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Ignacio se queda solo en el taller de “sincronizando”. Prosigue sus ejercicios con ayuda de practicantes de pedagogía seleccionados por Mobutu entre los más aventajados del Centro, pero no hay avance.

—No te desmoralices —dice Mobutu sosteniendo su mano. Ignacio ya está acostumbrado a estas sesiones indagatorias sin resultados y pone todo de su parte para abrirse a las solicitudes mentales de su nuevo tutor exclusivo.

»Estás en tu primer año aún. De acuerdo a las fichas de tus padres... sí, tengo acceso a ellas —agrega el anciano al ver la expresión curiosa de Ignacio—. Ellos tuvieron dificultades en el primer año. Pero tu madre en segundo año y más tarde tu padre en tercero, fueron capaces de superar sus dificultades. La empatía es una técnica inventada hace más de un siglo. Desde entonces la capacidad empática se ha vuelto, hmmm, relativamente innata. Pero incluso si tú no tuviste esa suerte, puedes aprender la técnica. Durante tu segundo año vamos a trabajar otros métodos más complejos. ¿Te parece apropiado?

—Cualquier cosa —dice Ignacio esperanzado—. Haré cualquier cosa....

Para ser normal es el resto de la oración que prefiere no decir.

—Bien dicho —sonríe Mobutu—. Y déjame decirte algo más, pero si por alguna extraña probabilidad eres el desafortunado poseedor del don más raro del mundo... sí hijo, un don, la sordomudez mental absoluta... aún puedes oír, hablar, leer y escribir. Puedes trabajar y tener una familia. ¡Y puedes tener secretos! Ésa es una ventaja a la que nadie más puede aspirar en todo el universo.

»Como te envidio... pero mejor cambiemos de tema —dice Mobutu al notar como la cara del niño pierde su aplomo—. Tengo entendido que vas a cumplir cinco años en algunas semanas. ¿Qué es lo que más deseas para ese día?

Ignacio tiene sus pensamientos en otra parte y responde lo primero que le viene a la cabeza.

—¡Ser normal!

SordomudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora