33. Ganas de azotarla, no faltan.

5 0 0
                                    

     Nicholas.

     Tuve que dejarla, y porque me obligaron, según ellos "la familia tenían que hablar" pero ¡Dios!. Ganas de agarrarla, subir al cuarto y azotarla, no me faltaban.

   ¿Como se le ocurría hacerme algo así?

  ¿Es que acaso no ve mi absteniencia sexual?

    Se que no pude dormir, no pude cerrar un ojo. Y me escape. Tenía que hablar con ella.

   Agarro la escalera que se encontraba en el Porsche de la casa de ellos y me escabulló por el balcón de ella. Abro la puerta suavemente, sin que se de cuenta. Y allí estaba. Dándome la espalda, metiendo su ropa en una especie de maleta. Llevaba puesto unos shorts rasgados y una camisa que tenía de estampado una lengua.

   Su cabello rubio estaba agarrado en un moño perfectamente imperfecto. Y cuando a veces me daba el perfil de la cara logré ver sus anteojos.

  — ¿Te vas a sentar o no?— me sorprende que me hablara, pero lo disimule.

    Me senté en el sillón en la esquina de su cuarto y solté un suspiro.

   — ¿Como sabías que estaba allí?— Michelle suelta una carcajada.

   — ¿Crees que a mi papá le gusta dejar escaleras en la entrada para que nos roben?— mis comisuras se elevan y suspiro.

    —Michelle, creo que...— me siento en frente de ella. La mitad de mi frente se arrugó por ver tanta ropa pero quite mi vista de ella.

    — No, Nicholas, no crees nada. No vas a querer estar conmigo luego de lo que pase.

     — ¿Pase que?— Michelle suspira y pega los lentes, más a sus ojos.

    — Lo que vaya a pasar, ¿Que por que te deje la escalera allí? Porque me voy a mudar. Seguiré estudiando en la secundaria, pero no me podía ir sin cerrar, esto.— señala el espacio que hay entre nosotros.— No dejaré de venir, no, pero tengo que irme, es algo necesario para mi vida, para encontrarme conmigo misma.

   « En su momento fue bonito. Milán— cuando lo nombra apretó mi quijada.— el es mi hermano. Me dijo unas cosas, no le creía, por eso salí del hospital molesta. Luego tú hermana me entrego algo, no puedo dartelo hasta que ella me autorice. Por eso te he evitado Nicholas. Cuídala.»

     — Te puedo ayudar a superar esto, juntos.— susurro.

     — Esto lo supero mejor, pero sola. No vas a hacer nada Nicholas, no lo vas a evitar.

     — Pero, Michelle...— me vi cortado por un beso en la comisura de la boca.

     — Vete.— y le obedecí.

     Como una maldita gallina, le obedecí.



        Al siguiente día fuimos a casa de Michelle, sus padres habían llamado a los míos, y dejo que íbamos a reunirnos todos​.

       Michelle, no me miraba, no se acercaba. En el único momento en el que hablo, fue cuando dio su testamento, el porque se iba -sin ir muy profundo.- y lo que pensaba a ir.

    Cada que veía sus labios moverse, me provocaba morderlos, y ¡si señores!, Apenas llegué a la casa tuve que tomarme una ducha y fría.



      Al siguiente día en la secundaria, no apareció, y nadie se dio cuenta, excepto yo. ¿Como puede ser que una mujer ocupe tanto en tu imaginación? ¿Es que no se cansaba?

     — Bueno chicos, hablando de la promoción, solo un meses y se largan.— la mayoría piropea.— En dos semanas es la tanda de los últimos exámenes. Tienen que estar preparados. No queremos que nadie repare, o repita.  La graduación va a ser aquí, ocho días después del último timbre. La fiesta de graduación va a ser el mismo día, a las ocho de la noche, aquí en la cancha. Cada uno va a tener dos pases para la fiesta y dos para la entrega​ de títulos.

    « Lo último que falta por cuadrar es quiénes darán​ los testamentos y el día del último timbre, con caravana, si quieren.»

  Y con silbidos y gritos felicitamos a nuestra madrina de promoción.

       Michelle a cada rato me evitaba, y yo no hacía mucho por acercarme. Estuve setenta y dos horas sin pegar un ojo, para que ella sencillamente dijera que se iba, se largaba, sin ni siquiera agradecer.

     Y es allí, donde yo volvía a pensar, ¿Esa chica valía la pena?

NicholasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora