Parte 9

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Mientras íbamos caminando hacía frío y yo solo tenía puesto un vestido corto y unas sandalias. Lulú si fue inteligente se llevó un suéter negro, pues ella ya tenía una semana viviendo aquí antes que yo llegara.

No recordaba que hacía frío después de las seis de la tarde. Zac se quitó su chamarra y me dijo que me lo pusiera, yo dije que no. Pero él insistió.

–¿No tienes frío?

–Si supieras que estar saltando y gritando en un escenario te da calor, me entenderías –me dijo con una sonrisa.

Yo comencé a sacar unas risitas. Y acepté su chamarra. Me lo puse y vaya que si era calientito.

–¿Cómo es Japón?

–Pues qué puedo decirte, es hermoso, cultural, antiguo y moderno al mismo tiempo.

Él me sonrió

–¿Dónde estás viviendo con tu sobrina?

–En la casa de mi mamá.

–¿La que está atrás de mi casa?

–Sí, sí esa. Estaré ahí por dos meses hasta que mi mamá y mi hermana Sandybel vengan de un viaje de trabajo.

–¿Tu hermana y tu mamá que son?

–Son abogadas, las más importantes de todo México. Pero abogadas de gente importante como presientes, candidatos, etc. Por eso es que viajan mucho.

–¿Por qué vives en una casa de un solo piso?

–Para ser ricos, nos gustan las cosas sencillas, al menos a mí, a Sandy y a mi mamá.

Eran las siete de la tarde y le dije que ya nos fuéramos. Pues estas calles se ponían peligrosas. Todavía recuerdo lo que me pasó con Sheila. Y ahí fue donde comenzó todo.

Él me sonrió y me dijo que estaba bien. Nos dimos cuenta que la calle donde no era peligroso estaba cerrada por construcción. Tendríamos que pasar por la calle peligrosa. No quería, pero ¿qué más podía hacer? Tuvimos cuidado. Y enfrente nuestro estaba un señor muy alto. Estaba tatuado en su brazo izquierdo. Tenía una chaqueta sin mangas y no traía camiseta. Un pantalón negro un poco roto. Y en su frente una cicatriz. En sus ojos unos lentes negros y en su costilla derecha un arma. Puse detrás de mí a Lulú y Zac se me puso enfrente para protegerme. Se vio muy lindo. Pero vamos. Yo sería quien los estaría cuidando a ellos dos.

El señor dijo que le diéramos a la niña. O sea mi sobrina. Yo me negué y me puse enfrente de Zac. En eso el señor tatuado saca su arma y me dispara. Reaccioné de inmediato y detuve la bala.

Les dije a los demás que se quedaran a tras mío. En un descuido Lulú grita y la volteó a ver. En eso el señor vuelve a disparar y me pasa rosando en mi oreja. Y su última bala iba directo a mi sobrina. Lo que hice fue hacerle un campo de fuerza con mis poderes. Ahí me enojé. Iba a matar a una niña. Es un maldito. Me enojé demasiado que le quité su arma y lo elevé, él estaba muy asustado y entonces lo lancé a una pared y él se lastimó el brazo. Le dije que se fuera. Intentó a agarrar su arma, pero la llevé a mi mano. Y le dije que se largara de una vez. Él se levantó y comenzó a decir que era una bruja. ¡No soy una bruja maldición! ¡No lo soy! Me tiré al suelo. No había tenido que volver a usar mis poderes otra vez. Desde que me mudé a Japón.

Lulú se levantó y se sienta a mi lado

–¿Qué fue todo eso tía Danna?

–No quiero hablar de eso ahora.

Zac estaba espantado igual. Pero ninguno de los dos me trató diferente. Todo lo contrario.

–¿Te encuentras bien, Danna? –me pregunta Zac.

–Estoy bien.

Comencé a caminar. Ya habíamos llegado a mi casa.

–¿Quieres pasar?

–Claro.

Ahí adentro. Había un silencio muy incómodo. Lulú me volvió a preguntar qué fue lo que pasó.

–Soy una maldición. Hace cuarenta y cuatro años un familiar de parte de mi mamá retó una bruja. Y dijo que iba a nacer una niña de su misma apariencia. Que cuando cumpliera diecisiete años iba a tener sed de sangre e iba a matar a toda su familia, que la maldición acaba sólo si un alma pura que me amara tanto como para morir por mí. Y me tomara su sangre para limpiar mi alma y la maldición acabara. Pero el amor no existe.

Zac levantó la ceja. Y se levantó enojado.

–¿Y yo que? Yo te amo Danna –me dijo mientras se levantaba de la mesa.

–No es amor lo que sientes, la bruja me dio el poder de enamorar a todos los que me conocieran. Así que estas hechizado.

Él no parecía hechizado. No hacía las mismas cosas como cuando alguien está hechizado por mí. Por un momento pensé que él realmente me amaba. Pero yo ya no sabía si lo amaba. Él se levantó de la mesa y se dirigió a la puerta y cerró de un portazo. Parecía enojado. Lulú me dijo que ya nos fuéramos a dormir.   

La Maldición De La Bruja DenisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora