas acudía a él, con los ojos amplios e inundados de culpa.
— No has cambiado ni un poco, ¿Qué hiciste ahora?
Negué nuevamente con la cabeza.
— Hiciste algo y no quieres contarme, ¿tan grave es?
Si supieras...
Mis ojos le estaban diciendo más de lo que quería que dijeran.
— Cambiemos de tema ¿sí?
— De acuerdo — dijo sonriendo — Mmm...
Sabía que no se le ocurría nada más que decir.
— Sabes, falta poco para mi cumpleaños número 19... Y a decir verdad no se me ocurre nada para celebrarlos.
— ¿Por qué no haces una reunión con amigos?
¿Es enserio? Con expresión de esquivez lo observe en silencio.
— ¡Es cierto! tú no tienes amigos.
— Eres realmente gracioso.
Me levante de la cama deprisa y Salí de su habitación, era imposible estar con él sin que me hiciera un mal chiste, lo soportaba medias. No tenía amigos no porque no pudiera hacerlos, a decir verdad no me importaba mucho y con el poco tiempo que llevaba en la ciudad no había espacio para eso.
— Miranda, regresa... Planeemos tu fiesta — grito a todo pulmón.
— Aún es muy pronto.
— No importa nunca está demás... Y así lo planearíamos bien.
— Solo quiero algo muy personal. Papá, tú, Novali...
— Entra a la habitación y vuelve a acostarte aquí.
Entre y volví a recostarme a su lado.
— ¿Realmente no has congeniado con nadie en la universidad?
Lo mire con un gesto serio.
— ¡No estoy bromeando!
Lo que empezó como una tonta conversación se extendió por horas como una amena, interesante y larga charla. Nos fuimos hasta la cocina, alistamos la cena y cenamos en la sala de estar mientras mirábamos en la televisión un tonto programa. Si vivíamos los dos solos, era mejor llevarnos bien.
— Will, ¿cómo era antes, cuando no vivía contigo? ¿No te sentías solo? — le pregunte mientras masticaba mis sándwich rebosante de salsa.
— Un poco, no es que permanezca mucho tiempo aquí, tú bien lo sabes. Pero antes de que llegaras Gustavo y Amanda venían mucho, podían pasar semanas aquí.
— Mmm... ¿conoces a Amanda desde hace mucho?
— Realmente sí.
— ¿Y cómo es que andas con una chica, con otra y con otra?
— Pues, quisiera tomar a Amanda un poco más enserio pero, ni siquiera ella se toma enserio. Ustedes las chicas son muy complicadas — mordió su sándwich y volvió a mirar el televisor —. Si las tratamos bien, están mal. Si las tratamos mal, están bien. Y aun así se quejan. Y aun así, no saben lo que quieren.
— No todo es tan fácil Will.
— Allí está, ¿por qué no puede ser simplemente todo fácil y ya?
Aff lo mismo me preguntaba yo, ¿por qué no podía ser todo fácil y ya?
Puse los ojos en blanco y volví a morder el sándwich. Todo aquello que decíamos solo me hacía pensar en Gustavo, él ya empezaba a gustarme más de lo que debía, más de lo que yo esperaba, realmente estaba sintiendo algo por él y no quería verme perjudicada, aunque ya lo estaba, y mucho. Si alguien de mi familia llegara a enterarse tendría muchos problemas.
— ¿Y Gustavo, por qué viene a casa cuando tú no estás?
— Porque ésta es como su casa y puede hacerlo cuando él quiera, lo ha hecho siempre.
— Realmente le tienes mucha confianza.
— Sí, así es.
— Sabes qué, muero de sueño — le dije levantándome — hablamos mañana.
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Mi pequeño acto de rebeldía.
Teen FictionEstoy enamorada del mejor amigo de mi hermano. Él también está enamorado de mi. Tengo 18 años y el 26. Mi hermano me trata como una niña, quiero dejar de ser la princesa de la casa y seducirlo a él sera mi pequeño acto de rebeldía.