Fedora y Meg llegaron agotados a la comisaría, obviamente, Felicia y Bert querían saber los por menores de aquel encuentro. Pero los recién llegados estaban irritados, pues en la conversación con Emily Tate, solo había quedado claro que ella seguiría matando a diestra y siniestra.
Para variar, cuando creyeron que podrían atraparla, habían descubierto que había sido un maniquí vestido a la usanza de ella, y su voz provenía de un alto parlante.
–Ella nunca estuvo ahí –comentó Minch mientras daba un buen sorbo a su café cargado –estaba prevenida desde antes de que llegáramos.
–A esa mujer no se le escapa nada –aceptó Hedo –estoy segura que la cámara que la captó en la compañía abandonada, fue obra de ella.
Los cuatro se habían reunido en una sala de conferencias, para hablar con más calma de la situación en que vivían.
–¿Entonces, no hay indicios de quien podría ser? –preguntó Felicia por cuarta vez, pues no concebía la idea de que aquel extraño encuentro, hubiera sido una simple conversación de cortesía.
–Ni la más mínima –Hedo parecía exhausta al igual que Minch, cómo si aquella conversación le hubiera quitado todas sus energías –solo sabemos que ella está decidida a hacer lo que sea necesario.
Horas más tarde, la comitiva de Hernán Maciel y Fermín Estévez, llegó con el rabo entre las patas. Habían revisado cada rincón de la iglesia, de cabo a rabo y viceversa, a lo menos unas tres veces, pero E.T. no había aparecido, ni siquiera una pista.
Minch pidió un voto de silencio a sus tres compañeros, aunque a Bert le habría encantado decir que Fedora había dado con su paradero. Sin embargo, no era la mejor idea hacerlo, ya que no había vuelto con ella, y no había hallado más pistas.
Sin embargo, y pese a que toda la comisaría sabía acerca del fallido intento de Hernán y Fermín, fue otro suceso que conmocionó a todos. Una anciana que había mutilado al violador de su nieta, sería juzgada dentro de poco, y las malas lenguas, decían que le darían la pena capital.
Minch había estado tan inserto en el tema de Emily Tate, que no había tenido tiempo de leer el diario y prender la televisión para ver lo que sucedía en el mundo. Y cómo buen sabueso que era, había sentido el rastro de E.T., y algo le decía, que la anciana tenía mucho que ver.
–Bert, Acompáñame.
–¿A dónde?
–Necesito hablar con esa mujer.
Llegaron a la comisaría dónde se encontraba la anciana, quién respondía al nombre de Talía Obanoi. Cuando estuvieron frente a ella, a Bert le llamó la atención, ya que se veía mucho más joven de lo que creía, ya que ella tenía ochenta años, pero parecía de sesenta.
–¿No le parece que es un poco tarde comisario? –preguntó la mujer, somnolienta –Éstas no son horas para una visita, y menos a una dama.
Linker y Minch, habían salido inmediatamente a la comisaría, y en plena madrugada, solicitaron hablar con ella, sin embargo, ella no mostraba apatía o molestia por la hora, era una dama educada, pese a no haber mostrado compasión al castrar al violador de su nieta.
–Necesitaba hablar con usted, acerca de su caso –comenzó Minch –¿Realmente lo hizo sola?
La mujer lo miró unos breves segundo, hasta que rió de buena gana, cómo si hubiera escuchado un buen chiste.
–Claro que lo hice yo, y con mis propias manos –las levantó y movió frente a él –¿Por qué lo duda?
–No sé, si se ha enterado que hay una asesina serial suelta.
–¡Ah! La chica asesina –dijo con aire de misterio, pero sus gastados ojos, brillaban cómo gemas relucientes –de haber sido más joven y con mayor determinación, yo también habría hecho lo mismo que ella, ser toda una heroína.
–¿Eso la considera? ¿Una heroína? –Bert se había mantenido al margen, hasta el momento.
–¿Y qué más sería? –volvió a reír la anciana –alguien debería hacerle un monumento y hasta canonizar su imagen.
–¿Apoya su ideología, de matar a diestra y siniestra? –retomó Minch.
–Completamente señor –tomó un aire sereno –Esa chica está haciendo lo que nadie más puede, justicia. Mata a diestra y siniestra, a aquellos que han hecho daño, no a inocentes.
–Y ¿si ella se equivocara? ¿qué pasaría si ella mata a alguien que es inocente en verdad?
–Dudo que en realidad eso pase –dijo Talía con determinación –ésta chica a demostrado tener un conocimiento mayor, lo suficiente como para no equivocarse.
–¿Y usted no se equivocó? –preguntó Minch.
La anciana los observó a ambos.
–No saben lo que es ver a tu nieta aterrada, destruida física, emocional y psicológicamente. Ella me dijo quien había sido, pudo verlo, y de la peor manera, hice justicia con mis propias manos, porque nadie más me lo podría haber dado, por lo que no, no me equivoqué.
–Usted logró su venganza –acotó Bert.
–Así es, ese malnacido no volverá a lastimar a ninguna chica de nuevo –sus ojos brillaron aún más –ya estoy vieja, no tengo nada que perder, jovencito. No tengo miedo de ir a prisión, o incluso de morir.
–Usted no morirá –sentenció Minch.
–La familia del infeliz, que ultrajó a mi preciosa Tallulah, le ofreció dinero con tal de que callara, me han llegado varias amenazas, pero créame, no les tengo miedo ¿Porqué debería? Ellos no son más que ratas sucias y asquerosas, qué piensan que porque tienen dinero, pueden hacer lo que quieran.
–Podrían dañar a su nieta –intentó hacerle ver Linker.
–Ellos no lo harán, no quieren más líos, además, de hacerlo, solo se verían afectados ellos –Talía suspiró cansada, quizás por la edad, y medio por la situación –La chica que buscan, será toda una leyenda viviente, ella sola, creo yo, tomó el papel de justiciera. Las familias de las afectadas y uno que otro afectado, siempre piden justicia, pero en verdad queremos hacerlos sufrir, queremos que sientan el mismo dolor que ellos provocaron, que no queden impunes.
–Comprendo, pero hay otras formas de hacer justicia –intervino Bert.
–¿Cómo? ¿Yendo a los tribunales? ¿Reiterando a los jueces que hagan justicia? –les preguntó un tanto colérica –esos inútiles de los jueces, solo saben llenarse los bolsillos de dinero, igual que los políticos, por eso no renuevan las leyes ¿Sabían que la ley del código penal, está desde 1913? Ni siquiera la han renovado a nuestra época, está obsoleta.
–Ok, hay mucho que mejorar –aceptó Minch, para terminar la discusión.
Una vez devuelta en la comisaría, Fedora sentía el desasosiego de sus pensamientos. Hablar con Talía, solo había hecho que mantener la postura de que Emily Tate estaba formando un movimiento social en masa. ¿Qué pasaría cuando más Talías, salieran a las calles, a hacer justicia por sus manos? Iba a ser un pandemónium. Aunque no le agradaba los jueces, era necesaria su existencia, alguien debía ser árbitro, aunque claro favoreciendo a a la víctima, y siempre dejando en claro quién era el verdadero culpable. Siempre habrá de todo un poco en el mundo, hombres buenos y mujeres malas, cómo así también, hombres malos y mujeres buenas.
–Señor –le sacó Bert, de sus nefastos pensamientos –nos llaman de la cárcel, parece que Taddeo Fiori, quiere hablar con nosotros.
–Pues esperemos que sea algo bueno.
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La Bestia de la Calle
Mystery / ThrillerLa ciudad de Escaris, es una ciudad cosmopolita que nunca duerme, con una población que va en aumento. Pero las noches no son seguras, al menos no para los violadores y asesinos. El investigador Fedora Minch y su inexperto compañero, Bert Linker, bu...