6. E. T.

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Había pasado una semana, desde el hallazgo de los 9 cuerpos en la fábrica abandonada. Fedora Minch trataba de hallar alguna pista, pero no había nada. Los encargados de la evidencia habían revisado un centenar de veces, pero hasta el momento, no había nada nuevo.

– Minch –susurró Linker, como si temiera que alzar su voz, a su compañero le diera un ataque de ira –¿No sería mejor buscar en los antecedentes de las víctimas?

– Dices ¿De buscar según las jóvenes violadas? –preguntó en tono seco.

– E.T. solo mata a violadores ... Y pedófilos también –no se sentía seguro, notó el mayor –talvez, sea una víctima resentida, que busca venganza.

– Hay más de un millar de jóvenes ultrajadas en está condenada ciudad ... Imagina a nivel nacional o incluso, mundial.

Bert no sabía que rumbo seguir, todo el caso en general era un lío.

– Fedora –dijo Felicia acercándose de forma enigmática –encontraron nueva evidencia.

Los técnicos habían trabajado arduamente, y al fin habían hallado algo a duras penas, pues era muy pequeño, pero era algo.

– ¿Y bien? –preguntaron todos.

– Es esto –dijo el encargado, entregándoles una bolsa transparente.

– ¿Esto es ....–preguntó inseguro el sargento Maciel –cabello?

– Me temo que es lo único que hemos podido hallar –dijo alzando sus hombros el encargado –el asesino es muy prolijo en su trabajo.

– ¿Es morado? –preguntó Estévez, que estaba más alejado de la evidencia.

– Es lila –sentenció Hedo.

– Es lo mismo –dijo con sorna Fermín.

– El morado es más oscuro y el lila es más claro –estaba de brazos cruzados –un buen investigador debe saber hasta la mínima diferencia.

Ambos no se toleraban, pues median sus logros y trataban de demostrar quién era el mejor.

– ¿Es cabello natural ? –preguntó Minch al investigador, sin prestar atención a la pelea de Estévez y Hedo.

– No señor, es cabello artificial –dijo –debe ser de una peluca...corta seguramente, debido al largo.

– Una chica con caperuza roja y peluca lila –dijo Felicia –esto se pone cada vez más interesante.

¿Quién eres? ¿Qué buscas lograr, E.T.?

♢♢♢


Que noche más fresca y deliciosa. Era de esas noches donde la luna brillaba en su máximo esplendor, pensaba un muchacho mientras conducía su descapotable rojo, mientras el viento sacudía sus rubios rizos. Había música suave, que apenas se escuchaba debido a la fuerte brisa nocturna.

El chico llevaba unos jeans entallados claros con un chaleco color crema con dos líneas negras. Típica vestimenta de chico que a logrado tener todo a su alcance. Sus ojos concentrados en el camino, también mostraban un brillo único y malicioso, tenía un plan para esa noche, lo había planeado desde hace tiempo, desde que había probado, a una chica en la vieja zona abandonada. Aún podía oír sus quejidos en su mente. Le encantaba recordarla, a ella y a las otras. Lo mejor de todo, es que ellas nunca sabían quien era el que las probaba, y si bien es cierto, hubieron algunas que lo descubrieron, sus abogados se habían encargado de hundirlas. El dinero y el poder pueden comprar todo.

Luego de conducir por mucho rato, por fin llegaba a un bar apartado, en los faldeos de la montaña de Escaris.
Estacionó el auto, y se dirigió a la entrada, donde un guardia con aspecto de gorila, hizo un gesto para que pasara. Era un lugar exclusivo, donde había que tener bastante dinero. El rubio caminaba con tal confianza, que parecía estar en su propia casa.

Sus ojos divisaron entonces a una hermosa morena, que hablaba con el barman. Solo le bastó hecharle una mirada, para sentirse tentado de probarla. Cuando estaba por llegar a ella, una chiquilla de cabello corto y lila se le cruzó en el camino.

– Disculpa, es que no te ví–se disculpó ella.

– Descuida no pasa nada –el rubio la observó, y pudo notar sus apretadas ropas negras que llevaba bajo la chaqueta roja –disculpa que sea atrevido, pero....¿Estás sola?

Las mejillas de la chica se tornaron rojas al instante.

– Eh... sí –se notaba avergonzada –iba a juntarme con alguien, pero creo que...me plantaron.

Perfecto, pensó el rubio.

– Si no te molesta, puedo invitarte algo –dijo con su mejor sonrisa –al menos para que no te vayas pensando que todos los hombres son iguales.

– Bueno...–se notaba tímida.

Se sentaron en una mesa apartada, y conversaron de todo y de nada, pasaron las horas y cuando perdieron la noción del tiempo, el rubio sugirió ir a un motel, cerca de ahí.... La de cabello lila estaba más desinhibida, y algo ebria. Era ideal, mientras más atontadas quedaban, más fácil era para él hacer lo que quisiera.

Subieron al descapotable rojo y el rubio condujo 5 kilómetros hacia el este, hasta un motel de mala muerte, donde un hombre decrépito los atendió en la entrada, pero al hacer el registro el rubio pago el triple, para que le diera las llave de una de las cabañas sin necesidad de anotar un condenado nombre.

La cabaña era simple, una cama de dos plazas, un baño amplio, con varias toallas. Había también un televisor, pero de los antiguos, de los grandes y monstruosos televisores de los 90.

La de cabello lila en cuanto entró a la cabaña, cayó sobre la cama, atontada por tanto alcohol. El rubio, no podía creer que no había sido necesario administrarle droga para dejarla en ese estado. Él también se dejó caer sobre la cama, quedando hacia los pies, observó detenidamente a la chica, sus tonificadas piernas, su trasero redondo, pero no exuberante, sus pechos bien definidos, ahora aplastados contra la colcha de lana de la cama. Sus brazos levemente pecosos, su maquillaje levemente corrido, su extraño cabello lila.

– Ay, preciosa –dijo en un murmullo –me voy a divertir mucho contigo.

El rubio se levantó de la cama, salió de la cabaña y se dirigió al auto, sacando de la cajuela un bolso negro.
En cuanto entró nuevamente, la chica ya no estaba en la cama, y del baño solo se podía oír el ruido del inodoro, a través de la puerta. Se dirigió hacia allá con rapidez, pero entonces sintió un aguijón punzante en su cuello. Se giró y entonces pudo ver a la chica sonriente, mientras lo veía caer al frío piso de madera.

– Ay precioso, me voy a divertir mucho contigo –dijo con una sonrisa y un brillo macabro en los ojos.

– Qui.... Quién...e..eres? –intentó modular el rubio.

– Soy Emily Tate –dijo seductora –y te prometo que ésta noche, será por todas las chicas que probaste.

Su visión se tornó borrosa, y lo último que vió, fue a la chica de cabello lila y capucha roja, sonreír de una forma, que anticipaba en que terminaría todo.

La Bestia de la CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora