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Ignacio despierta en mitad de la noche. Está en su cama, algo mareado por los analgésicos. Tiene el brazo derecho vendado y una terrible sensación de náusea que no desaparece.

—Te debo una disculpa —dice un hombre vestido de negro de pie junto a la puerta. Ignacio piensa en Wojciech y está a punto de gritar, cuando nota que es otra persona. Tiene el cabello negro muy corto y un rostro con marcas de expresión profundas en su piel amarillenta—. Estoy aquí con el permiso de tus padres. Mi nombre es Vlad y al igual que nuestro malogrado amigo Wojciech, soy un insertor.

»Ya que no puedo transmitirte esta información mediante un meme, pero sobretodo porque no puedo borrar tu memoria... Debo decirte que lo que ocurrió hoy no fue un accidente.

»Wojciech siempre fue un insertor talentoso, desde muy pequeño —el hombre calcula sus palabras, eludiendo la mirada de Ignacio—. El mejor de su clase. El más poderoso. Travieso. Y al mismo tiempo era un gran Ocultista. Nunca ninguno de nosotros fue capaz de leer o modificar ninguno de sus pensamientos o recuerdos sin su consentimiento. Y a causa de un pequeño pero importante historial de estallidos emocionales, fue relegado a vivir el resto de su vida en la costa del Mediterráneo, inhabilitado de usar su don. Allí conoció a Mobutu.

»Por qué accedió a venir hasta acá, por qué insistió en establecer el contacto contigo y por qué usó el último recurso —Vlad indica el antebrazo vendado de Ignacio—, aún no lo sabemos. Lo que intentaba hacer mató a Mobutu incluso sin que lo tocara directamente. Ésa es otra de las razones por las que estamos tan consternados, porque es empíricamente imposible...

»Perdóname, pero estoy muy cansado, fue un día agotador —Vlad se sienta a los pies de la cama, aún sin mirar a Ignacio—. Tu bloqueo mental es fascinante, chiquillo. Eres mejor Ocultista que Wojciech... Eres un Ocultista absoluto e involuntario, lo que te hace aún más valioso. Tengo curiosidad por hacer la prueba yo mismo, pero también estoy aterrado. En cualquier caso, Wojciech comprobó empíricamente que tu mente es inexpugnable, todavía. Quizá cuando entres plenamente en la adolescencia las cosas cambien. Pero por el momento puedes descansar tranquilo, no tenemos intensiones de intervenir en tu vida.

—Yo quería que funcionara —dice Ignacio en un suspiro, ocultando su rostro en la almohada para llorar tranquilo.

Vlad, a pesar de su condicionamiento militar, se marcha apesadumbrado.

Matilde y Andrés esperan sentados en la sala, mirando al muro, en silencio. No saben quién es ese hombre.

SordomudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora