11. Pistas

11 4 0
                                    

Eran las 8.30 de la mañana, y Minch ya estaba en la estación, esperando que Óscar Poly, se dignara a llegar a su oficina. Mientras, gracias al chismorreo y a que Felicia Bürry estaba presente, supo todos los pormenores del día anterior.

– El jefe estaba como loco Minch –contaba Felicia –nadie se había puesto a mirar hacia arriba, asique imagínate nuestra sorpresa cuando la gente empezó a reunirse fuera de la estación. Todo sucedió frente a nuestras narices, asique Poly está seguro que alguien de la estación está ayudando al asesino, o lo es.

– Si yo fuera él, también lo creería.

Todos en la estación hablaban del tema de los cadáveres, hallados el día anterior, y también de la probabilidad de que el asesino, fuera uno de ellos. E.T. estaban haciendo sucumbir a muchos.

– ¿Qué se sabe acerca de los cuerpos? –preguntó Fedora, observando a todos detenidamente.

– Usó el mismo método de tortura, pero esta vez los escondió mucho más tiempo, antes de mostrarlos a la gente. Tenían un grado de putrefacción avanzado, a decir verdad.

– ¿Sus delitos?

– Dos de ellos eran acosadores del tren subterráneo, solían masturbarse y tocar a colegialas y mujeres jóvenes. Uno había violado y abusado de forma reiterativa a las hijas de un matrimonio amigo, dejándola con secuelas psicológicas. Los otros dos, eran gerentes de una compañía industrial, enfocada en la construcción de edificios, solían sodomizar a sus trabajadoras, e incluso grabarlas mientras hacían lo que querían con ellas. En cuanto al último, era un acosador de internet, mandaba fotos de su pene a toda chica que encontraba, incluso a menores de edad. Se grababa.....era un maldito depravado.

– Que extraño...

– ¿Qué cosa?

– E.T. mata a todos los que han cometido un acto real de violación, el último solo se grabó y mando imágenes, puede que les afecte psicológicamente a las víctimas, pero no es un daño...tan grande.

– Puede que tú lo veas así, pero para una chica, eso es de verdadero mal gusto, y para una menor de edad, es un tema, créeme, tengo dos pequeñas –dijo Bürry suspirando.

Minutos más tarde, llegó Bert Linker, que estaba ojeroso y con rostro deprimido. En cuanto vió a Minch, su rostro mejoró en una iluminada sonrisa.

– Jefe, que bueno verlo, esto a sido un pandemónium sin usted.

– No se porqué, te creo.

Mientras Fedora había estado fuera el día anterior, Bert había estado haciendo un seguimiento acerca de los occisos, y también de aquellos que estaban vivos, en prisión o libertad condicional. La mayoría había reincidido, los otros en cambio se habían mantenido en las sombras. Y solo unos cuantos, habían tratado de enmendar sus errores, con acciones como el tratamiento o fundación para aquellos hombres que tenían problemas sexuales o mentales, ambientados en esa área.

Bert estaba seguro de que el o la asesina, había tenido un mal encuentro con algún violador, que la había llevado a realizar todos los asesinatos. Como la justicia de la ciudad siempre le daba prioridad a los hombres, debido a un tema de prejuicios, Bert tenía claro que eso, había sido lo que había desencadenado aquellas acciones. El problema era que tratar de averiguar a la asesina, era como buscar una aguja en un pajar, Bert lo había intentado, y había pasado en vela dos noches, debido a que los casos de chicas violadas, abusadas y acosadas nunca terminaban, también había descubierto casos de hombres, pero la mayoría los ocultaba por vergüenza, ya que era un golpe a su hombría y orgullo.

Todas las chicas que habían tenido algún caso, era sospechosas, y eso se reducía a casi toda la ciudad. Y las escuetas pruebas que habían, tampoco eran de gran ayuda. Linker también había tratado de hacer un nexo entre los violadores, y no había hallado nada, hasta que había decidido investigar todo lo que le rodeaba a los asesinados. Y ahí fue cuando apareció un nexo, tan débil, que nadie lo habría visto, pero él, era compañero y discípulo de el Sabueso, por lo que había aprendido a ver aquello que no siempre se ve a simple vista.

Uno de los cadáveres, con el nombre de Guido Burgos, era un cliente frecuente de Erik Santino, un microtraficante de la calle Almeida, que resultaba ser un informante de la policía, gracias a eso, podía vender con tranquilidad. Él no solo había abastecido a Guido, si no que, también a otros que ya estaban muertos.

– Pude que este hombre tenga información para nosotros jefe –le dijo a Minch –hasta donde sé, siempre coopera con tal de seguir en el negocio.

– Detesto a las ratas –suspiró ceñudo –pero tienes razón, buen trabajo chico.

Bert sintió alivio, después de mucho tiempo. Estaba contribuyendo a develar el nuevo misterio que azotaba la ciudad.

– Oye Minch –llamó Felicia – ya llegó el jefe.

Minch subió enseguida a la oficina de Poly, descubriendo su rostro congestionado y abatido. Se veía tan anciano, aunque solo tenía 48 años.

–¿Mal momento? –preguntó Minch.

– Cierra la puerta –pidió el jefe.

Minch lo hizo sin cuestionar, luego se sentó frente a Óscar, teniendo el presentimiento de que no había nada bueno en lo que él fuera a decirle.

– Quería hablarte acerca de una teoría que descubrí ayer, yo.....

– No quiero hablar del condenado caso de E.T. –dijo rabioso –¡Mierda! Pareciera que Jack el destripador volvió de la tumba ,y en vez de asesinar prostitutas, asesina violadores.

– ¿Ocurrió algo? –preguntó dubitativo Fedora.

– Todo ocurre en esta maldita ciudad –suspiró –lo peor de todo, es que los del alto mando me están pidiendo respuestas, están haciendo presión para que el asesino sea descubierto, pero no puedo decirles nada, además está el caso de la chica que se suicidó.

–¿Cuál chica?

– Una jovencita que habíamos hallado hace meses, el problema es que ahora se descubrió nueva evidencia, que demostraría que en realidad fue asesinada. Posiblemente, para encubrir un crimen peor. La familia y los medios están ejerciendo presión, para hacer una entrevista además de que quieren saber porque dijimos que fue suicidio en primera instancia. Los idiotas olvidan que somos humanos, que podemos errar, y sobre todo que la evidencia apuntaba a eso.

– Bueno....yo soy padre Óscar, y dentro de poco seré abuelo, y créeme que comprendo perfectamente. Puede que nunca le haya pasado nada a mi familia, pero eso no quiere decir que siempre esté preocupado, yo también habría hecho lo mismo, o incluso más.

– Hablando de hacer o no hacer...¿Qué hiciste ayer entre las 16:00 y 19:30?

Fedora lo vio a los ojos, no podía creer que su jefe y amigo, Óscar Poly, realmente lo estuviera interrogando, y que para peor, lo viera como sospechoso.

–¿Es encerio? –la pregunta se le escapó, haciendo que Poly suspirara con pesadez.

– Conoces el protocolo Minch, y lo de ayer dejó a todo el mundo cabreado.

Poly miró el paisaje de la ventana, pero luego de unos segundos volvió a mirar a Minch, esperando que respondiera a la pregunta.

– Estuve en mi casa, viendo la película Casablanca, mi testigo es Grace Kelly, que llegó alrededor de las 17.30 horas en estado de shock luego de avisarme que vio 6 cadáveres colgando en la comisaría. ¿Contento?

Poly lo miró con una ceja alzada, pidiéndole comprensión. Minch iba a contarle acerca de su teoría, pero una llamada los interrumpió. Óscar abrió los ojos como platos, y luego de varias respuestas escuetas, cortó.

– Minch, tienes que ir al hospital enseguida, encontraron a un hombre en condiciones deplorables, y parece tener información relevante, acerca del asesino.

Fedora no lo pensó dos veces, y salió enseguida de la estación de policía, seguido por Bert y Felicia.

La Bestia de la CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora