y 27

380 30 22
                                    

Un hombre de traje negro sobre camisa blanca con colleras, corbata roja y zapatos con suela, una imagen anacrónica entre tanto lunático desnudo que corretea por el jardín, aguarda de pie junto a la puerta de la Clínica saludando como quien llega de visita a la casa de un viejo amigo. Ignacio reconoce su rostro inconfundible, las marcas de expresión profundas, la piel amarilla y el cabello negro muy corto que deja entrever el cuero cabelludo.

—Los informes acerca de ti son dudosos al extremo que no sé si al leerlos estoy mirando un personaje creado para despistarnos —dice Vlad cruzándose de brazos, asintiendo con la cabeza y sonriendo levemente con los ojos—. La semana pasada di de baja tres IAs que dedicaron demasiados ciclos de simulación al porqué de tu expresión cuando chupas un limón. Y otra IA nutrida con libros de psicología pre-empatía insiste que eres una especie de anarquista peligroso y que deberíamos enviarte al basurero.

»Los ocultistas suelen tener un aura de insondables e intrigantes, pero al final sólo son unos ególatras insufribles. Lo que yo creo es que disfrutas dándonos estas señales contradictorias de ti mismo, te mofas de nuestra dependencia del vínculo empático para comprender a las personas que nos interesan. ¿Qué..? Ehm… ¿Qué hacías ayer cuando mirabas el árbol aquel, cómo se llama... qué hacías?

—Imaginaba que estaba con Carmen y me dejé llevar por la emoción —dice Ignacio encogiéndose de hombros, divertido por esta aparición tan esperada—. Había un nido en las copas y me pareció una excelente oportunidad para hablar de las aves y las abejas con mi amiga comatosa.

—Hmm... —Vlad se presiona las sienes. Pasa una mano por su cabello y se queda pensativo—. Tuve dificultades para entender lo que decías, faltaban trozos completos de discurso y la IA contextual no pudo relacionar las frases… Sabías que te estábamos mirando. ¿Somos tan obvios?

—Soy el centro de su atención desde hace mucho tiempo —dice Ignacio levantando su brazo marcado por el bisturí—. Pero recién entendí hasta qué punto estaban obsesionados conmigo el día que hablé con Piscis por primera vez y me contó la historia fabulosa de mi antecesor sordomudo.

—Esa vieja boca floja —murmura Vlad sobando sus mejillas—. No estuve de acuerdo en que vinieras aquí, pero la decisión estaba tomada. Incluso intervine las IAs de vialidad para que no pudieras llegar, pero para mi mala suerte, llegaste caminando. ¿Quién hubiera imaginado eso? Me siento como un total ignorante. Por más que lo intento no logro entenderte ni una pizca.

—Te lo haré más fácil —dice Ignacio colocándose a dos pasos de Vlad, con las manos en los bolsillos y expresión petulante—. No soy ningún idiota. Si estás aquí no es porque no puedes analizarme o por curiosidad, sino porque crees que puedo ser de alguna utilidad para tu organización súper secreta que en este preciso momento está hasta el cuello de mierda.

»Pero cualquiera sea el plan, lo lamento mucho, no te sirvo. Soy tan humano como el resto de tus vampiros mentales y puedo sucumbir a las mismas presiones que cualquier otra persona con debilidades. ¿Por qué querría ser ocultista de tiempo completo si puedo soltar un secreto con un poco de tortura?

—Has madurado de manera asombrosa en poco tiempo... Y también me acuerdo de ese día vergonzoso —Vlad indica con la nariz al antebrazo marcado de Ignacio—, porque fue un terremoto. Ese día Wojciech... ¿Te interesa saber qué ocurrió con él?

Ignacio se encoje de hombros y mira al techo. El sonido de ese nombre de pesadilla no le produce tanta ansiedad como la mirada asesina de Vlad.

—Te voy a contar de todas maneras, es una de las razones por las que vine. Wojciech enloqueció... más. Lo único que pudimos hacer con él fue un ataque combinado para borrar su memoria y tratar de comenzar de cero. Pero fue capaz de manipular al equipo de insertores y les hizo creer que habían logrado su meta. A la primera oportunidad, escapó.

SordomudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora