Parte 10

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Al día siguiente me dieron ganas de andar en bicicleta. Eran las cinco de la tarde. Lulú se había quedado dormida, así que aproveché para salir un rato. Pasé por un parque donde había muchos adolescentes jugando fútbol. Y ahí me encontré a Zac. Lo quedé viendo ignorando por completo que estaba en una calle donde pasan carros.

-¡Danna cuidado! -dijo Zac mientras corría hacia mí.

Miré hacia adelante y un tráiler me atropelló. Salí volando. Me golpeé el labio que me lo reventé, al igual que mi nariz. Mi brazo derecho cayó en cristales. Que pequeños cristales se quedaron insertados en mi brazo. Me senté y me recargué en una pared de una tienda. ¡Maldición! Ahí estaba la policía. Se pararon y me intentaron cargar. Yo reaccioné y me levanté de golpe. Y dije que estaba bien. Aunque mi apariencia decía lo contrario. Los policías llamaron la ambulancia. Y me dijeron que esperara. Cuando llegó la ambulancia. Me dijeron que estaba muy grave. Pues la verdad. Me dolía la cabeza. Pero poco. Los oficiales dijeron que un atropello así, nadie salía vivo. Que fue pura suerte. Me quitaron los cristales sobrantes y me dijeron que iban a llamar a mis padres. Si mi mamá volvía iba a hacer que el hombre se pudriera en la cárcel. Así que le marqué a Aranza. Vino con Vivi. Y ellas estaban preocupadas. Pues me veía muy mal.

-Amiguita ¿Estás bien? -me dijo preocupada Vivi.
Asentí con la cabeza.

Aranza comenzó decir que sus padres se divorciaron y que nuestra mamá estaba de viaje y que nuestro papá estaba en Japón. Me quedé con Vivi un rato en lo que Aranza iba a buscar a Lulú. Vivi me preguntó que si no me dolía. Le dije que sí pero poco. Ella abrió los ojos. Estaba sorprendida. Como si el que no me dolía fuera imposible. Pero qué querían. Tenía la sangre de una bruja.

Lulú se me encimó para abrazarme. Y me preguntó si estaba bien. Le dije que sí. Nos fuimos a mi casa. Estaba acostada en mi cuarto. No quería ver a nadie. Extrañaba a mi banda de cuatro. Extrañaba a esa bola de locos. Escuché que llegó alguien a la casa. Pero no le tomé importancia. Yo estaba metida en el cuarto. Y Vivi, Aranza y Lulú estaban en la sala. Escuché que alguien se acercaba a mi cuarto. Solo quiero estar sola ¿era mucho pedir? Sin permiso tres personas entran. Y me dio mucha felicidad. Era mi banda. ¿Tanto los invoqué? Pues estaba feliz de verlos. Tenía mucho que no los veía. Y los extrañaba. Comenzamos a hablar por un rato. Pero Sheila estaba sería.

-No, no he olvidado la maldición, Sheila. -le dije enfrente de Miguel y Karen.

Ellos dos se voltearon ver y voltearon a ver a Sheila y después a mí. Miguel preguntó de qué maldición hablábamos. Les respondí que yo era una maldición y les conté la historia. Ellos se sorprendieron y hubo un silencio de diez segundos. Sheila dijo que probablemente el alma pura sería Zac. Les grité que el amor no existe. Ella me gritó que se encontró a Zac hace rato y dijo que me seguía amando y que hará todo lo posible para que vuelva a creer. Le dije que faltaban cuarenta días para que cumpliera los dieciséis.

-¡Tal vez si lo amo! Y porque lo amo, no quiero hacerle daño. -le dije mientras sacaba unas lágrimas.

Miguel me abrazó y me dijo que me calmara. Que no estaba sola. Ese día estaba muy triste, no quería aceptar mi destino. No quería que Zac muriera. Sólo quería ser normal. Esa misma noche contacté a la primera persona que supo sobre esto, le hablé a Luis.

-¡Hola manita! -me dijo feliz

Le dije que ya casi cumplía dieciséis años y que él sabe bien de que hablo.

Se quedó callado por un momento y me contestó cortante. Dijo que la maldición acabaría si tomara sangre de un alma pura y eso lo sabía muy bien. Le pregunté si no había otra manera de romper la maldición. Me dijo que no. Es la muerte de un alma pura, o la maldición que seguirá por toda la eternidad. Tenía un poco de esperanza para que me dijera que sí habría otra manera. Pero las esperanzas se fueron. Colgué sin decir nada. Estaba en el cuarto. Lulú me dejó mi espacio y se fue a dormir en el cuarto de mi mamá. Miré el reloj y era la media noche. No podía dormir. No quería aceptar que alguien iba a morir. Y no quería aceptar que ese alguien iba ser Zac.

Me quedé tan pensativa. Que de tanto pensar me quedé dormida. Desperté en la mañana y Lulú estaba alado mío, sentada en la cama.

-¿Te sientes mejor? -le dije que sí con la cabeza- Zac está en la sala- me dijo preocupada -, dice que quiere hablar contigo, muy seriamente.

Esas palabras que salieron de su boca me pusieron nerviosa. Me levanté de golpe que me sentí mareada. Cuando recuperé la conciencia me dirigí al baño de mi cuarto. Me mojé la cara y me lavé los dientes. Me puse un short de mezclilla y una blusa azul. Y unos tenis azules y me amarré el cabello haciéndome una coleta de caballo alta. Salí del cuarto y Zac estaba sentado en el sillón de mi sala. Con una mano en su barbilla.

-¡Danna, despertaste! -dijo mientras se levantaba- ¿Cómo te sientes?

-Bien ya no me duele nada. Gracias por preguntar. -le dije mientras sonreía.

-Lamento irme tan groseramente antier en tu casa. -me dijo mientras me miraba los labios.

-No te preocupes -le dije mientras me sentaba en el sillón.

-¿Sabes? No me siento hechizado. Siento que este amor que siento por ti, viene de mí. Y yo estoy dispuesto a morir por ti.

Bajé la cabeza y con mi mano me tapé la frente. Me mordí el labio y lo volví a mirar. La verdad no quería hablar de ese tema ahora. Solo quería recuperarme de las heridas de mi brazo. Para irme a algún lugar con Lulú. Me rasqué la cabeza. Y le puse cara de disgustada.

-No voy a sacrificar a nadie ¿Sabías? Mi plan es encerrarme en la casa con esa bruja para toda la eternidad. Cuando cumpla diecisiete años.

El abrió los ojos.

-¡No puede ser! Esto no es así.

¿Acaso este tipo está enfermo? ¿No le importa si va a morir comido por mí? Sólo lo miré, volteé a ver a mi cuarto, con una pequeña esperanza de que saliera mi sobrina Lulú. Pero nada. El me agarró de la barbilla haciendo que lo viera. Y me besó. Sus labios fueron delicados y cariñosos con los míos. Volví a sentir ese sentimiento inexplicable en mi estómago. Le dije que no parara. Me respondió que no tenía pensando parar.

En eso abren la puerta de mi cuarto. Lulú iba a salir. ¡Maldición eso era antes! Ahora lo único que pedía es que nos dejaran asolas. Lo empujé rezando que Lulú no dijera algo incómodo. Pero no se cumplió.

-Perdón, creo que interrumpí algo -dijo riendo.

Sentí que me puse roja, pues Zac me miró sonriendo. Me levanté y me sentí mareada. Fue muy raro. Perdí conciencia por un momento. Pensé que me estaba volviendo loca. Pues escuchaba una voz en mi cabeza que decía que lo matara. Que matara a Zac. Le dije a Zac que se fuera. Él me preguntó por qué, le grite con una voz grave y muy cambiada que se largara. Zac se fue. Me metí al cuarto y no salí.

Lulú me tocó la puerta. Y le dije que pasara. Ella me preguntó si estaba bien. Le respondí que sí. Con una sonrisa débil. Ella me abrazó. Y me dijo que me quería.

Como quería a esa niña. Pero sólo quiero a mi amigo Miguel. Con él me iba cuando me sentía horrible, desanimada, triste. Lulú me dijo que ella me conocía y que quería a un amigo conmigo y dijo que Miguel no tardaba en llegar. Le sonreí y la abracé gritando de alegría.

La Maldición De La Bruja DenisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora