2. Erwin Fetes

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Eran las 23:32 p. m. Cuando Minch y su compañero, fueron a la calle Cuarta, donde una patrulla policial había hallado un nuevo cadáver. Era el mismo modus operandi, pero esta vez no lo habían colgado, si no que lo había amarrado a un poste del alambrado público, como si lo abrazara, dejando su espalda vulnerable. Esta vez, las iniciales estaban cerca de donde habían estado sus genitales. E.T.

¿Que mierda significaba E.T.?, Se preguntó para sus adentros. Este era el segundo caso, y la víctima, también había sido un violador. Si esos eran los prospectos para asesinar, el autor terminaría por acabar con más del 70% de la población de la ciudad.

La víctima se llamaba Erwin Fetes, tenía 27 años, y había sido condenado por 3 violaciones. No había pagado ninguna condena, había salido ileso de todo, debido a que el juez que había llevado su caso, a según su criterio, las acusadas habían llevado una vida pecaminosa, por lo que ellas habrían provocado a Erwin Fetes.

Un periodista fumaba su cigarro, mientras anotaba todo en su tablet, Linker había notado que el hombre aún no se había acercado a preguntar, acerca del occiso. Pero Minch no le dio ni la menor importancia, este nuevo hallazgo, le estaba poniendo los pelos de punta

♢♢♢

A las 08:30 a. m. del Jueves, Bert Linker, el novato compañero de Minch, leía el diario local, específicamente, la noticia del nuevo cadáver hallado en calle Cuarta. Al parecer el periodista había redactado cada detalle minuciosamente. Por suerte, se había abstenido de emitir una opinión personal. Minch no quería que corriera la histeria, temía que otros, salieran a la calle, a realizar la misma acción.

Aún que no estaría mal, que esa mierda desapareciera. Pensó con frialdad Minch.

Linker leía en voz alta, una noticia acerca de deportes; los diablos azules iban ganando esta temporada, le seguían los Perros de calle, y al final, estaban los Saltamontes Verdes. El chico tenía apenas 23 años, había estado en la escuela de investigación, y una vez graduado, lo habían entregado en los brazos de Fedora Minch, el mejor investigador de la región. Aunque en un inicio se había imaginado que era una mujer. Era algo medio despistado, pero según el sabueso, era un diamante en bruto.

Bert Linker era el hijo menor, de tres hermanos. El mayor era médico, el segundo era abogado, y él, un prometedor investigador. Era de porte atlético, delgado, y con facciones de adolescente. Tendía a llevar su cabello corto, y bien engominado. Y en su gaveta, siempre había una camisa de recambio, ya que de vez en cuando, tendía a derramar el café, manchando sus camisas.

Minch, a diferencia de él, era metódico, y solía beber en momentos donde no se movía, por lo que nunca se manchaba, siempre estaba impecable en su traje de franela gris. E irónicamente, detestaba las fedora. Su abuelo las amaba, y había pedido a su hijo, que cuando le diera un nieto, que le diera una fedora, pero su padre le había dado el nombre, para que le siguiera toda su vida. Mala idea, llevaba toda una vida odiando su nombre, escuchando las burlas de los demás.

-¿Encerio cree que se trate de un asesino serial? -preguntó Bert, sacando a Fedora Minch de sus pensamientos.

·No lo sé, pero es una probabilidad -el mayor pensaba en todas las pistas, pero E.T. era la gran incógnita -sabemos que quien cometió estos ataques, busca de preferencia a violadores, pero ¿fue premeditado? o ¿solo lo hizo por defender a alguien?

-No pudo ser una riña por cuentas pendientes, porque ninguna de las víctimas se conocían -comentó Linker.

-No necesitaban conocerse entre ellos -mucho calor el día de hoy, pensó con molestia --solo conocer al atacante.

-Talvez, el atacante los conocía, pero ellos...

-No a él -terminó Minch la frase de Bert.

Era todo un caso.

A las 9 hicieron relevo de turno, y fueron a descansar a sus respectivos hogares. Minch vivía en una casa pequeña, luego que su esposa falleciera. Sus hijos se habían casado y marchado, Mindy y Lother Minch, eran sus adorados hijos, y Lother sería padre en pocos meses, de una niña, a quien habían decidido llamar Larita.

Linker, en cambio, vivía en un apartamento en una fastuosa torre, sus padres lo habían comprado y se lo arrendaban a buen precio, y el tenía la mejor vista de Escaris. Pero aunque tuviera la mejor vista a la ciudad, lo habría cambiado todo por tener a la hermosa de Meg Hedo en su cama. La musa era una detective recién egresada de la academia, de la misma generación que él, ella solía aletear sus largas pestañas, hasta crear un vendaval. Así había caído Bert, cuando aún estaba en la academia.

Pero Meg Hedo, era una diosa intocable, salvo tal vez, si tenías la estatura suficiente, y por estatura, quería decir que saldría solo con alguien que llenara los zapatos. La chica no salía con cualquiera que se le cruzara en el camino, era una chica de principios, que ponía todo su empeño para revelar los misterios que se le interponían.

Linker soñaba con algún día poder invitarla a salir, pero cada vez que la veía, le era imposible emitir más de dos palabras, ni hablar de una frase completa.

Meg Hedo tenía unas piernas largas de modelo, una cintura de avispa, tonificada, con ojos verdosos, y una hermosa cabellera castaña clara, y su cara parecía de actriz de cine.

Linker se masturbó pensando en Meg, y luego durmió plácidamente, olvidando los macabros cadáveres mutilados y sodomizado.

♢♢♢


Minch por otro lado, no podía dormir. El caso le daba vueltas y vueltas en la cabeza, pero todo era muy reciente, como para tener ya un culpable. Su casa era soleada, y tenía un bonito jardín trasero, el cual tenía muchas flores, algo que había aprendido en su matrimonio.

Con los años, había aprendido a crear su propio horario, por lo que cada que llegaba de la comisaría, preparaba algo de comida, ordenaba el jardín, lavaba su ropa, y por fin descansaba. Estaba preparando la comida, cuando el timbre sonó. Dejó la olla en fuego lento, y fue a revisar quien era. Pero esa mañana no esperaba la visita de Grace. La mujer tenía una hermosa cabellera rubio ceniza, que le rozaba los hombros.

-Disculpa si molesto, pero quería saber que te estás alimentando bien -dijo la rubia toda coqueta.

-Claro que sí -dijo el hombre alzando una de sus cejas -¿Gustas pasar? Así podrías corroborar lo que digo.

-Me encantaría -su sonrisa mostraba una dentadura casi perfecta, salvo por un diente chueco, producto de un problema de ortodoncia.

Grace entró como dueña por su casa, con su chaleco amarillo de lanilla, provocando un leve estornudo en Minch. Caminaba contoneándose sus caderas, provocando deseo y lujuria en Fedora, que estaba embelesado por aquella mujer.

Fedora y Grace se conocían desde hace años, habían tenido un leve amorío, cuando ambos estaban casados. Pero ambos habían decidido dejar las cosas hasta ahí, por el bien de ambas familias. Pero ahora que Minch era viudo y Grace divorciada, no había necesidad de no verse. Aunque ambos tenían sus respectivos apartamentos, pues tenían un mundo propio, que de vez en cuando compartían.

♢♢♢


La mañana con Grace, era algo relajante, sobre todo, porque no había necesidad de tener sexo como dos adolescentes, ahora había tiempo, experiencia, y calma. Minch estaba medio dormido, envuelto en las sábanas blancas de su cama, mientras acariciaba el pezón de Grace. Estaba listo para una nueva ronda, pero entonces el teléfono del velador sonó estrepitosamente, destruyendo la magia del ambiente.

-Minch -dijo al contestar a modo de saludo -sí, ok, mierda, voy para allá.

-¿Que sucede Minchi? -preguntó Grace, cuando colgó la llamada -¿Tus hijos?

-No, el trabajo -dijo con molestia --E.T. volvió atacar.

La Bestia de la CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora