Cap. 28

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Bruma.

« Quisiera poder cerrar con fuerza los ojos, quisiera poder taparme los oídos con las manos y creer que así todo desaparecerá, que nada está pasando, que lo que dicen no es verdad»

Una vez en mi habitación, decidí tomar un baño, sentía la enorme necesidad de despejar tan asfixiante sensación; me eche a la cama desnuda, mojada, me arrope con las sabanas y las tome entre mis manos para absorber el poco aroma que aun tenia. Cogí mi celular de debajo de la almohada y chequeé la pantalla. Ninguna llamada, ningún mensaje.

Imagine que en aquel momento Gustavo debía estar conduciendo hasta la ciudad, solo y alterado. Quien sabes a donde iría. Me preocupaba demasiado.

La vocecitas en mi cabeza no cesaban.

Llámalo...

"¡RIIING! ¡RIIING! ¡RIIING! " ... Una y otra vez, pero no respondía. Cinco mensajes de texto sin respuesta. Solté mi celular a un lado en la cama, con miles de demonios deambulando por mi cabeza levante la mirada al techo, intentando alejar suposiciones inciertas de mi mente.

¡¿Por qué no responde?!

***

Estira su brazo hasta posar su mano sobre mi mejilla, sus delgados labios se curvan en una sonrisa llena de nostalgia y los míos reflejan esa misma expresión. Me inclino aún más contra la calidez de tu palma, acariciándola suavemente en un gesto de adiós o quizá, de súplica.
Me permito derramar una sola lágrima — "¿Cómo es que llegamos a esto?" — dice y su voz se escucha muy distante.

— ¿Cómo es que te perdí? — pregunte. Beso tiernamente la palma de su mano y su sonrisa se amplía.

Despierto sintiendo un profundo vacío en mí. Como si mi alma se hubiese marchitando, entre sollozos me siento en la cama, mi pecho vibra como el de una niña que lleva horas llorando, me llevo las manos a la cara, está mojada. Me encuentro desnuda aun, tiritando de frío y de dolor, un dolor desconocido.

Atravieso la habitación en vertiginosa desesperación, tomo algo para vestirme y abandono de inmediato mi habitación. Todo está en silencio, no hay rastros de mis padres o de Will — ¡deben estar dormidos aun! — me digo a mi misma. Voy de puerta en puerta, buscándolos a todos pero resulta que no están.

— ¡Licia, disculpa! — Toque el hombro de la mujer que estaba en la cocina haciendo su trabajo — ¿has visto a mis padres y hermano?

— ¡Salieron muy temprano ésta mañana señorita!

¡Umm! ¡Qué raro! ¿Qué hora es?

— Gracias Licia — dije alejándome de la cocina.

Camine por todo el pasillo hasta salir de casa y me detuve en la puerta. Un molesto viento frío moderaba la temperatura y pequeñas gotas de agua heladas empezaban a caer. En el cielo una perturbadora bruma gris cubría la brillante luz del día. Corrí de nuevo dentro de la casa, en busca de mi celular para llamar a mis padres o a Will. Ninguno contestaba y eso ya empezaba a preocuparme. Lance el celular a la cama, como pude y toda desesperada me introduje en unos jean, tome una camisa de color blanco y una sudadera azul, recogí mi cabello. Las llaves del auto de mi padre estaban sobre la mesa, las tome y salí.

Licia me detuvo en la puerta — ¿a dónde va señorita? — note una pizca de nerviosismo y sin rodeos le pregunte:

— ¿Licia tú sabes lo que está sucediendo, verdad? Desde que desperté tengo ésta sensación horrible en mi pecho. Me está matando. Por favor dime qué está pasando.

La mujer bajo la cara sin saber qué decir — sus padres pidieron que por favor se quedara en casa hasta que ellos regresaran — cerro la puerta en frente de mí y se fue caminando hasta la cocina.

Como si fuera hacerle caso.

Abrí de nuevo la puerta en busca del auto de mi padre, lo encendí y me puse en marcha, ni siquiera sabía lo que iba a hacer, lo admito. Encendí la radio, con la mirada puesta en él y al subirla de nuevo, el auto de Will llegando a la casa capto toda mi atención. Will no era quien conducía, era mi padre, mi madre iba de copiloto. Al bajarse se dirigió a la parte trasera para abrirle la puerta a Will, lo vi bajarse, mi madre lo rodeaba con el brazo colocado en su hombro.

¿Qué sucede?

Mi pequeño acto de rebeldía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora