Alec
Podía sentir como sus mejillas ardían por la vergüenza, su primer beso, la primera vez que había tocado unos labios de una persona y había sido con un guerrero estrella.
Estaba apoyado en el asiento, su estómago estaba sufriendo un dolor que debía morder sus labios para no dejar escapar un gruñido, su entrepierna estaba en movimiento y no podía sacarse de la mente lo que había sucedido un rato antes.
—Alec.
Miró hacia su costado, tenía ganas de sonreír, dejar que las comisuras de sus labios se elevarán hasta apretar sus mejillas y dejarle un pequeño dolor, sentir como una carcajada, la cual no escuchaba de su parte hace mucho tiempo llenará aquel auto, pero no podía, no en el momento donde le estaban siguiendo.
— ¿Qué pasa?
Ya no sentía molestia por la ocultación de su amigo, todos tenían sus motivos, ahora solo quería disfrutar aquella sensación que tenía en los labios a aquel besos de hace rato, donde sus dedos habían tocado, el aroma varonil de Magnus que había quedado en sus fosas nasales.
—Tengo miedo.
Su amigo parecía dolido, arrepentido, y sus ojos tenían lágrimas contenida, quería saber que pasaba por su cabeza, que le estaba torturando, pero solo podía quedarse con ello, con esa mirada. Lo atrajo a su cuerpo y lo abrazo, Jace no merecía todo esto, no merecía estar así, eran hermanos, desde que se habían conocido nunca había tenido una pelea.
—Yo te protegeré.
Jace le abrazó con fuerza mientras sollozaba en su hombro, los dos tenían el mismo destino, necesitaban lo mismo, y estaban juntos en el peor momento, nada ni nadie podría hacerle separar la amistad que tenían. Miró su brazo donde Magnus había besado y había dolido, para verla como la primera vez que se estaba completa, la mitad negra y la mitad negra. Aquel chico era su salvador.
—Estamos muertos Alec.
El ojiazul dejó escapar una pequeña risa creyendo que su amigo había tratado de bromear para aliviar toda la tensión, pero al no escucharlo, se separó del abrazo y le miró preocupado.
—Todo estará bien— afirmó.
Tratando de que aquella negatividad de su amigo se esfumara, pero no fue así, seguía con la misma mirada.
—No todo está bien, no cuando nos están siguiendo.
Tenía razón, los perros de los oscuros, unas sombras negras venían detrás, Isabelle dejó escapar un volanteo y Alec cayó hacia la puerta y Jace arriba de él, las puertas de adelante se abrieron y se cerraron haciendo que el ojiazul apartará a Jace y se asomara a la ventana, donde la luz de la luna se iba asomando.
Entonces lo vio, las sombras se quedaron a uno metros mientras que Magnus y Isabelle, quién decía ser su hermana, comenzaron a brillar y sacaban armas preparándose para luchar, Alec trató de abrir la puerta para correr a lado de sus compañeros, pero esta no se abrió.
Magnus parecía un guerrero, un verdadero guerrero manipulando la espada a la perfección, su piel antes morena ahora era un brillo y Alec no pudo evitar gritar cuando la maldad y los guerreros estrellas se enfrentaron.
—Alec.
Miró hacia atrás viendo como Jace lloraba en silencio, sus piernas estaban subidas en el asiento y sus manos estaban agarrando su pelo rubio.
—Quiero irme, quiero salir de acá— susurró Jace— no merezco esto, no lo merezco.
—Cálmate.
Volvió su mirada a la ventana, no estaba para concentrarse en dos situaciones, Jace podía esperar cuando dos personas estaban luchando allá afuera, empezó a bajar la ventana para poder salir pero está llegó a la mitad.
Podía ver cómo Isabelle salía herida, como Magnus se metía en el medio y clavaba la espada en la sombra viendo como comenzaba a llenarse de un color blanco y se iba en pequeños brillos. Todo pareció terminar, los dos guerreros se dirigieron rápidamente al auto, esta vez Isabelle como acompañante y Magnus de piloto.
—Nos iremos de aquí, antes de que sea tarde.
Y el auto aceleró, Alec pudo ver cómo Jace se acercaba hacia adelante y miraba a Isabelle.
— ¿Estás bien?
El ojiazul sintió un dolor en su pecho a pensar que el debía estar preguntando eso.
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Pidiéndole a la luna. •Malec•
Fanfiction||Malec|| Todo dependía de la luna, si quería cumplir el deseo de Alexander y no llevarlo a su propia muerte. Publicado en el: 2017