Su primer día en el Centro de Reacondicionamiento para Niños con Problemas de Aprendizaje no es como lo imaginaba. La mayoría de los niños nuevos lloran sin consuelo. Son muchos, casi cuatro decenas, más los antiguos que en total suman un centenar.
—Hace ciento setenta años —comienza el discurso inaugural de la directora del establecimiento— se promulgó la ley que creó el Departamento Contra Negligencias de los Progenitores. Gracias a esta visión progresista y humanitaria, muchos niños en manos de padres negligentes reciben apoyo para mejorar su calidad de vida y capacitación para no repetir los errores de sus negligentes padres...
Ignacio no logra retener ni la mitad del discurso. Algo acerca de la creación del Centro y el fin de la discriminación. Pone mucha atención como le indicó su madre, pero el llanto a su alrededor le desconcentra. ¿Por qué lloran? Se arregla el traje de una pieza, tan poco acostumbrado a llevar ropa. No muy lejos algunos alumnos mayores usan sus prendas como banderas, indiferentes al discurso de la directora.
Está en un internado especial donde pasará muchos días y noches durante el resto del año, con excepción de los fines de semana. Su padre le explicó repetidamente que no había otra opción, que éste es el único lugar donde él podrá encontrar su voz. Y que apenas logre transmitir y recibir algunos pensamientos, podrá volver a casa y asistir a un centro de aprendizaje común. “Debes ganártelos de entrada, a la primera oportunidad. Y si alguno te odia recuerda que no es a ti a quien odia. Algunos padres están felices de deshacerse de sus hijos. Pero nosotros te amamos y estaremos pensando en ti todo el tiempo”.
Andrés y Matilde le hacen señas desde detrás de la barrera que separa el establecimiento del mundo exterior. Todos los padres se han marchado, todos menos ellos. Les saluda de vuelta y alguien a su espalda le entierra un dedo en las costillas. Ignacio se gira ceñudo y ve a una niña de cabello negro muy corto, con los ojos rojos de tanto llorar, apretando las mandíbulas en un gesto iracundo.
—Me llamo Ignacio Suárez Díaz —dice él a la desconocida y le tiende la mano derecha, como le enseñó su padre—. Vamos a ser compañeros durante todo el año. ¿Cómo te llamas?
El mensaje ingresa lentamente en la mente de la niña, al tiempo que caen nuevas lágrimas por sus mejillas. Mira la mano de Ignacio y se la estrecha reticente.
—Carmen... Peters —dice ella e Ignacio sonríe mientras mueve la mano de arriba a abajo enérgicamente.
—Mucho gusto en conocerte.
Papá tenía razón, piensa agradecido. Carmen sigue sollozando e Ignacio se queda a su lado. Ahora sólo ve pena en su mirada.
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Sordomudo
Science FictionSegunda mitad del siglo XXIII. En un mundo en el que la comunicación directa de las mentes a través del tacto es tan normal como respirar, un joven demuestra tener el don más raro de todos: la capacidad de mantener secretos. Sordomudo es una novela...