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ALEC

En el amanecer, los tres, estaban en la casa empacando para irse, y así poder esconderse en otro lugar para estar más cómodos para idealizar un plan a todo lo sucedido, los oscuros no se casarían hasta derribarlos.

—No van a ser tan inútiles, van a ir a buscarnos, estarán detrás de nosotros cuando menos lo pensemos.

Rodeó los ojos a la poca fe de su amigo.

—Es mucho mejor que quedarnos aquí, es una jaula y solo les favorece a ellos.

Estaban los dos solos mientras Magnus se encargaba de buscar armas, y cosas que pudieran servir por si acaso se encontraban a alguno y debían defenderse.

—Creí que podríamos encontrar una forma para traer de vuelta a Sebastián.

Alec alzó una de sus cejas confundido.

— ¿Desde cuándo te empezó a importar Sebastián?—preguntó Alec—Desde que llegamos los has tratado de mala manera.

Vio como Jace chequeaba la lengua, molesto, mientras se daba vuelta para darle la espalda.

—Lo conozco del orfanato—susurró Jace—Hay cosas que tu no entenderás, ni por el motivo del odio.

Alec suspiró, se acercó a él y lo tomó de los hombros para darlo vuelta y así poder verle a la cara.

— ¿Algún día me contarás esto? Quiero entender que te sucede.

Jace se soltó, se dio vuelta y agarró la mochila para colgarlo en su hombro.

—El pasado es pisado—dijo Jace.

Para salir de la habitación dejándolo solo, Alec solo suspiró mientras cerraba los ojos, si alguna vez le hubieran dicho que tendría una marca de la luna, estuviera a lado de un chico estrella, y que estaban escapando de guerreros oscuros que querían derrotar a la luna, solo lo mandarían a un psiquiátrico por loco.

Suspiró mientras cerró los ojos, casi había fallado a su misión, no podía sacar de su visión a Raphael herido, a punto de estar muerto, si no hubiera sido por la marca que había aparecido en ese momento Raphael no sería un guerrero ahora de la luna, y solo tenía la culpa Sebastián, si él no les hubiera seguido, no estaría recordando lo que recordaba.

Quería olvidar todo lo que había visto, no estaba preparado para mantenerlo con él, no quería tener traumas en ello, no en estos momentos.

— ¿Alexander?

Abrió los ojos y miró hacia la puerta viendo a Magnus apoyado en el marco, nunca se había detenido a mirarlo en los días que estaba en casa, pero ahora sus ojos lo analizaban como si quisieran saber más de él, su pelo corto ondulado, sus ojos color oros verdosos que a veces sabía tener ranuras de gato, con accesorios y sonrisa encantadora, unos movimientos delicados.

Alexander tenía miedo que el interés que solo tenía por el moreno, solo era por ser un guerrero brillante.

—Sí, estoy bien, toda esta noche a sido movida nada más.

Vio cómo Magnus caminaba hasta la cama y se sentaba en ella.

—No te creo ¿Me contarás la verdad?

Quería imaginar cuántas veces Magnus había estado en presencia de gentes que decían mentiras, que solo ahora le sabía lo que estaba haciendo, Alec solo suspiró.

— ¿Qué fue lo del gritó que se escuchó anoche?—preguntó Alec—Sebastián escuchó a Jace y Jace me dijo que me escuchó a mí. Yo no escuché lo mismo.

Vio cómo Magnus comenzó a mover sus piernas con nerviosismo.

—Hay dos motivos—susurro Magnus—uno por la despedida de Ragnor y dos es por distracción, la luna mando aquello, las personas escuchan el grito de la persona que quieren, yo tampoco escuche lo de Tessa y Jem, que creyeron que era Sebastián el herido.

Alec comenzó a sonrojarse sabiendo que había escuchado el grito de Magnus.

— ¿Ahora me contarás qué sucede contigo Alexander?

El ojiazul asintió mientras remojaba sus labios.

—Sebastián casi mata a Raphael, lo había incrustado con su espada y casi lo vi morir, si no hubiera sido por el grito yo también hubiese muerto por mi inexperiencia—dijo Alec molesto—cuando se fue, sabía que había fallado en mi misión, la que tú me diste, pero entonces apareció una marca y lo logré, casi echo a perder todo.

Magnus se acomodó y Alec lo comparó con un gato, su columna se había encorvado y sus ojos gatunos aparecieron.

—Lo lograste, no te eches la culpa— dijo Magnus—cumpliste con la misión.

Alec negó, si quería llegar a servir a la luna debía estar preparado para todo, ganar en cada objetivo que le daba, no así.

—No, tú no entiendes.

Magnus ya era un guerrero y él aún no.

—No te hagas esto, meter preocupaciones en tu cabeza—dijo Magnus—lo has hecho muy bien.

Alec agarró sus cosas, y lo miró con molestia para caminar hacia la puerta.

—Tú no entiendes.

Y se fue, mientras se quejaba en voz baja.

Pidiéndole a la luna. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora