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Los primeros libros que comenzó a leer Alexander eran referido a las aventuras del hombre que quería estar cerca de la luna, no podía creer como los adultos no le daban importancia ni para mirarla y aquellos libros estaban dedicados a ellas, escritores que si le importaba su existencia.

No tenían su historia real, pero relataban sobre cómo el hombre quería escalar sobre ella, bajarla con una cinta para dársela a su amada, probar de ella porque creían que estaba hecha de queso, todos hablaban de ella y solo ella.

Lástima que la hora de literatura era dos horas al día y después no podía leer más, la profesora era la misma de todas las asignaturas, y era un poco exigente a la hora de los estudios.

— Profesora, anoche pedí por su seguridad a la luna, le pedí que la protegiera cuando se va de aquí a las horas tan tarde de la noche—dijo Alec.

Ella solía acariciar su cabello y sonreír con ternura.

— Me alegra saber qué piensas en mí y mi seguridad mi niño—decía la mujer— pero sigue estudiando.

Cuando sus padres llegaban el dejaba de prestar atención a los apuntes que le daba la mujer para mirar la puerta abierta, podía observar a los dos discutir y su madre le mostraba papeles a punto del llanto, pero la profesora cerraba la puerta antes de poder verla llorar.

Meses después, en el medio del anochecer fue despertado por sus padre y llevado al auto, no entendía que pasaba, su madre estaba en el lado del acompañante y sollozaba mientras se sostenía de la repisa del auto y con la otra la tenía en su panza, donde estaba el bebé.

El había dirigido su mirada a la ventanilla viendo como la luna estaba ahí, había pedido horas atrás lo mismo que solía pedir todo el tiempo ¿Pero por qué su madre lloraba y su padre manejaba con apuros?

— ¡Ya está por salir!

Su madre gruñía, sollozaba y le ponía los pelos de puntas, podía escuchar a su padre susurrarle que ya estaban cerca y que se calmará, pero Alec no entendía que sucedía. Cuando el auto paró pudo ver que estaban en el hospital, su padre había bajado y estaba ayudando a su madre bajarla, él hizo su parte y bajó para caminar detrás de ellos.

Los enfermeros se llevaron a su madre en algo parecido a una silla con ruedas mientras que el se quedó con su padre en un pasillo, podía ver como el adulto sentado movía su pierna nervioso, Alec se había sentado a su lado mirando sus piernas, aún llevaba el pijama de estrellas que le había pedido a sus padres e intentaba concentrarse en ella.

Pasaron los minutos y un hombre salió, vio como su padre se paraba y el hombre le dirigía una mirada de angustia.

— El bebé ha fallecido—dijo el hombre.

Haciendo que Alec se sintiera congelado, tenía ya la edad para saber a qué se refería, miró todo el lugar mientras sentía sus ojos comenzar a llenarse de lágrimas, corrió en sentido contrario mientras salía del lugar y se paraba en un lugar donde la luna no estaba oculta por los árboles.

— Luna, has qué mi hermana se convierta en estrella—sollozo Alec— por favor, te imploro que este a tu lado.

Y pudo jurar que vio una nueva estrella colocarse cerca de ella. La luna le había escuchado.

Pidiéndole a la luna. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora