Minch apresuró el paso y subió a la limusina tratando de no verse extraño, no quería llamar la atención de los guardias. Una vez dentro, Bert encendió el auto y salió del lugar con calma. Las chicas, Felicia y Gina respiraron al fin cuando los tres salieron del lugar sin que los siguieran. Sin embargo, Fedora Minch se preocupó cuando no vio a Meg Heddo en los asientos.
–Tranquilo jefe –le calmó Bert mientras conducía –la dejaron en el maletero, dijeron que había dado la pelea y llevarla ahí sería menos problemático.
–Esperemos que no se ahogue entonces –comentó Minch aun preocupado.
Bert condujo varias cuadras hasta que finalmente llegaron a la casa de Gina, que había sido designada como punto de encuentro. Felicia ya había llegado y los esperaba en la puerta de la casa.
–Hasta que al fin llegan –se acercó a ellos, preocupada – ¿dónde está Meg?
Bert bajó enseguida de la limusina y rápidamente abrió el maletero, los tres revisaron a Meg que seguía dormida. Bert la tomó en brazos y entre los tres ingresaron rápidamente a la casa. Gina ya tenía preparada una habitación para ella y la anciana china había preparado un batido de yerbas desintoxicantes. En cuanto Meg abrió los ojos, todos respiraron más aliviados.
–Bienvenida al mundo –dijo Gina que estaba a su lado –no intentes moverte, la droga que te administraron te mantendrá algunas horas más aturdida.
– ¿Dónde....? –balbuceaba a penas.
–Tranquila linda –le calmó Felicia –estamos en casa de Gina, nadie te hará daño. Ya todo está bien.
La anciana china le daba a tomar sorbos del batido desintoxicante a Meg, mientras los demás tomaban una taza de café en el comedor. Gina al igual que todos estaba en silencio, acababan de encontrar un negocio exorbitante de tráfico de personas y estaban a un paso de desbaratarlo.
– ¿Pudieron captar a todos los invitados? –preguntó Minch con aire sombrio.
–Sí Fedora –respondió Felicia –gracias a la cámara que llevaba Meg y Minch, los programas de reconocimiento reconocieron quiénes fueron los invitados y los compradores.
–Caerán en cuanto esté listo el informe –sentenció Bert.
Minch se sentía agotado, varias muchachas habían sido vendidas cuando había estado sentado a la mesa con Emily Tate. Muchas chicas esa noche serían violadas, abusadas, humilladas y quien sabe qué otra cosa harían con ellas. El problema es que tenían que actuar con cautela si querían verlos a todos caer, no podían darse el lujo de actuar improvisadamente.
En ese momento la anciana china salió de la habitación de Meg.
–Yin Yi –llamó Gina – ¿cómo sigue Meg?
–La señorita ha tomado todo el batido, ahora está descansando –la anciana hizo una reverencia a Gina y luego se retiró a la cocina.
Los cuatro se levantaron y fueron a ver a una convaleciente Meg que estaba medio dormida. Bert se sentó en el borde de la cama, no le agradaba para nada que ella se hubiera arriesgado tanto, y pese a eso la admiraba por ser tan valiente. No era una mujer común y por eso le gustaba tanto.
– ¿Qué creen que le hayan administrado? –preguntó Gina con el ceño fruncido al recordar cómo había visto cuando golpeaban a Hedo para luego hacerla desaparecer en el interior de la furgoneta.
–Es probable que le hayan administrado algún tipo de somnífero –comentó Felicia –de cualquier modo le tomaré una muestra de orina luego.
–Qué guapo.... –todos quedaron desencajados con el comentario de Meg, quien no dejaba de entrever a Bert –deberíamos divertirnos un día.
Bert al igual que los demás que estaban en la habitación quedaron atónitos ante las declaraciones de Meg Hedo. Bert no podía creer que estando en ese estado, Meg estuviera diciéndole aquello.
–Gina –llamó Bert con el rostro tan rojo que parecía tener fiebre –podrías cuidar de Meg por mientras, creo que todavía está bajo los efecto de la droga.
Bert salió de la habitación y Felicia solo pudo guardar su risa tras taparse la boca con las manos. Hasta Minch se le escapó una sonrisa por la situación.
Dos horas más tarde, Meg al fin comenzaba a tener algo de cordura nuevamente. Pero ninguno se había atrevido a hacer algún comentario acerca de su declaración hacia Bert.
–La cabeza me punza –Meg estaba recostada, si se sentaba comenzaba a marearse –por favor díganme que esos idiotas ya están tras las rejas.
–Estamos en eso, por ahora descansa –le calmó Minch – ¿pudiste ver algo más en el otro lado?
–A decir verdad, sí –dijo con tono serio y los ojos cerrados –cuando llegamos al edificio y nos quitaron la capucha, nos metieron en unas celdas individuales. Nos dividían según atributos físicos, las que eran vírgenes las dejaban para el final.
–Esas eran las aves exóticas –comentó Minch.
–Sí, al poco después de llegar a las celdas nos inyectaban anestesia –recordó Meg –lo sé porque recuerdo cuando lo comentaba un tipo con pinta de médico. Pero es mucho más complejo, todo lo que vimos y escuchamos, no es más que la punta de un gran iceberg.
– ¿A qué te refieres?
–Por lo que llegué a entender de algunas conversaciones –intentó sentarse con lentitud –habían otros cargamentos, como los llamaban ellos. Uno de ellos, dijo que el lote de los perros estaba bajo, mientras que el lote de los conejos y los gatos ya estaba listo para partir.
–Conejos, gatos y perros –susurró Minch.
–No logré hablar con alguna chica, todas estaban asustadas y estoy segura que ninguna llevaba más de unas horas ahí.
–Eso significa que no queda ninguna –pensaba en voz alta Felicia –deben de deshacerse de todas.
–Lo último que recuerdo antes de caer dormida, es que hablaban acerca de un cargamento para el viejo.
Otro cargamento de aves exóticas, pensó Minch. No podrían salvar a todos esa noche; era muy falso decir que salvarían a todos. Aunque eso quisiera, no lograrían salvar a todos de las bestias.
–Hablaban algo acerca que el viejo era una anciana y más mala imitación de Harvey Weinstein.
Un anciano quería un cargamento de aves exóticas. ¿Cuánta maldad podía haber en una simple ciudad? Minch se sentía harto de encontrar tan miseria en esa tierra, pese a que le gustaba su trabajo. Quizás, cunado todo terminara, pediría el retiro y se iría al caribe con Grace.
–Hay algo que quería contarles, cuando todos estuviésemos presentes –comentó Minch y todos lo miraron –cuando estuve en la subasta, una mujer se sentó conmigo, al principio creí que era una compradora pero resultó ser la mismísima Emily Tate.
Ninguno de los presentes podía creerlo, E.T. había ido un paso adelante y ni siquiera había levantado sospechas ni la atención. Estaba por dar un golpe, eso era seguro, debían darse prisa si querían llevar ante la justicia a los compradores y a los organizadores de aquel negocio.
–Y ahora ¿Qué hacemos? –preguntó Bert confundido.
–Recobremos fuerzas primero –le dijo Minch –luego enviaremos el reporte de la jaula a Óscar y con eso podremos atrapar a todos los que estaban en ese lugar. Luego iremos por el fondo del iceberg.
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La Bestia de la Calle
Mystery / ThrillerLa ciudad de Escaris, es una ciudad cosmopolita que nunca duerme, con una población que va en aumento. Pero las noches no son seguras, al menos no para los violadores y asesinos. El investigador Fedora Minch y su inexperto compañero, Bert Linker, bu...