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—Hijo —le anuncia Andrés por el vífono, con un parche en el medio del rostro y los párpados hinchados y amoratados—. Con tu madre tuvimos un accidente casero. No es nada grave, pero ella tiene que permanecer internada un tiempo. Los médicos todavía no pueden hacer que se mejore... Este fin de semana tendrás que quedarte en el Centro, ya hablé con la directora y no hay problema, está todo arreglado.

—Pero... ¡es mi cumpleaños! —solloza Ignacio, indiferente a los susurros que crecen a su espalda.

—Lo sé hijo —llora Andrés y sus lágrimas son de color rosado, dejando manchas sobre otras manchas más antiguas en su camisa gris—. Lo lamento mucho, no sabía lo que estaba pasando, tu madre... no me di cuenta a tiempo y ahora está internada... no sé que voy a hacer sin ella. ¿Cómo no me di cuenta antes?

Ignacio se aleja del vífono sin cortar la comunicación. Carmen lo intercepta, pero al ver su expresión de rabia y pena lo deja ir. No conoce las palabras adecuadas para una situación como ésta.

SordomudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora