DOS

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Regresar nuevamente a aquel lugar, y saber que ya no lo vería... No era nada fácil.
Pensar en la figura de aquel hombre que siempre la había amado, protegido y acunado, le encogía el corazón. No volvería a escuchar su voz, ni sentir sus brazos... No volvería a oír un "te amo hijita".
Sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más y respiró profundo, diciéndose internamente que debía ser fuerte, por su mamá, no quería que la viera llorar.
Tomó con firmeza la maleta y caminó con decisión hacia su gran casa. Había pasado tanto tiempo que se había ido, que la nostalgia la invadía.
Podía recordar cada vez que volvía de la escuela, corriendo junto a Milo hacia la casa, para ver quien llegaba primero.
Abrir la puerta y encontrar a su padre sentado en el gran sillón color crema en la sala, fumando un cigarro. Mirarlos con una tierna sonrisa y dejar todo lo que estaba haciendo para recibirlos a ellos con un gran abrazo, diciéndoles cuantos los había extrañado, cuanto los amaba.
Un sollozo se escapó de sus labios y su vista se nubló, no, aun era muy pronto y la herida estaba abierta, aunque quisiera ser fuerte, estar allí no ayudaría.
Se sentó en una banca blanca que estaba en la galería de la casa, y se secó las lágrimas, al menos intentaría saludar a su madre, y quizás luego llorar ambas.
Su madre, aquella mujer que se había casado tan joven, cuando apenas tenía diecisiete, ya que había quedado embarazada de su hermano.
Desde entonces habían permanecido juntos, treinta años de casados, superando las adversidades. Principalmente la edad, ya que su papá le duplicaba la edad a su progenitora.
Se secó las lágrimas del rostro y respiró profundo varias veces, intentando controlarse antes de golpear la puerta.
Al hacerlo, quien la atendió fue una de las mujeres del servicio de limpieza, a la cual claramente no conocía.
—Hola, ¿Está Jenny, mi mamá?
La mujer abrió los ojos levemente sorprendida y se hizo hacia atrás.
—Claro que si, pasa por favor.
—Gracias —dijo con una suave sonrisa.
Al ingresar, lo primero que notó fue que no había ninguna foto de su padre, de ella o su hermano.
—Oye, disculpa ¿sabes qué pasó las fotografías y cuadros que antes habían en las paredes?
—Lo lamento, pero yo comencé a trabajar hace unas semanas, y todo está igual desde que llegué.
—Está bien, ¿dónde está mi madre?
—La señora... No creo que pueda atenderla en este momento.
—¿Por qué?
—Ella se encuentra ocupada, y no le gusta que la molesten.
—¿Ocupada? Soy la hija, dile que llegué, o simplemente dime donde está y yo iré a verla.
—En serio señorita, me pone en compromiso.
Respiró profundo y cerró los ojos por un momento.
—De acuerdo, iré a instalarme en una de las habitaciones de huéspedes, si ves a mi madre, dile que llegué.
—Por supuesto, ¿cuál es su nombre?
—Oh cierto, lo había olvidado, Ángela, pero puedes decirme Angie.

-o-o-o-o-

Suspiró y se miró la espalda en el espejo, apretando los dientes con indignación.
¿Por qué diablos tenía que ser tan brusca?
"Eres mío, y quiero que todos los que te vean lo sepan."
Recordó aquello y apretó sus puños, como si verlo junto a ella no fuera prueba suficiente para que supieran que era su dueña.
Cansado se dirigió al armario y buscó que ponerse. Antes de irse, Jenny le había dicho que lo quería elegante, una invitada especial había llegado.
Solo esperaba que no fuera a ofrecerlo, aunque lo dudaba, ella era muy celosa y posesiva con sus objetos.

-o-o-o-o-

—Angie —pronunció emocionada de volver a verla.
—Ma —le dijo acercándose para abrazarla.
Sus ojos se aguaron y la estrechó fuerte entre sus brazos, intentando encontrar consuelo.
—Lo extraño tanto ma.
—Lo sé hija, lo sé, pero... Intenta pensar que al menos él ya no sufre.
Asintió con la cabeza y se separó de ella, secando las lágrimas de su rostro e intentando sonreír.
—Es verdad, él hubiese querido que estuviéramos bien, que siguiéramos adelante.
—Sí, hablando de eso hija, quiero presentarte a alguien —expresó con una sonrisa.
Observó a su madre confundida, eso no sonaba bien.
—¿Alguien?
Río bajo y la tomó de las manos.
—Espérame un momento aquí mi amor, ya vuelvo.
—Pero-
—Un segundo cariño —pronunció con una gran sonrisa mientras subía las escaleras.
—Okay —Murmuró girándose.
Miró las paredes una vez más, ¿por qué todas? Podría haber dejado alguna de las fotos, como ese gran cuadro donde estaban los cuatro.
Sonrió con nostalgia, aquella foto la habían sacado para el cumpleaños número ocho de Milo.
Recordó a su hermano y tomó su celular, iba a escribirle que ya había llegado a la casa de sus padres, preguntarle además cuando vendría él también, pero en ese momento, escuchó la voz de su madre llamándola.
Se volteó, y al ver a un muchacho parado junto a su madre, quedó desconcertada.
—Hija, quiero presentarte a Andrew. Andrew, ella es mi hija Angie.
—Encantado de conocerla señorita —expresó extendiendo su mano hacia ella.
Pero Angie no la tomó, seguía muy aturdida aun, intentando entender porqué un tipo de la edad de su hermano, bajaba de la piso superior, donde se encontraban las habitaciones... La de sus padres.
Bajó la mano y la observó serio ¿cuál era su problema? Solo había intentando ser amable y ella ni la mano quiso tomarle.
—¿Angie? —Preguntó su madre confundida, borrando la sonrisa de su rostro.
—¿Q-Qué significa esto? ¿Quien es él?
—Él es... Alguien especial para mi.
—¡¿Alguien especial para ti?! —exclamó con rabia—, ¡¿Mi padre murió hace dos meses y tú ya tienes alguien "especial" mamá?!
—No es lo que crees hija —le dijo con tranquilidad—, Andrew es un androide.
—¡Que diablos importa lo que sea! ¿no podías esperte un poco más? ¡¿respetar la memoria de mi padre?!
—Es suficiente Ángela, yo no debo darte explicaciones de mi vida privada a ti.
Sus ojos se humecieron y miró con rabia a Andrew, luego a su madre.
—¿Por eso quitaste todas las fotos verdad?
—Las quité porque esta casa necesitaba un cambio, como todos nosotros. Quedarnos en el pasado, en los recuerdos, no nos ayudará a avanzar.
Negó con la cabeza y le dio la espalda a ambos, sollozando.
—Las dejaré a solas —le dijo a Jenny antes de retirarse de la sala.
Ambas necesitaban tiempo a solas para resolver sus problemas, y vaya que sería uno mayor cuando su hijo lo supiera.
La abrazó por detrás y apoyó su mentón sobre el hombro de ella.
—Angie, no llores cariño.
—¿Cómo quieres que no llore mamá? Sé que ustedes... Nunca se quisieron realmente, pero mi papá murió hace tan poco, y tú... Ya tienes a otro en la cama.
—Es un androide hija, un muñeco, un juguete sexual.
—Eso suena enfermizo.
—Pues es muy real.
—Suéltame, quiero irme.
—¿Qué? No, no quiero que te vayas, dijiste que pasaríamos tiempo juntas, te estuve esperando hija.
—¿Sí? Pues ahí tienes "a tu juguete" madre, diviértete con él.
—Ángela por favor, creí que serías más madura, que lo entenderías.
—Lo siento, pero no puedo hacerlo.
—No quiero que te vayas. Y si te molesta Andrew, puedo hacer que se quede arriba, y no lo veas mientras estés aquí.
Se quedó en silencio, no tenía ganas de seguir hablando.
Y no era que el muchacho le molestara, si ni lo conocía, simplemente... Sentía que su presencia perturbaba la memoria de su padre.

...

Nota del 08/03/21
Lamento mucho que los párrafos no estén separados... La historia jamás fue revisada y/o corregida, y está tal como la escribí por primera vez. En esos entonces, no los separaba ❤️✨

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