4. Sangre en las calles

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Minch había estado con Grace por las mañanas. Su presencia le calmaba los nervios, sobre todo al no tener ninguna pista. Por suerte, E.T. aún no había vuelto atacar.

Habían pasado tres días desde el último hallazgo, y habían triplicado los patrullajes nocturnos. Linker apostaba a que de seguro era alguien que tenía cuentas pendientes con ellos, pero Minch estaba seguro que no. Presentía que era algo mucho peor.

Aquella noche no estaba tan fría como las otras, pensó Fedora. Pero Bert seguía igual con sus estrafalarios mitones de nieve, por que el frío le calaba los huesos de las manos. Estaban patrullando desde las diez de la noche, pero no había nada. Las calles estaban más tranquilas que de costumbre.

Bert bromeaba que debía de ser por el asesino, que seguro él había dejado a todos nerviosos y a raya.

Fedora arrugaba su entrecejo, con cada minuto que pasaba, más sentía un nudo en el estómago. Once, doce...dos de la madrugada. Fue entonces, que llamaron por radio; al parecer unos trabajadores de un bar, habían visto algo sospechoso en un galpón abandonado que estaba en frente.

Linker apostaba a que de seguro era una pareja necesitada, en busca de un lugar oscuro para tener sexo. Minch se abstuvo de emitir alguna opinión.

Llegaron en quince minutos, y si bien el bar ya estaba cerrado, aún mantenía unas tenues luces prendidas en su interior. Estacionaron donde estaba el bar, pero el experimentado comisario, sacó su arma. Como buen Sabueso, podía oler a distancia los problemas, y el viejo galpón, despedía un olor nauseabundo.

Entraron sigilosamente, el lugar estaba completamente deteriorado, apestaba a orina fermentada, vómito añejo y animal muerto. El techo se mantenía a duras penas, y se había creado una abertura en una de las esquinas, producto de la humedad y la corrosión del tiempo. Había mucho silencio, hasta que Bert pego un grito un tanto afeminado, al percatarse que un ratón se paseaba entre sus pies.

Minch lo miró con furia, si había alguien ahí, ya estaba de sobre aviso de que habían llegado. Perfecto, pensó Fedora irritado.

Cuando Bert se calmó, pudieron oír el ruido de pasos. Alguien estaba corriendo en medio de esa oscuridad, Minch trató de seguir el ruido de donde provenían los pasos, pero fue en vano. Bert se disculpó, pero ¿de qué valía disculparse, si al final, habían perdido a un sospechoso?

Entonces escucharon los gimoteos ahogado de alguien. Se miraron por un breve segundos a los ojos, y comenzaron a buscar, entonces oyeron un lamento, caminaban de izquierda a derecha y luego el lamento se volvía un eco, doblaron a la derecha y después a la izquierda, y hallaron al autor de los lamentos.

Había una joven en el piso, estaba arañada, golpeada, maniatada, y sobre todo, sangrando. Había sangre escurriendo por sus piernas y por su boca.

Bert intentó acercarse, pero la mujer se lo negó, comenzó a gimotear más, asustada, envuelta en terror y pánico. Minch lo detuvo y le mandó a llamar a la comisaría, que avisara del hallazgo de la chica, y también a la brigada en peritos sexuales. La habían violado.

♢♢♢

Fedora Minch estaba sentado a su escritorio, ceñudo, asqueado y con ganas de golpear algo. Era increíble que después de tantos años trabajando como investigador, aún pudiera estar shokeado por el encuentro de la joven ultrajada.

Se llamaba Helena Zafir, universitaria, 25 años, buena hija, ejemplo de mujer, siempre ayudado a todos. Ahora era una chica mancillada, incapaz de emitir una palabra sin ponerse a llorar.

Cuando Minch trató de explicarle que ellos eran los buenos, la joven se había largado a llorar. Por su experiencia, le había dado su espacio, hasta que llegó Meg Hedo y otros investigadores. Al ser mujer, fue más fácil crear una conexión de resguardo.

La Brigada de peritos sexuales, habían ayudado a Helena, le habían dado consuelo, llamado a su familia, la llevaron al hospital más cercano para constatar lesiones, buscar pistas, etc, etc.

Habían podido tomar una muestra a los residuos de semen que habían quedado al interior de Helena. Luego de muchas horas de espera, se supo que el hombre que la había violado, era Baltus Jett, y este era su sexto atraco. El hombre era fugitivo de la justicia,no habían podido hallarlo y la última vez que habían tenido noticias, había sido hace año y medio.

Minch estaba por irse a su casa, cuando su jefe lo mandó a llamar a su oficina. Al llegar ahí, se percató que no era el único. Estaba Meg Hedo, Felicia Bürry, Benito Longhborn, Fermín Estévez y Hernán Maciel.

Eran los mejores detectives de la comisaría. Aunque había una gran diferencia de edades, todos eran experimentados y buenos en lo que hacían.

El prefecto, Óscar Poly, los había mandado a llamar, porque hace tan solo 10 minutos, habían recibido una noticia de lo más alarmante y tétrica.

-Vamos jefe, díganos de una vez que a pasado -pidió Felicia Bürry.

El hombre los miró a cada uno, y les pidió que se sentaran.

-Hace unos minutos, recibí el llamado de unos detectives, que patrullaban en la frontera de la zona industrial.

- Y ¿Qué con eso? -preguntó impaciente Meg.

-Déjame terminar Hedo -pidió el jefe.

Muy bonita, muy inteligente, pero demasiado impaciente, pensó Fedora, mirando de soslayo a la joven.

-En una fábrica abandonada, donde se iba a rematar el terreno, hallaron 9 cadáveres -su voz era grave y algo pastosa al hablar -uno sobrevivió, pero está en pésimas condiciones, en este momento lo llevan al hospital.

-Que horror -dijo Meg.

-¿Un ajuste de cuentas? -preguntó Benito, a nadie en especifico.

-Talvez solo eran bandos enemigos -dijo Fermín sin mucho interés.

-¿Podría ser E.T.? -preguntó Hernán, con cautela.

Fedora había guardado silencio desde que llegó a la oficina, sin embargo, también pensaba que podría tratarse de E.T. aunque no quería afirmar nada aún.

-Me interesa que atrapen al asesino o los involucrados -contestó con rabia el director -esta noticia va a causar pánico, y lo último que quiero es que cunda el caos.

Suspiró con pesadez.

-Ustedes son los mejores investigadores que está institución podría tener, es por eso, que les dejaré el caso a ustedes.

Miró fijamente a cada uno.

-Irán junto a sus compañeros, y necesito resultados rápidos -tragó saliva -Se les facilitará todo el material que necesiten.

Los seis salieron de la oficina con diferentes sentimientos. Este quizás, era el gran caso, el caso de sus carreras, que los remontaría a la fama y a la gloria, si daban con el autor de los hechos.

- Y ¿Qué le dijo el jefe? -preguntó Linker una vez que llegó a su escritorio.

- Espero que hayas descansado Bert -dijo mientras abría su gaveta, y sacaba un arma - Porque tenemos trabajo.

La Bestia de la CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora