Parte 16

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Solo tenía escrito eso, con todo e imágenes dibujadas. Las demás hojas estaban en blanco. Así comenzó todo. ¿Quién lo escribió? No se sabe, era un libro de muchos años y de seguro ya está muerto quien escribió la historia de Denisse. Miré a Luis. El collar no se sabe de dónde salió. Y por qué lo tenía nuestro tío. Conservé el libro, junto con el collar. Iba de regreso a Ciudad del Carmen. Me quedé dormida en el avión. Pensé que me estaba volviendo loca, pues había soñado. Que estaba en la casa. Me estaba comiendo a una persona. No sé quién era. Pero se veía que lo estaba disfrutando. Ese sueño fue tan real. Que desperté sudando.

Cuando llegué Lulú y Zac me estaban esperando en el aeropuerto. Lulú vino abrazarme. Y Zac me abrazó igual. Me dijo que era bienvenida. Llegué a mi casa. Lo primero que hice fue hablarle a toda mi pequeña banda. Y con los nuevos integrantes, que eran Zac y Lulú. Cuando los seis estábamos reunidos en el comedor de mi casa les mostré el libro y les leí todo lo que leí yo cuando estaba en la casa de mi tío.

–Así fue como comenzó todo. –dijo Zac preocupado.

–¿Cómo romperemos la maldición? si no hemos encontrado a alguien. –dijo Miguel.

–¿Y yo que? –dijo Zac muy enojado, mientras se levantaba de la mesa.

–¡No quiero que sea tú! –le dije mientras me levantaba junto con él– ¡No quiero! Te amo demasiado que no soportaría perderte.

Dije eso sin pensarlo. Era todo verdad, pero no quería que él lo supiera. Pero se lo dije a los ojos. Mientras sacaba unas pequeñas lágrimas. Hubo un pequeño silencio de cinco segundos, cuando comenzó a hablar.

–¿Me amas? –me dijo mientras me agarraba con sus manos las mejillas delicadamente.

Solté aire y tragué saliva.
–Sí, sí te amo, y porque te amo, no quiero hacerte daño.

Él me besó, fue un beso lindo y cálido. No nos tocábamos. Solo nuestros labios. Me abrazó y me dijo que todo iba a estar bien. Hice como si eso fuera posible, pero yo sé muy bien que no.

Me volví a sentar. Les mostré el collar. Y dijeron que ese collar pudo a ver sido de hace varios años. Llegamos a pensar que mi tío, fue quien le dio el collar a Denisse. Era un gran misterio. Teníamos que movernos rápido. Me quedaban treinta días para cumplir diecisiete años. Le pregunté a Leo, si sabía dónde vivía Gerardo. Él dijo que no sabía, pero que podía investigar. Estuvimos esperando. Pasaron cinco días y me llamó Leo, dijo que su casa estaba abandonada y que nadie se atreve a entrar, porque piensan que está embrujada. Le dije a los muchachos. A todos. Los cinco; Sheila, Miguel, Karen, Lulú y Zac.

Y fuimos a Ixhuatán Fuimos a donde nos dirigió Luis, en una tarde y era una casa muy grande. Estaba llena de plantas atravesando las ventanas. Había monte en la puerta. Era una casa de dos pisos. Color azul cielo. Y las orillas de las ventanas estaban de verde pasto. La puerta era de madera blanco. Cuando entramos los muebles estaban polvoreados. Había un escalón roto. Entré a la cocina con Lulú y Zac. Había cucarachas en los platos del lavabo. Pasó una rata por la puerta muy cerca de mí, y pegué un grito, odiaba a las ratas. Me daban nervio. Zac me preguntó si estaba bien. Le dije que sí un poco nerviosa. Y con la voz tartamudeando. Cuando estábamos todos juntos. Miguel comenzó a hablar.

–¿Y qué es exactamente lo que buscamos? –dijo Miguel.

–Lo que sea necesario, cosas que nos ayuden. El libro no está completo. Así que hay que buscar más información –dijo Sheila.

Estuvimos buscando por todas partes. Nos entró la noche. Tuvimos que irnos.

Pasamos la noche en un hotel. Al amanecer. Regresamos a la casa de Gerardo y esta vez fuimos más quisquillosos. Revisamos paredes, puertas, armarios, pisos. No encontramos nada. Estábamos decepcionados y yo estaba preocupada. Era de noche íbamos caminando en el bosque para regresar al hotel. Zac dijo que comenzó a escuchar voces. Nos detuvimos y estuvimos muy callados. Y sí estaban diciendo yapad. De repente a Lulú la comenzaron a jalar de los pies y arrastrarla. Lo raro es que no había nadie. La comenzamos a seguir. Ella estaba muy espantada. Le grité que se calmara y que yo iba a rescatarla. Llegamos a una cueva y la jalaron hasta ahí adentro. La cueva era grande, muy muy grande. Y profunda.

Había una fogata. Entré rápido ya que por un momento no escuché ni una sola voz y de repente comenzaron los gritos de Lulú. Entré en pánico. No iba a perder a esa niña que tanto quiero. Corrí hacia donde los gritos me dirigieron y ella estaba amarrada a un tronco.

Había una mujer joven de unos veintres años tal vez, ojos dorados, cabello hasta la cintura, color castaño. Y alta tal vez media uno sesenta y cinco, labios rojos y gruesos, sonrisa blanca. Ella estaba desnuda. Completamente desnuda.

–Hola nena, tú eres Danna ¿verdad? –me dijo mientras acariciaba mi mejilla.

–¡Denisse! –dije con la boca abierta y los ojos abiertos como platos.

Ella comenzó a reír y aplaudir de felicidad. Volteó a ver a Lulú y luego fijó su mirada en la entrada.

–Llegaste con gente, mejor para mí. ¿Me quieren acompañar a la cena?

–¿Quién es la cena? –preguntó Karen.

–La pequeña –dijo señalando a Lulú.

–¡No! –dije mientras salía corriendo hacia Lulú.

Denisse me detiene y me regresa golpeando la cabeza contra las rocas. Quedé atontada por un momento. Vi que Zac intentó salvarla. Pero nadie pudo. Miguel quedó hipnotizado por su belleza. Comenzó a prender fuego donde estaba Lulú. Lo que hice fue traer mucho viento con mis poderes. Y apagué el fuego. Lulú estaba llorando como loca. Cuando Karen y Zac estaban distrayendo a Denisse. Yo me fui con Miguel. Le dije que se quedara con nosotros. Lo miré a los ojos. Y le lloré haciendo que una gota callera en su mano. Y el reacciona.

Me empujó y empujó a Karen y a Zac. Y se le encimó a Denisse. Nos gritó que nos lleváramos a Lulú y que nos fuéramos. Desatamos a Lulú.

–¡Miguel ven! –dijo Sheila.

Miguel empujó a Denisse y la dejó inconsciente. Salió corriendo y besó a Sheila. La besó y la acarició. Fue un beso que nunca había visto entre ellos dos. Ellos dos se amaban. Denisse despierta y eleva por los aires a Miguel lo regresa con ella y le hace una mordida en el cuello.

–¡Sheila ven! –dijo Karen.

–¡Lárgate ya! –dijo Miguel– ¡Te amo Sheila!

Sheila comenzó a llorar

–¡Y yo te amo a ti Miguel!

No pudimos quedarnos un día más ahí. Ese mismo día agarramos nuestras cosas y nos fuimos de nuevo a ciudad del Carmen.

La Maldición De La Bruja DenisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora