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No podía dudar que aquellas personas sabían más de lo que trataban de decir, sonreían con diversión y se miraban entre sí, pero Alec solo los trataba de ignorar, esas personas los habían adoptado y aunque se comportarán de manera extraña no podía juzgar.

— Quieren volver a la casa ¿Cierto?—pregunto Jem.

Todos asintieron sin hablar.

—No hay mejor que una buena charla aquí arriba—dijo Ragnor—es solo usar la lógica de por qué estamos acá.

—Le tengo alergia a todo, al sol, al pasto, a la tierra—dijo Jace.

Alec lo miró confundido porque nunca le había contado de aquello.

— ¿Qué raro no? Son las mismas alergias que Simón Lewis tiene—dijo Sebastián—acaso a ti también se te pegó aquello ¿Jonathan?

Los dos se miraron de malas maneras.

—Basta muchachos—dijo Tessa—solo queríamos tener una buena experiencia con ustedes, poder abrirnos para conocernos.

—No quiero conocer a nadie, ni a ustedes, ni a estos gilipollas—dijo Jace—quiero volver de donde vine.

—Lastima, porque no puedes hacerlo—dijo Jonathan con una risa—No puedes volver.

Alec se llevó las manos a la boca cuando vio a Jace correr hacia donde estaba Sebastián para tirarse encima de él y comenzar a golpearlo, Ragnor se dedicó a separarlos.

— ¡Cállate marica! ¡Cállate!—gritó Jace.

Sebastián no estaba haciendo nada pero Jace lo estaba golpeándolo haciéndolo sangrar, Alec caminó hasta donde estaba su amigo y lo agarró de la remera para hacer fuerza y tirar de él hacia atrás.

—Siento por esto.

Hizo parar a su amigo para hacerlo caminar colina abajo, sintiendo vergüenza por el espectáculo que había dado allá arriba.

—Jace ¿Qué carajos fue esa manera de comportarte?—preguntó molestó Alec—No has dejado en vergüenza frente a nuestros padres adoptivos.

El chico rubio se separó de su agarre mientras le pegaba una patada a un árbol y se arrodillaba para agarrarse del pelo con fuerza, Alec lo miró preocupado.

— ¿Qué sucede Jace?— dijo Alec—Soy tú mejor amigo, no sé lo que te está sucediendo hermano, si me explicas te entenderé.

Pero Jace comenzó a sollozar.

—Quiero irme de aquí, quiero volver y pedirle a Clarissa que sea mi novia y terminar estás burlas de una vez— dijo Jace— es una tortura, es una tortura estar con Sebastián en la misma casa.

Alec no entendía, se sentó a lado de donde estaba Jace y trató de esperar que se desahogara.

—No quiero tener una nueva familia, no quiero formar una familia junto a Sebastián, quiero irme y perderlo de vista, a todos—añadió—formar una familia, tener hijos, un trabajo, una casa que no esté en medio de un campo que parece los años antiguos, debemos irnos Alec.

Pero el ojiazul no quería irse, por alguna razón se sentía cómodo, como si fuesen sido enviados para ellos.

—Clarissa te estará esperando allá—dijo Alec— pero no podemos irnos, no yo ¿A dónde vamos a ir? No nos van a recibir allá, ni quiero volver tampoco ¿Qué sucede entre tú y Sebastián?

Jace lo miró como si fuera a decirle lo que le sucedía, el secreto padre de todos los secretos, pero no lo dijo cuando sintieron a alguien aproximándose.

—Buena manera de comportarse muchachos—dijo Magnus—A sido la pelea más épica que he visto en años.

Alec se paró para sacudir su ropa y sonrojarse al comentario del moreno, sentía vergüenza por lo ocurrido y él no había sido el protagonista.

—Vives en este lugar— dijo Jace—No hay nada divertido que puedas ver.

Magnus sonrió con diversión.

—Claro que no, hay algo muy peculiar y divertido cerca de la casa que les encantará ver.

Los dos chicos se miraron arqueando su ceja.

— ¿Qué cosa?—preguntó Alec.

—Una hermosa familia de patos—dijo Magnus— se mudaron hace poco.

Y comenzó a caminar mientras reía con diversión, pero para Alec no lo fue porque Jace le temía a ello, y ahora querer irse de la casa era el doble de lo que había sentido hace segundos.

— ¡Odio a Sebastián y a los patos!

Pidiéndole a la luna. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora