Saeni miraba por la ventana de su lugar de trabajo, parecía perdida observando los edificios y rascacielos que se elevaban hasta tocar las nubes. De vez en cuando se podía notar a las aves que cruzaban el firmamento y se reflejaban en los vidrios de espejo.
A su lado yacía el diario local del día, donde en primera plana, se leía la noticia de una chica que había sido violada. Pero debido a su estilo de vida, nadie la había apoyado, por el contrario, había sido humillada. Finalmente, la chica se suicidó días antes.
Se llamaba Melina Hoster, y era estudiante universitaria, tenía 22 años. ¿Su error? Fue tener una vida a su manera. Había aprovechado su cuerpo escultural para sacarse una fotos consideradas "subidas de tono" por una parte de la población, además, habían añadido que había tenido una gran cantidad de parejas a lo largo de su corta vida.
Los que dijeron ser sus amigos, le dieron la espalda, su familia la repudió, y la sociedad se encargó de lapidarla. Ya no importaba que hubiese sido la mejor estudiante de su generación, ni que estaba en un programa contra la hambruna infantil, ni que había co-creado una ONG que peleaba contra el maltrato animal.
No, ahora solo era la zorra que se había suicidado por algo que ella tenía la culpa. A Saeni le daba asco la ciudad, y sobre todo, quienes vivían ahí, y se sentían con la libertad de juzgar a una chica como Melina. Esa sociedad mojigata también era culpable de las violaciónes, de los abusos, la violencia y los asesinatos, habían normalizado aquellos actos, porque:
Ella se lo buscó.
Era una suelta.
Era una indecente.
Se vestía como puta.
Se acostaba con muchos.
Él sólo se enojó.
Ella los provocaba.
Él se puso celoso, pero tenía derecho.
Él era un amor con ella.
Yo no me meto en relaciones ajenas.
No, nadie tenía derecho a hacerles daño, ni mucho menos a juzgarlas o humillarlas. En realidad, la idea era que ambos no se dañaran entre sí, pero eran siglos de historia donde el hombre hacia lo que quería, las mujeres agachaba la cabeza con sumisión, y la sociedad solo miraba para el lado, haciendo la vista gorda, sin importar que pasara con ellas.
Saeni no creía en Dios, pero irónicamente, todas las noches rezaba por esas chicas que tenían que llegar a sus casas durante la noche, por las que habían sido silenciadas y por las que las sociedad había hundido. Parecía normal que una chica fuese violada, pero anormal que una cadena de comida rápida fuese a sacar su menú principal de sus locales.
Hacia tres meses habia habido una marcha por NiUnaMenos en Escaris, pero de nada servía caminar por las calles, si al final nos juzgabamos las unas a las otras, si se normalizaba un actuar tan vil, y sobre todo, si la ley no amparaba a las víctimas, y facilitaba la libertad del atacante.
Saeni dejó la ventana por un instante, y sacó un pequeño cuaderno, donde escribió un poema.
Cuando camine por la noche,
Con mi falda corta,
La oscuridad se transformará en cómplice.
Anoche fui yo,
Mañana serás tú
Dirán que nos lo buscamos,
Por ser indecentes,
Porque vestimos como cualquiera,
Porque somos débiles.
Ayer me silbaron,
Hoy me tocan,
Mañana me violan.
Nos callarán con muerte,
Negarán lo que han hecho,
Y serán libres.
Desde que nacimos,
estamos condenadas.
Nos arrebataran la vida,
Pero no callarán nuestras voces.Saeni suspiró con pesadez y cerró el cuaderno. Era hora de volver al trabajo.
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La Bestia de la Calle
Gizem / GerilimLa ciudad de Escaris, es una ciudad cosmopolita que nunca duerme, con una población que va en aumento. Pero las noches no son seguras, al menos no para los violadores y asesinos. El investigador Fedora Minch y su inexperto compañero, Bert Linker, bu...