CINCO

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—¿Quieres? Esto es mucho para mi.
En realidad ya había cenado, pero tampoco quería decirle que no.
—Okay ¿Qué comerás tú?
—Lo que no quieras.
—Ah, pues yo no tengo problema con la comida, me gusta todo —le dijo sonriendo.
—En ese caso ¿podria comer solo esto? —le preguntó señalando el filete.
—Claro que si Andrew, ¿No te gusta el pescado o el cerdo?
—No mucho.
—Está bien, come el filete, yo probaré mmm, el cerdo —pronunció sonriendo.
—¿Trabajas?
—Sí, trabajo con mi hermano.
—¿Y te gusta tú trabajo?
—¡Lo adoro! Amo poder trabajar de mi vocación.
—A veces... Me pregunto como se sentirá eso —pronunció bajo.
—¿Qué cosa?
—Poder elegir, decidir.
—Andrew —expresó en un tono afligido.
—Tú eres la primera que me ha dado la opción de elegir que quiero.
—¿Mi madre decide todo por ti?
—Ella es mi dueña, yo debo obedecerle en todo.
—Esto... Sé que puede ser humillante, pero en serio quisiera ayudarte, ¿te ha golpeado alguna vez?
—Lo que haga conmigo no tiene importancia, es mi dueña, soy de su propiedad. ¿A caso un juguete tiene derechos?
—Pero tú no eres un juguete, Dios, eres más que eso.
—Ya no tengo hambre.
Miró el plato y frunció sus labios.
—No has comido nada, ni la mitad.
—Comí lo necesario.
—¿Para llenarte?
—Así estoy bien Angie, gracias.
—¿Mi madre también te dice cuánto debes comer?
Y vaya que si le decía que sí, estaría muy furiosa con su progenitora.
Su silencio, fue suficiente para que su temperamento explotara.
—Hablaré con ella.
—No, no lo hagas.
—Sí lo haré, no sé que ha ocurrido con ella, pero se comporta como una completa desquiciada.
—Angie.
—¡Ella no puede tratarte de este modo Andrew!
—Es para esto que fuimos diseñados.
—¿Y por qué diablos les pusieron emociones entonces? Son todos unos malditos enfermos, si debo denunciar a mi madre, y a esa maldita empresa, lo haré.

-o-o-o-o-

—Yo abro —le dijo la castaña a Penny mientras se dirigía a la puerta.
Su sonrisa fue enorme al ver al muchacho de otro lado.
—¡Milo! —Exclamó lanzándose a su cuello en un afectuoso abrazo.
—Cookie —dijo riendo divertido, abrazándola también.
—No creí que vendrías tan pronto, gracias Milo, gracias.
—Lo haces sonar como si viniera a rescatarte o algo así —pronunció sonriendo.
—Es más o menos así.
Se separó de ella y la miró confundido.
—¿Por qué lo dices? ¿Que ocurre?
—Nuestra madre, pasa y verás por ti mismo a que me refiero.
El muchacho la siguió, y lo primero que notó fue la ausencia de las fotos de su padre y suyas.
—Mamá se deshizo de todo.
—Quizás era difícil para ella verlo Angie.
—¡¿Dificil?! ¡Se compró un androide sexual!
Pestañeó incrédulo, realmente aquello era difícil de asimilar.
—¿Qué?
—Su nombre es Andrew, hace dos meses lo tiene, es un chico maravilloso, lo tiene encerrado en una habitación como si fuera un animal, lo controla en todo, ¡Hasta lo que debe comer y cuanto! Y lo peor de todo es cuando-
—Okay, okay —la interrumpió tomándola de los hombros—. Respira cariño, sé que estás molesta, pero si hablas rápido, no entiendo nada.
Respiró profundo y cerró los ojos, llevándose una mano al rostro.
—Es que han sido tres días de mierda Milo. Nuestra madre no tiene ni un poco de respeto por papá, o por nosotros.
—Angie, tú sabes que ella... Es muy espontánea.
—¡¿Llamas espontáneo comprarte un androide al mes de enviudar, luego de estar casada casi treinta años?! ¡¿En serio Milo?!
—¿Por qué te enojas conmigo?
—¡Por que tengo mucha rabia Milo! Esa mujer la desconozco, no es nuestra madre.
—Okay, vamos a respirar profundo, tomaremos un té, y-
—¡Al diablo con tu psicología barata! —bramó haciendo reír a su hermano.
—Está bien, ¿qué quieres que hagamos?
—Me quiero llevar a Andrew de aquí.
—¿Qué? Ángela esa cosa es de nuestra madre.
—No le digas cosa, no importa lo que digan en la tele y todas esas mierdas. Él no es un objeto, él siente, sufre, sueña, desea como tú o yo, ¡y los están vendiendo como simples "juguetes"!
—Y ya comienzas a gritar de nuevo. Escucha Angie, lamentablemente no existe ningún artículo o ley, nada, que defiende o prohíba la venta y posesión de androides.
—Pero-
—Te guste o no, él es visto como un objeto en la sociedad. Un objeto que le pertenece a nuestra madre.
—Pero ella lo maltrata.
—Cariño, ellos fueron diseñados para esto... Quizás no sean verdaderos sentimientos, solo copien o algo así emociones.
—Y ya estás hablando como ella, es increíble Milo, creí que tú me entenderías, que me ayudarías.
—Pero es que no podemos hacer nada.
—Cuando lo conozcas, me darás la razón.

-o-o-o-o-

—¡Hijo! —exclamó Jennifer al ver al muchacho.
Milo sonrió y abrazó cálidamente a su madre, no la veía desde el entierro de su papá.
—No sabes cuanto te extrañé cariño, no sabía que llegarías hoy.
—Quería que fuera una sorpresa —le dijo sonriendo.
—Y si que la fue, una hermosa realmente mi amor.
Milo era su adoración.
—Mamá, debemos hablar.
—¿De qué cariño? —le preguntó curiosa.
—Ven.
La tomó de una de sus manos y la guió al gran sofá de la sala.
—Escucha ma, cuando llegué, Angie-
—Te habló de Andrew —le dijo seria.
—Sí, ella me hablo de ese... "Chico".
Suspiró y acarició la mano de su hijo.
—Escucha mi amor, no sé que te haya dicho Ángela, sabes que a tú hermana siempre le gustó exagerar las cosas.
—Ella cree que él realmente siente.
—Pero no es verdad Milo, ellos solo copian emociones, actitudes, simplemente eso.
—¿Podría verlo? Solo así sacaré mis propias conclusiones.
—Hijo, yo no quiero que reacciones como Angie cuando lo vio.
—No te estoy juzgando mamá, sólo quiero que Angie no se preocupe por cosas innecesarias.
—Okay, espérame un momento, bajaré con él.
—De acuerdo.

-o-o-o-o-

Abrió la puerta de la habitación y lo observó, él al verla, rápidamente se puso de pie.
—Jenny.
—Cuando te compré, no creí que me causarías tanto problemas.
—¿Qué? ¿Pero qué hice ahora?
—Poner a mis hijos en mi contra.
—Solo conozco a tu hija... Y no la he vuelto a ver.
—Fue suficiente una vez, ahora ella desconfía de mi.
—Jenny yo-
—Tú ahora harás lo que yo diga —pronunció con rabia.
La miró confundido, con temor.
Sacó su celular y presionó un par de veces sobre la pantalla.
—¿Qué haces?
—Desactivando tú modo inteligente.
—¿Qué? —jadeó con miedo.
Se llevó una mano a la cabeza y apretó sus dientes, arrodillándose en el suelo.
El dolor era insoportable, y sentía que algo se rompería si ella no paraba.
—Ahora si actuarás como un androide.
Un par de segundo más, y Andrew lentamente se puso de pie.
Ella sonrió de lado y se acercó a él, chasqueó los dedos frente a sus ojos y él ni parpadeó.
—Ahora bien, camina fuera de la habitación.
Y como si fuera una especie de juguete comandado, se dirigió con pasos firmes hacia la puerta.
—Solo hablarás si lo digo, ¿entendido?
Él solo asintió con la cabeza.
Su mirada lucía apagada, su rostro serio, no había expresión alguna de él... Rastro alguno de sus emociones.

...

Juguetes para ellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora