ME VOY

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-¡¿Qué?! ¡¿A Japón?! ¡¿Pero tú estás loca?!- me gritaba Jaime, mi mejor amigo.

-¿Por qué voy a estar loca?- le dije yo, tranquila.

-¡¿Pero cómo te vas a ir así de repente?!

-Pues... en avión, claro.

-Niña, no me vaciles, que esto es muy serio.

-¿Y qué quieres que te diga? Me voy a Japón, no hay más.

-¿Pero por qué así de buenas a primeras?

-No voy a dejar a mi padre sólo en un país que no conoce.

-Pero... si se va a casar con una mujer de allí, digo yo que con el tiempo conocerá mejor el sitio, ¿no?

-Sí, pero aún así... no puedo dejarle sólo.

-Ale... esto no es sólo por tu padre, ¿verdad?

-Bueno... no. Hace ya un año que mis padres se separaron, y...

-¿Y aún no lo has superado?

-Claro que lo he superado. Sabes que yo era la primera que quería que se separasen porque no quería seguir viviendo en ese ambiente tan agotador.

Era cierto. Desde hacía cinco  años, las cosas entre mis padres estaban mal, y eso me afectaba mucho.

Mi padre siempre se desquitaba conmigo. Cuando perdía un caso, ya que era un abogado de mucho prestigio, o cuando peleaba con mi madre.

Mi madre también pagaba los platos rotos conmigo siempre que sus clases la agobiaban, ya que era maestra, o, al igual que mi padre, cuando discutían mucho.

Mi familia se estaba rompiendo, y yo era el papel que estaba sufriendo el corte.

Esto afectó mucho a mi salud, a mis estudios y a mi vida en general.

Nunca salía de casa, me encerraba en mi habitación a ver series anime, ya que era la única manera de olvidarme de lo que me rodeaba. Jaime era al único que permitía visitarme, ya que con él, mis padres se convertían en personas sociables y normales.

Una vez estuve a punto de repetir curso, pero gracias al él, cogí impulso en el último momento y conseguí aprobar todas las materias.

Yo fui la que pedí a mis padres que se divorciasen porque no quería que esas circunstancias afectasen también a mi hermano menor, al cual había estado protegiendo todo ese tiempo y, gracias a Dios, aceptaron.

Ya hacía un año de eso, y mis padres estaban mejor que nunca.

Mi madre se casó con un arqueólogo italiano y ambos se irían a vivir pronto a Colombia, la tierra de mi madre y la tierra donde nací yo.

Mi padre llevaba saliendo con una mujer japonesa nueve meses, y por fín se había decidido a dar el paso y casarse con ella.

Yo vivía con mi madre, mi hermano y mi padrastro, y aunque tenía mis buenos momentos con mi madre, era muy controladora, así que, en cuanto mi padre nos informó de la boda y de su viaje, no dudé en querer irme con él.

Posiblemente suene un poco egoísta, pero la principal razón por la que quería irme no era por mi padre, era por mí. Quería cambiar de vida, quería volver a saborear lo que era una verdadera familia unida, y ya que mi padre me dijo que la familia de su prometida era de esas características, enseguida me puse a empacar  la maleta.

-Y... ¿cuando te vas?- me preguntó mi mejor amigo, sacandome de mis pensamientos.

-En cinco días.

Y PENSAR QUE ELLOS... SON MIS HERMANOS (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora