Mi sirena

2.5K 178 10
                                    

Julio

María llamó a Nacho por teléfono. Tenemos que vernos le dijo. No estoy preparado, le respondió él. Me da igual, le dijo ella. En una hora en el café Lacra. Nacho se lo pensó un rato. Pero qué cojones. ¿Acaso se lo tenía que pensar? Si que dolía, bueno eso suponía, porque le dolía el recuerdo de María y de sus niñas, pero verla, en realidad no sabía si le dolía verla, porque desde aquella noche no la había vuelto a ver. María ya estaba ahí cuando él la vio a través de los cristales. Se le paró el corazón. ¿Cómo podía estar cada vez más guapa? Respiró hondo e hizo de tripas corazón. Entró y cuando ella le vio se levantó. Durante tres segundos se quedaron quietos el uno frente al otro, como si fueran dos desconocidos que acabaran de conocerse y no supieran como debieran saludarse. ¿Quizá mejor dos besos, la mano, solo saludar con un Hola? Finalmente él que necesitaba sentirla se acercó a ella y la atrajo para darle un pequeño y suave abrazo. Ella apoyó su mejilla en su pecho y lo abrazó también.

- Joder... - Dijo Nacho. Luego la soltó y se sentaron.

Ella fue al grano. Vino el camarero, pidieron y ella empezó a hablar. Sabía que si se andaba con rodeos podían acabar de mil maneras menos como ella quería, solucionando lo del piso.

- Nacho, quería hablar contigo por el piso. Yo no quiero vivir ahí, de hecho yo tengo mi piso, y bueno... o te lo quedas tú o lo vendemos. Pero así cerrado muerto de asco no lo quiero tener- Nacho se tensó. ¿Vender nuestro hogar? ¿El hogar donde criamos a nuestras hijas?

- ¿Venderlo? ¿Te has vuelto loca? - María abrió la boca pero antes de que dijera nada Nacho le interrumpió - Sí bueno, pues me lo quedo yo, sin problema. ¿Qué quieres que te pague tu parte? ¿Es eso?- María le miró enfadada.

- Espero que no sea enserio lo que me estás diciendo. No quiero dinero Nacho. No he venido por eso. Mira... - María se había enfadado - Toma las llaves, metete el piso por el culo - Le dejó las llaves encima de la mesa, se levantó y se fue. Nacho no le dijo nada ni tampoco fue tras ella, solo se quedó ahí mirando las llaves de ese sitio al que hace no mucho llamaban hogar.

Caminó por las calles de Barcelona hasta llegar a un parque donde se sentó en un banco bajo la sombra de un árbol. Apoyó los codos en las rodillas y se tapó la cara con las manos. Dios, como le había sacado de quicio Nacho. ¿Cómo había podido pensar que ella lo que estaba pidiendo era el dinero?

- Hola - María se asustó al sentir la voz tan cerca de ella y como alguien se sentaba a su lado. Se quitó las manos de la cara y miró hacía su derecha.

- Dios Roy, tienes que dejar de hacer eso- Roy le sonrió dejando ver la hilera de sus preciosos y alienados dientes blancos.

- ¿Estás bien?

- No... - le miró - Digo si- La verdad es que no quería contarle nada - Si, si que estoy bien. ¿Que haces por aquí?

- Hay una librería en la otra calle a la que suelo ir a menudo - María se miró las manos y luego volvió a mirarle a él. ¿Cómo podía costarle tanto hacer estas cosas? Ella antes era decidida y atrevida y ahora estaba delante de este chico tan magnífico y se sentía pequeña, con miedo y hasta avergonzada. Roy la entendía perfectamente. La había calado en el mismo momento en que la dejó en la casa de huéspedes aquella noche tras la tormenta de nieve. Luego la buscó en las redes sociales y dio con ella y supo su historia y conocía su dolor. Se quedó callado, analizando su cara, su miedo, su nerviosismo - ¿Te apetece que vayamos a comer juntos?

María respiró hondo antes de responder. ¿Que podía hacer? ¿Podía hacerlo? Si podía hacerlo. Suponía que podía hacerlo, porque, ¿qué podía salir mal? Solo iban a comer, él no tenía porqué saber nada y ella no tenía porque decirle nada porque realmente saber que él era psiquiatra le ponía algo nerviosa. Y ahora mismo no le apetecía nada estar sola.

En la vida de María - Trilogía María parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora