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La cuidad era hermosa, Brooklyn, sonaba lindo cuando trataba de pronunciarlo, sentir como su lengua trataba de articular aquel sonido y dejar la melodía mezclarse con el ruido de la calle. Personas caminando por la vereda, distraídos a lo que pasaba a su alrededor, vendedores tratando de encontrar clientes para vender su mercancía, y autos pasando cerca de donde él iba, Brooklyn su siguiente parada.

Estaba mucho más ansioso sabiendo a donde iba, al Loft que perteneció Magnus, esperaba con tantas ansias ver esos felinos que se hacían nombrar inmortales y poder pegarse un baño, sentía como su cuerpo pesaba a la suciedad que tenía encima.

Miró hacia abajo, en sus piernas descansaba la cabeza de Jace, quién había decidido acomodarse y seguir durmiendo, Alec como buen amigo que era comenzó a acariciar la cabellera rubia para hacer que el chico volviera a dormirse y así poder tranquilizar su cabeza de todo lo que le ocurría. Por qué Jace se tragaba todo para él solito.

No era mucho de abrirse y menos de contar su pasado, siempre iba hacia adelante y Alec iba con él, no quería mirar hacia atrás cuando alguien lo empujaba hacia adelante. Entonces comprendió que no debía meterse en un lugar que su amigo no le dejaba pasar, secretos eran secretos.

Miró a Magnus que estaba en el asiento de adelante, este también tenía un secreto, pero a cambio de Jace, de este chico si sentía curiosidad, quería saber hasta lo más mínimo.

—Alec.

Isabelle, su hermana, nuevamente intentaba hablar con él, pero este aún no quería, se sentía tan asustado para dirigir la palabra. Solo hizo como si no la escuchaba y miró por la ventana, aún no era hora.

—Quise vivir y no haber sido culpable de lo ocurrido.

Cerró los ojos con fuerza, Isabelle se sentía culpable de lo ocurrido cuando en verdad fue culpa de sus padres, pero no era capaz de decirle que parará.

—Sé que me odias por ello, lo siento por haber tenido un problema cardíaco justo en el parto.

— ¡Calla! — gritó Alec— por favor, calla.

Jace sobresaltado se despertó y miró desorientado todo.

—Quise ser tu hermanita.

Alec no pudo evitarlo, dejó que sus lágrimas descendieran por sus mejillas, apretó sus manos en puños y sollozo.

—No te odio, deja de decir eso, te dije que me dejarás procesar todo lo que me he enterado.

El auto quedó en silencio hasta que llegaron al Loft. Al entrar, Alec sintió el olor a polvo y encierro, pero el lugar se veía bien a pesar de todo, un olor a comida entraba por sus fosas nasales.

—No puede ser— susurró Magnus— Presidente Miau, iglesia.

Alec y su amigo, Jace, esperaban ansioso ver a aquellos animales, pero se llevaron la decepción a ver dos felinos entrar por una puerta, se arrodilló cuando el gato más pequeño y delgado vino hacia él, para acariciarlo.

—Hola papá.

Sorprendido y sin poder retener el aire alzó la mirada, en la puerta por donde habían salido los gatos había dos chicos, parecían de su edad.

—R—Rafe, Max— balbuceo Magnus.

Necesitaba una explicación de lo que estaba ocurriendo.

—Cuando Isabelle nos contó que venías, no sabíamos que venía acompañado, te vamos a meter en problemas.

El de estatura más pequeña parecía triste, y a la vez preocupado de lo que estaba sucediendo.

—No pasa nada mis niños, estoy feliz de verlos.

El moreno abrazó a los dos chicos y caminó con ellos hasta la cocina, curioso él y su amigo fue detrás.

—Está bien, no se preocupen, debí avisar ¿Cuidaron bien de los gatos?

Alec no podía aceptar o creer que el chico de su enamoramiento tuviera dos hijos, quería saber cómo había ocurrido todo.

—Iglesia está rechoncho, come por tres gatos ¿Vas a presentar a tus amigos?

Magnus que había tratado de no mirarlos, se volteó para esta vez sí dirigir su mirada, Alec trataba de mostrar su curiosidad en sus ojos.

—El es Alexander—presentó Magnus— y el es Jonathan, Jace.

Los chicos sonrieron y le saludaron con un apretón de manos.

—Es bueno tenerles aquí, yo soy Rafael, díganme Rafe.

Era un chico corpulento, con piel morena, tenía una similitud con Raphael.

—Y yo, Max— agregó el otro chico.

Eran bien guapos, y no podía negarlo, su padre no se quedaba atrás.

— ¿Acaso no saludan a su tía Izzy? maleducados.

Después de un par de saludos, y ellos poniéndose al día, Magnus invito a todos a sentarse en la mesa mientras Rafe hacia la comida.

— Bien, antes de acomodarnos aquí, debo contarles algo.

—Que bien, más secretos—respondió Jace.

Alec lo hizo callar para escuchar, si el chico que le había besado tenía hijos quería saber de su pasado.

Pidiéndole a la luna. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora