Parte 14

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Cuando ellos se fueron. Le dije a Lulú que me trajera un botiquín de emergencia. Lo senté en la meza. Cuando llegó Lulú me fijé primero en quitarle la sangre y limpiarle las heridas para que no se infecten. Con un algodón y agua oxigenada. El gruñó por el dolor. Tenía una herida arriba de su ceja derecha. Le pasé mi dedo con un poco de fuerza y su herida se comenzó a cerrar. Le dolía que se aferró de mi mano con fuerza. Cuando quité mi dedo su herida ya no estaba. Dijo que ya no sentía nada. Su labio estaba reventado. Ahí no pude tocarle, sentí que si tocaba sus labios lo besaría. Él me miró con ojos de agradecimientos cuando lo curé.

Él me agarró la mano. Y se me comenzó a acercar. Él me iba a besar. No podía dejar que eso surgiera. Así que lo que hice fue cambiarlo de tema.

–¿Por qué será que no olvidaste?

–No lo sé –me dijo mientras se alejaba–, tú eres la de los poderes no yo –dijo mientras se reía.

Me reí con él. Me encantaba como se reía, me encantaba sus ojos, su forma de tratarme, a pesar de que lo ignorara, siempre estuvo a mi lado y hasta cuando no lo necesitaba.

Quiero volver con él, pero también quiero que se aleje. Y deje de encariñarse conmigo. Lo miré y dijo que me estaba poniendo roja. Me comencé a reír. Pues lo que dijo me incómodo más.

Se estaba haciendo de noche. Le dije que se tenía que ir, porque él vivía lejos de aquí (ya no vivía con sus padres) Estábamos en la puerta y se fue dejándome un beso en la mejilla.

Me dirigí a mi cuarto. Y Lulú estaba en la cama jugando con su teléfono. Ella me miró con una sonrisa.

–¿Se besaron?

–Eso hubiese querido, pero no. ¡¿Qué cosas estás preguntando niña?

Ella sacó unas carcajadas. Yo estaba en la ventana y comenzó a reír tan fuerte que me reí con ella. Cuando volteé a la ventana, Zac se volteó. Y me quedé sorprendida que me volteé y cerré la cortina. La abrí un poco y Zac se fue con una sonrisa en la cara. Me aventé en la cama y me quedé profundamente dormida, yo y Lulú.

Al día siguiente me dijo mi mamá que fuera a Ixhuatán.

–¿Cómo? No puedo dejar a la niña sola.

–Llévala con tu hermana Aranza.

–Pero la va a dejar mucho tiempo sola por sus estudios.

–Llévala con tu hermana ahora. Te vas a quedar a limpiar la casa de tu tío.

Le pregunté cómo, si estaba cuidando a Lulú, me dijo que se la dejara a Aranza. Eso fue lo que hice. Me iba a quedar por tres días ahí. Cuando llegué mi primo Luis fue quien me recogió del camión. Cuando llegué me dijeron que me tocaba limpiar la casa de mi tío. Yo acepté. Fui con Luis. Mientras estábamos limpiando. Encontré en el suelo, algo extraño. Estaba en la cocina debajo de donde estaba antes la estufa. Era una pequeña puerta, le llamé a Luis. Me preguntó que quería, le dije que vea lo que encontré. Y se hincó. Él tampoco se la creía que había una puerta en el suelo.

–Ábrela.

–Ay no que miedo mejor ábrela tú, Danna

–Eres un chillón miedoso –Abrí la puerta.

Cuando vi lo que había en el hueco mi sonrisa desapareció.

Había un libro, era rojo y muy gordito. Tenía escrito como título. "La maldición de la bruja Denisse" Y había un collar sencillo tenía un dije en forma de una D. Saqué el libro. Y lo abrí con Luis. Tenía escrito la historia de la bruja Denisse. Comencé a leer. La tinta era de algo rojo, pude jurar que era sangre.

La Maldición De La Bruja DenisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora