Observó lo que Angie había preparado, todo comida chatarra.
—Ven, siéntate —le dijo golpeando el lado libre del sofá con la palma de su mano.
—¿Por qué esto?
—Porque es bueno a veces salir de la rutina, y disfrutar un poco de estas cosas —le dijo mientras tomaba una hamburguesa y le daba un mordisco—. Oh sí, que bueno es romper la dieta —pronunció sonriendo.
Se sentó a su lado y la miró expectante.
—¿Qué? ¿No comerás? —le inquirió la castaña tomando una bolsa de papas—. Si no te gusta, creo que en la cocina quedó algo de frutas.
—No, no es eso.
—¿Entonces?
—Nada —le dijo restándole importancia.
Se encogió de hombros y tomó el control, encendiendo la televisión.
—¿Qué quieres ver?
—Lo que tú quieras está bien para mi.
—Andrew a veces me gustaría que tuvieras más determinación.
—Lo siento.
—No es una orden o algo así, solo una sugerencia.
—¿Te gustan las personas con determinación?
—Podría decirse que sí —murmuró tomando una soda, ignorando que él la observaba detenidamente.
Giró su rostro y lo miró, sonriendo divertida.
—¿Qué pasa?
Desvió su mirada hacia la televisión.
—Nada.
—Okay —le dijo no muy convencida—. Oye, si no comes, me siento una gorda, porque creeme que me comeré todo, y no por hambre, sino por gula.
—Comeré cuando tenga hambre.
—Puedo traer helado si quieres.
—No, así estoy bien.
—Oh, ¡deja ahí! —le pidió al ver un documental de embarazos, ya que el moreno había tomado el control.
—¿En serio quieres ver eso?
—¡Sí! ¡Me encantan los niños! —chilló con adoración.
Se cruzó de piernas en el sofá y tomó otra bolsa de papas.
—¿Por qué no has tenido hijos entonces?
—Soy joven aun —pronunció mirando el programa.
—¿Cuantos años tienes?
—Veintiséis.
—Ya te encuentras en edad entonces.
Río bajo ante aquel comentario.
—Puede ser, pero ahora tengo otros planes en mente. Me gustan los niños, sí, pero más adelante.
Tomó una hamburguesa y se la pasó a Andrew.
—Te la comes, y no acepto un no como respuesta.
—No tengo hambre Angie.
—Casi no comes y eso me preocupa, come.
—Mi alimentación no es como la de un humano.
—Pero come conmigo, no me gusta comer sola.
Suspiró y tomó la hamburguesa, logrando que Angie sonriera.
—Gracias —le dijo antes de volver la vista al programa—. Ow, mira que pequeñitos.
—Eso es un embrión.
—Pero se ven tan tierno.
La observó curioso, ¿cómo le podía parecer tierno algo que a penas tenía forma?
—Mira sus ojitos, parecen dos puntitos negros —rio, desconcertándolo aun más.-o-o-o-o-
—Angie —susurró.
Al ver que no respondía, apagó la televisión, se había quedado dormida.
Miró la pequeña mesa de vidrio frente a ellos, era un completo desastre.
Fue hasta la cocina y volvió con una bolsa, tirando todo lo que había sobrado.
La observó, ella seguía dormida, en la misma posición.
Se sentó a su lado y le acarició la mejilla.
—Angie.
—¿Qué? —Murmuró sin abrir los ojos.
—Ya es tarde, y te quedaste dormida.
—Ah... Bueno —le dijo acomodándose mejor en el sofá, abrazando un almohadón.
—¿Dormirás aquí?
Asintió con la cabeza, llevando sus piernas hacia su pecho.
—Estarás más cómoda en tu cama.
—No tengo ganas de levantarme.
Se puso de pie, y despertándola por completo, la tomó en brazos.
—¿Qué haces? —le dijo abriendo los ojos.
—Dormirás incómoda en el sofá.
—Mm, gracias —murmuró apoyando su rostro contra el pecho de él.
Caminó lentamente hasta la habitación de ella, demorando lo mayor posible el poder tenerla cerca.
—¿Quieres que encienda la luz?
—No, está bien así.
La acercó a la cama, y la dejó allí, sin separarse de ella.
La miró y la castaña le sonrió.
—Gracias.
Esos hermosos ojos café, ya comenzaba a amar ese color.
—¿Andrew? —Preguntó incómoda al ver que él no la soltaba.
—Angie, yo quiero...
Desvío la mirada, sintiéndose apenada, no quería ni imaginarse lo que iba a decirle.
Aquel gesto, lo estaba rechazado... Una vez más.
La soltó con delicadeza, y le dio la espalda, dio dos pasos, deteniéndose por un momento, pero terminó por salir de la habitación, cerrando la puerta.
Fue hasta el ventanal que daba al balcón, y observó su reflejo en el vidrio.
No era un hombre, no era humano, simplemente un androide, solo eso, para ella y para todos.
Y ahora, un objeto que ni siquiera podía cumplir con su función, porque su nueva dueña, ni para eso lo quería.
Vacío, eso volvía a sentir una vez más.
Se giró y observó la puerta.-o-o-o-o-
Giró en la cama, sintiéndose fatal. No podía dormir, la mirada de Andrew, aun permanecía en su mente.
Se disculparía con él, ni siquiera lo había dejado hablar.
Salió de la cama y se dirigió a la sala.
—Andrew —pronunció acercándose al sofá.
Y el temor la invadió, estaba vacío.
—¿Andrew? —preguntó dirigiéndose a la cocina.
Sentía que el aire no llegaba a sus pulmones, diablos, lo que menos quería era hipervenrilarse.
—Tranquila Angie, todo está bien —intentó calmarse a si misma.
Pero... Fue imposible.
Fue rápido hasta su habitación y tomó su celular, llamando a Milo hasta que la atendió.
—Cookie ¿qué pasa? —preguntó adormilado—, son casi las cuatro de la mañana.
—Andrew no está, se fue, no se en que momento, ni siquiera escuché la puerta, creo que se enojo, y-
—Respira, respira y luego me hablas, no entiendo nada cuando hablas rápido.
—¡Que Andrew se fue maldita sea!
—¿Cuándo fue la ultima vez que lo viste?
—No sé, dos horas quizás, ¡Qué importa Milo! ¡Necesito que me ayudes a buscarlo!
—Está bien, pero tranquilízate.
—¿Cómo voy a estar tranquila? —le dijo en un tono histérico, colocándose un pantalón—. ¡No conoce la ciudad!
—¿Y por qué se fue en primer lugar?
—No sé —contestó luego de unos segundos.
—Discutieron.
—N-No, no fue eso... No importa. Lo único importante es encontrarlo.
Se dirigió a la sala, tomando sus llaves.
—Te necesito aquí Milo, si no lo encuentro-
La puerta se abrió, y al verlo, no supo como actuar primero, si abrazarlo, gritarle...
Y optó por lo segundo, luego de cortarle a su hermano.
—¡¿Dónde diablos estabas?! ¡¿A caso no pensaste que podía estar preocupada por ti?!
—Lo siento, no quise preocuparte.
—¿No quisiste? ¡Me hubieras avisado!
—Creí que estabas dormida.
—¿Dónde estabas?
—A unas cuantas calles de aquí, recordé que había una tienda que estaba abierta las veinticuatro horas.
—Sí, lo sé.
—Fui a comprar algo.
—¿Querías comer? Te dije que en la cocina había comida.
—No, no es para mi —le dijo entregándole la bolsa—. Es para ti.
La tomó, confundida, y al abrirla, se encontró con cerezas.
—Dijiste que te gustaban, y si estabas enojada conmigo, quizás-
—Fuiste a comprar... ¿Esto para mi?
—Sí.
Sus ojos se aguaron.
—¿Qué pasa?
—La próxima vez que salgas, me avisas ¿okay?
—Estabas durmiendo.
—¡No importa! Me llamas y me lo dices, estaba preocupada por ti.
—Lo lamento Angie.
Observó las cerezas y luego sonrió, sintiéndose una estúpida bipolar.
Se acercó a él, y lo abrazó.
—Gracias, y perdón también.
—Espero no te moleste que haya tomado tu dinero.
—Está bien Andrew, te dije que podías usarlo.
—Quería traerte otra cosa, pero no sabía que.
—Las cerezas están bien —Rio bajo—. Gracias.
—De nada.
Se separó de él y lo observó curiosa.
—Antes no te dejé hablar, y no fue mi intención, ¿Qué ibas a decirme?
—¿Por qué lo preguntas?
—Quiero saberlo obviamente, ¿Qué era?
—Quería besarte....
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Juguetes para ellas
Ciencia FicciónÁngela Dufour es una joven de veintiséis años que regresa a la casa de sus padres luego de estar estudiando en el exterior. Al llegar a su hogar, no solo se encuentra con la triste noticia de que su madre ha decidido deshacerse de todos las pertenen...