Había pasado algo más de un año desde que María salió de su casa para correr a los brazos de su amor de siempre. Su Nacho. Y es que la vida puede ser muchas cosas, pero no es caprichosa. Uno tiene lo que tiene porque lo siembra. Y María había dado mucho para poder tener lo que tanto ansiaba. Una bonita familia con su gran amor de toda la vida. Aunque para tenerlo había sacrificado mucho. Y en el fondo, ella sabía que un día u otro acabaría pagando por todo ese daño, daño que había causado por ejemplo a Adrián, del que no sabía nada.
Nacho y ella vivían en una regresión a la adolescencia que nadie conseguía aguantar. A pesar de tener ya sus cuarenta años, Nacho podía pasarse horas y más horas dando placer a María y ella se perdía en cada rincón de su cuerpo a la mínima que él le dejaba hacer, que solía ser siempre. Por suerte las niñas tenían muchos tios y tias que las querían con locura y que estaban más que dispuestos a cuidarlas mientras ellos retomaban el tiempo perdido y disfrutaban probando cada rincón de su nuevo hogar. Hogar que se habían comprado juntos.
- Ni en mis mejores sueños María... tenerte aquí, conmigo, desnuda, toda para mi. Sin tener que escondernos - Nacho estaba tumbado junto a María besándola a cada momento y ella apartándole el pelo que le caía en la frente. Ese pelo que llevaba tiempo diciéndole que tenía que cortarse.
- No consigo recordar nada de mi vida en lo que tu no estés presente. Esto no podía ser de otra manera. Te quiero - Nacho sonrió y volvieron a besarse, esta vez más fuerte, más cálido. Y entre risas y lenguas él se posicionó encima de ella, se encajó y la penetró con fuerza sin dar tiempo a siquiera pensar en nada. Solo sentirse el uno al otro.
- Prometo follarte todos lo días de mi vida - Le dijo Nacho entre Jadeos. María le miró mordiéndose el labio y ahogando los gemidos en su propia garganta.
- Un día no podrás hacerlo...
- Encontraré la forma de hacerlo pequeña... siempre.
Más tarde, ya duchados, desfogados y mas pareciendo dos adultos y no dos adolescentes, cogieron el coche rumbo a casa de Pablo y Lorena. Allí ya estaban Leah y Mía, también con Rubén y Julia y el pequeño Nil. Iban a comer todos juntos y más tarde dejarían a los niños con los abuelos y se irían rumbo a donde todo empezó. María no podía negar ni esconder que estaba nerviosa. Desde aquella vez, no había vuelto a ir a esa casa e ir allí le hacía especial ilusión, sobre todo ir con él. Mía y Leah ya tenían casi dos años y corrían más que caminaban, así que tal y como picaron al timbre, salieron corriendo en busca de los que sabían que eran sus padres.
- Papi, mami - Gritaron a la vez. Leah se lanzó a los brazos de María y Mía a los brazos de Nacho. Adrián había desaparecido de la faz de la tierra. Nadie había conseguido contactar con él, o al menos eso pensaba María, así que con todo el dolor de alma, Nacho adoptó a las niñas.
- ¿Pero que os dan de comer el tito y la tita? Madre mía, cada día estáis más grandes - Nacho y Mía siempre habían tenido una conexión especial - ¿Y se puede saber dónde está el monstruito de mi hijo?- De fondo una risa y todos mirando como Nacho imitando un velocirraptor buscaba por toda la casa a Nil que se había escondido tras el sofá.
A María le había costado un poco esta situación. Amar a alguien tanto, haber formado una familia con esa persona pero saber que tiene otra persona a la que amar y que es fruto de otro amor, a veces le dolía. Y más que dolerle le daba que pensar y le hacía comerse la cabeza cosa en la que María a veces era experta. Sobre todo en temas de Julia. Porque por mucho que ella hubiera madurado, por mucho que ella hubiera trabajado en su nueva y adulta personalidad, no podíamos olvidar que casi casi, la habían criado dos hermanos super protectores con unos amigos más protectores aun que le daban todos sus caprichos y la consentía en todo. ¿Cómo no iba a ser María incluso ahora, caprichosa y celosa?
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En la vida de María - Trilogía María parte 2
Storie d'amoreLa trilogía María continua con esta explosiva y sensual segunda parte. MÁS EMOTIVA. MÁS PLACENTERA. MÁS ADULTA. Si creías que la vida de María había acabado, estás muy equivocada, porque María tiene aun mucho placer que dar y recibir. Aun más sen...