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La puertecilla de la alacena se abrió con un chirrido y un balanceo, dejándo ver el interior casi vacío a excpeción de 3 tazas y algún que otro plato.

Sus pies se elevaron de puntillas y su brazo se estiró, con los dedos igualmente tensos, con la palma abierta para tomar una de esas tazas. Se estiró un poco más, con esfuerzo, frunciendo levemente el ceño hasta que tocó el frío plástico de una, logrando tomarla del asa y bajarla

La colocó en la encimera y volvió a repetir el proceso, con cuidado de no tirar nada. Cuando tuvo la segunda entre sus manos, la puso a lado de la anterior. Ahora tenía dos tazas

Caminó unos pasos hasta estar frente al refrigerador, entonces abrió la puerta para asomarse al interior fresco. Repasó cada esquina atenta, cuando dió con lo que buscaba. El cartón de leche; lo tomó y rebuscó algo más, pero nada lucía lo suficientemente apetitoso, así que cerró la puerta y regresó a la encimera

Desenrroscó el tapón blanco y llenó una taza, al pasar a la segunda, cayó un pequeño chorro seguido de las últimas gotas. Miró con tristeza la taza vacía y suspiró dejándo el cartón completamente limpio por algún lado

Se bebió lo poco que había ensuciado la taza, relamiendo finalmente los restos de leche por sobre sus labios y tomó la que estaba llena; la llevó con mucha cautela hasta la pequeña mesilla en el medio de la habitación y la dejó allí

-¿tu no leche? -habló con dificultad la menor, viéndola sin comprender

La mayor negó -no tengo hambre -mintió y casi inmediatemente dos manitas tomaron la taza, elevándola hasta sus labios rosados y empinandola para beber hasta la última gota. 

La pequeña castaña se sentó en el suelo, viendo tranquila a su hermana beber la leche que ella había servido. Pensaba que si su hermanita hubiera ido al escuela como ella, podrían hablar mucho más de lo que a veces lo hacían, pero mamá había olvidado inscribirla, y después, y después y luego también. Ella tampoco iba más al escuela, no quería dejarla sola en casa

De pronto, un sonido fuerte se escuchó desde fuera. La más grande se levantó rápidamente, tomando del brazo a su hermana y jalándola hacia la cocina, provocándo que la taza cayera al suelo. Pero eso no importaba

Nerviosa, abrió una de las puertecillas de debajo de la encimera y con apuro empujó allí a su hermana, entrándo ella poco después y cerrándo. Tan sólo mirándo hacia afuera en silencio por la rendija que quedaba entre puerta y puerta

Como siempre pasaba, la puerta de la casa se abrió con un golpe seco y por ella entró mamá; olía feo, y también el hombre que la acompañaba. Mamá los llevaba a su habitación y cerraba la puerta, después salía y estaba enojada; con ella o con Soo y le daba miedo

Su hermanita sollozó a lado suyo, amenazando con hacerlo más fuerte, así que ella colocó un dedo por sobre sus labios, indicándole que fuera silenciosa. Como cuando jugaban escondidillas. Soo asintió 

Cuando la puerta del cuarto de mamá se azotó, pudo abrir las puertecillas de su escondite y salir. Vió la taza en el suelo. Mamá se molestaría

Miró por un tiempo más aquella taza, hasta que se armó de valor. Fue hacia el único florero que tenían en casa y metió su mano en él, sacó unas cuantas monedas que había estado guardando celosamente, que encontraba tiradas en la calle y las metió a su bolsillo

Caminó hacia Soo y la tomó de la mano, llevándola junto a ella hasta la puerta de salida, donde la obligó a detenerse. La veía con curiosidad 

-Vamos -animó, volviéndo a jalarla un poco con insistencia, pero Soo negó, renuente a salir de casa. Mamá lo prohibía

-¿a donde? -preguntó

My Bad Boy 2 [Eunhae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora