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Alec.

Estaba arrodillado a lado de Jace, haciendo amages para poder tocarlo por lo menos con las yemas de su dedo y así poder abrazarle si podía para darle ánimos a vencer aquello que estaban pasando, pero este le prohibía tocarle alejándose cuando podía, eso le dolía hasta el más pequeño pedazo de su alma ver a su amigo así tan mal por culpa del monstruo de Sebastian y un poco de la suya por no tener el coraje de haber hablado con él cuando se debía y por esas razones quería remediar aquello, además Jace era una parte importante de su vida, nunca se cansaría de decirlo, perderle sería la peor pesadilla que tendría y hasta podría llegar a matarlo.

—Solo espera un poco, allá abajo están averiguando cómo poder sacar eso que te ha hecho Sebastian.

Todo estaba comenzando a cambiar en el cuerpo de Jace, parecía estar agarrando una gripe muy fea aunque no era nada de eso, si no que la oscuridad estaba tomando su cuerpo, la marca de su brazo estaba en su lugar pero mucho más del lado negruzco, el de la maldad, que el lado blanco todo lo contrario a él. Alec le miraba sin apartar la vista, habían crecido tanto desde el orfanato que sus facciones de chico adulto estaban mucho más notable, ya no eran dos niños, si no dos adolescentes que comenzaban a pensar en el futuro de su vidas, se habían conocido por coincidencia y tenía la mejor amistad que cualquiera de los integrantes de aquel lugar, pero ahora podía verse los fallos que se estaban cometiendo, Alec podía ver lo tanto que le había afectado a Jace retener aquel secreto sobre sus sentimientos y aquel tema de las estrellas con el peligro que le acechaba, de la cual tanto quería salir, mientras que el no lo notaba, una amistad no se trataba de eso, tenían que estar para el otro siempre, había roto el contrato de amistad sin darse cuenta.

—Me siento mal— susurró Jace— tengo ganas de clavarte una daga en medio de tu pecho, pero estaría loco si lo hiciera, no permitiré hacerte eso, eres lo más importante que tengo en mi vida, puedo soportar más que te vayas con las estrellas a verte muerto por mis manos.

Alec negó, no permitiría que su hermano hablará así, trató de acercarse una vez más pero el chico volvió a alejarse, haciendo que el ojiazul se rindiera y se quedará sentado donde estaba susurrando por lo bajo una canción que sabían escuchar en el orfanato, había perdido a su familia pero había podido formarse otra con la compañía de su amigo ¿Por qué no iba a hacer nada por él? Si todo lo que podía saber es que Jace le había salvado y viceversa. No podían separarse en este momento donde la unión de ellos se reforzaría, recordando ese momento como una anécdota.

—Solo quería una vida a tu lado— susurró Jace— puede cumplirse si mato a Magnus ¿O no? Dime Alec si mato a Magnus tú podrías quedarte conmigo, nadie nos separaría, el no estaría en medio.

El chico de pelo rubio le miró con una sonrisa que hizo que todo su cuerpo sufriera de un escalofrío, Jace no sabía de lo que estaba hablando, parecía estar perdiendo el sentido de la razón, su odio contra Magnus estaba nublando su juicio hablando incoherencia, Alec nunca permitiría estar al lado de alguien así, aunque sabía que todo era obra de Sebastian. De pronto sintió una gran explosión seguido de gruñidos, se acercó hasta la puerta viendo una cantidad de humo negro en la sala de abajo, volvió adentro y tomó el arma que le había elegido esperando ver si alguien se atrevía a subir y entrar a buscar a Jace, aunque le preocupaba la gente que estaba abajo, Magnus, sus hijos y Isabelle, aunque sabía que el primero y la última tenían ya grandes prácticas en combates con oscuros.

—Es la hora, es la hora, Magnus morirá, todos morirán y tú estarás conmigo— dijo entre risas Jace— como Sebastian lo prometió.

Alec corrió detrás de él cuando lo vio levantarse y salir de la habitación, bajando por las escaleras, escuchándose el ruidos de las espadas y lo llamados entre ellos de los hijos de Magnus, había perdido de vista a Jace, pero sabía a quienes debía derribar para demostrar que no eran débiles, se acercó hasta la cocina donde escuchaba la voz de alguien que conocía y le apuntó dándole justo en la cabeza viendo cómo caía al suelo para comenzarse a desvanecer, Tessa estaba muerta, miró a Isabelle que parecía tener el brazo lastimado pero preparándose para luchar otra vez.

Pidiéndole a la luna. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora