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MAGNUS.

- ¡Vamos, tu puede!

Alec movía la espada de un lado a otro, dedicando a tener su cuerpo derecho, usar su concentración para la espada, colocar las piernas bien, las manos donde debía, agarrar bien el mango de esta para no cometer algún error.

Aunque Magnus no quería esto, lo que el ojiazul hacia, necesitaba controlar esos movimientos sin estar concentrado en lo que estaba haciendo, necesitaba que Alec fuera un buen luchador y aprendiera a controlar su resistencia con la lucha, saber controlar una espada.

-Me duelen los brazos- se quejó Alec.

De su cuerpo le recorrían gotas de transpiración, ya se había sacado su remera y a cada rato pasaba su mano por su frente para sacar las horas que no lo dejaban concentrarse, después de un momento su espada chocó con el sueño cuando la soltó de su mano y cayó de rodillas al suelo, respirando con dificultad.

-Un poco más, tu puedes- alentó Magnus.

El chico negó, su mirada estaba en el suelo y sus brazos hacían fuerza para mantenerse en el lugar.

-Está bien, practicaremos con tiró al blanco- agregó.

No haría que el chico se esforzará mucho si no se rendiría cuando le tocará los demás ejercicios, estiró su mano ayudándolo a parar, aunque en su mente estaba imaginando tocando ese abdomen cual había mirado todo el día.

- ¿Cómo estuve?

Magnus le sonrió mientras iba a buscar el arma para el siguiente entrenamiento.

-De maravillas.

Mentía, Alexander estaba en un nivel novato que era un poco normal de ver, pero no era bueno para el tiempo que tenían, muy pronto los oscuros llegarían.

Al ver al ojiazul vio esa sonrisa de emoción que rara vez tenía el placer de ver, el chico al fin se estaba sintiendo orgulloso de sí mismo y nadie, ni Magnus, trataría de bajarle eso.

-Bueno toma esto, vamos a ver cómo es tu primer vínculo con esta hermosura.

Le estiró el arco y le pasó cuatro flechas finas en su mano, Alec parecía a punto de saltar de felicidad. Después de unas instrucciones por Magnus, y una demostración de cómo debía hacerlo, como debía sostener y lanzar, se lo dejo a su merced.

Alec intentó su primer tiro y Magnus contuvo la respiración, había dado en el centro.

-Fantástico.

El chico siguió tirando las faltantes, sin tener alguna equivocación, Magnus no pudo hacer nada más que aplaudir, Isabelle había estado en lo correcto.

-Asombroso- volvió a decir Magnus- con esto cerramos el entrenamiento por hoy.

Estaba caminando cuando escuchó a Alec dedicándole un gracias por su trabajo, al parecer se quedaría con su nuevo arma por un rato más, y magnífico le daría esa privacidad.

Cuando bajó al Loft, encontró a sus dos hijos en la cocina, Max tomando café viendo la televisión y Raphael helado mientras leía un libro.

- ¿Qué hacen aquí mis panquesitos?

Los chicos dirigieron la mirada hacia él y sonrieron.

-Papá, ya somos grandes para que uses esos sobrenombres ridículos- dijo Rafael.

Que sonreía mientras le devolvía la mirada a su libro, Max en cambio dejó escapar una risa y se paró para ir a abrazarlo.

- ¿Por qué tan feliz papá? - Preguntó Max- ¿Acaso pasó algo con ese chico Alexander?

Magnus le miró a ambos buscando alguna reacción de molestia, no era tan discreto cuando se trataba de demostrar sentimientos.

-Que dices pequeño metiche.

Se separó de su hijo y se acercó hasta la cafetera, estaba hambriento y quería saborear aquello.

- ¡Hemos escuchado todo! No lo niegues- carcajeo Max.

-Una cita- agregó Rafa- todos merecen disfrutar.

Magnus, quién parecía a punto de dejar caer la taza por las palabras de sus hijos, habían escuchado, habían espiado.

- ¡Son unos maleducados!- chilló Magnus.

Escuchando la risa de sus hijos.

-Vamos papá, no es para tanto- dijeron al unísono.

El moreno suspiró y trató de poder mover la cuchara con azúcar a la taza sin que su mano tiemble.

-Ustedes son...

- ¿Las personas que tanto amas?- preguntó Max.

- ¿Quiénes te van a ayudar elegir tu ropa de esta noche?- agregó Rafael.

No pudo evitar dejar escapar un gruñido molesto a ver el comportamiento que estaban teniendo sus hijos, aunque muy dentro le parecía gracioso.

-Los odio- mintió Magnus.

-Eso es mentira señor guerrero estrella, usted nos ama mucho- dijo Rafael.

Y tenía razón, esperaba que la señora luna no estuviera ya enterada de esto.

Pidiéndole a la luna. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora