El viaje

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Noviembre

María seguía sin salir de casa. Pablo se había pasado a verla alguna que otra vez pero gracias a que Diego no se había separado de ella, su hermano no había notado nada extraño en ella. Suerte, porque no se veía con corazón de contarle nada. Y se alegraba de que no supiera nada. Tener que ver en la cara de su hermano asco, vergüenza o vete tu a saber que otro sentimiento, la destrozaría. Diego por suerte nunca la había mirado distinto. Ni siquiera con pena. La miraba igual. Incluso con deseo, como siempre. Aunque no había intentado ni una sola vez nada con ella, cosa que agradecía enormemente. Porque además de no apetecerle nada, aun no le habían dado las pruebas de VIH, y en caso de estar contagiada, ya era suficiente estándolo sólo ella, no hacía falta que nadie más lo estuviera. Roy también se había pasado un par de veces más a verla pero ella ya le había dicho que no quería hablar más con él, que si quisiera un psiquiatra ya sabía donde tenía su consulta, y Roy se fue. No se dio por vencido claro, pero en ese momento se fue.

Una mañana mientras María se duchaba Diego cansado de tenerla todo el día en casa encerrada con ese miedo y ese letargo, empezó a prepararle la maleta. Me la llevo, pensó. Donde sea. Ella y yo. Que se despeje. Que se olvide de todo. Que resetee la mente. María salió de la ducha y se encontró a Diego guapísimo, con el pelo recogido en un moño, cosa que solo hacía cuando se preparaba para algo "bueno", como solía decir él, un pantalón tejano desgastado con algún roto, que le quedaba de muerte y un jersey de lana negro. María le miró. A sus pies dos maletas.

- ¿Te vas? - Se asustó. Me deja. Se ha hartado de mi.

- Nos vamos - María se asustó aún más.

- ¿Dónde?

- Donde sea, pero fuera de estas cuatro paredes. Tu y yo. Vámonos al aeropuerto y cojamos el primer vuelo que nos guste. ¿Qué te parece? - María se mordió el labio. ¿Podía hacerlo? No. Pero no le quedaba opción. Diego la había cogido de la mano y ya habían salido de la casa. Respiró hondo - Ya hemos salido mi niña. Respira.

En la calle olía a otoño, a suelo mojado, a humedad, a frío, a gente, a prisas, a hombre y se asustó. Se agarró fuerte del brazo de Diego, este le miró, le dijo que todo estaba bien y empezaron a caminar hasta el coche de Diego que no estaba muy lejos. Mientras Diego no paraba de hablarle. Llegaron al coche, María se subió y volvió a respirar tranquila. Diego se subió a su lado y la miró.

- María estás pálida.

- Esto es más difícil de lo que me esperaba.

- Hablar con Roy te hubiera ido bien - Ella le miró, tenía razón, pero se había cerrado en banda con él y no era posible que él la ayudara.

- Tu me vienes bien Diego - Diego sonrió. Estaba totalmente enamorado de esa niña y esas palabras le habían puesto, como decía una canción que a él le gustaba mucho "las orejitas coloradas".

- ¿Prefieres avión o coche? Podemos conducir y no parar hasta que nos cansemos si lo prefieres- María que estaba escuchando la música que Diego le había puesto mientras miraba por la ventanilla, con los pies puestos en el salpicadero y la mano en la nuca de él, relajada, distante a todo el dolor que había pasado, pensó que seguir así era buena idea.

- Conducir, solos tu y yo - María le miró sonriendo y Diego le devolvió la sonrisa.

Mientras tanto Adrián había tirado de algunos contactos suyos y les había pedido que buscaran al hijo de puta que se había atrevido a ponerle la mano encima a María, dando órdenes explícitas de que no quería que le hicieran nada. Solo cogerlo para él. "Yo me encargo". Esas fueron sus palabras. "Lo quiero para mi". Y se lo pensó mucho, porque sabía que lo que iba a hacer iba a suponer la huida o la prisión y si no quería ni una cosa ni la otra iba a necesitar ayuda, eso o al menos necesitaba tener un plan B. Y después de meditarlo mucho, se armó de valor y llamó a Nacho.

En la vida de María - Trilogía María parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora