36. FĀMĮLÏÆ

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     Michelle.

    Reviso de nuevo el computador, sin creerlo por completo. Me froto los ojos y vuelvo a mirar el computador.

     — ¡Pase! ¡Pase! ¡Chicos pase!— salto y abrazo a Chip del cuello. Me cuelgo como un mono y grito.

     Desde que Milán se fue de viaje, -que por cierto, quedan solo dos días para que regrese.— he pasado casi todos mis días con Chip y Colle.

    Me suelto de Chip y salto sobre Colle.

    — Esa inteligencia se hereda.— soltamos carcajadas.

     He pasado geografía, lo hice.

     — ¿Por que tantos gritos?— mamá entra con un plato de galletas a la sala.

    — ¡Pase geografía! — grito abrazándola. María me abraza con ternura y no puedo evitar tener una pizca de nostalgia.

     « ¿Mis padres me hubieran tratado como lo hizo María al saber que me iba a reparar?»

    No lo sé, pero tampoco creo querer averiguarlo.

     — Felicidades linda.— me da un beso en la frente.

     Escuchamos como la puerta de la casa se abre, y al compás se cierra.

     — ¡Traje la cena!— escucho el profesor de geografía entrar a la cocina.

    Corro hacia el, y cuando me mira de paraliza con una sonrisa. Imito su acción.

     — ¡Pase!— grito.

     — ¡Pasaste!— me imita.
 
     — ¡Pase!
 
     — ¡Pasaste!

     — Hola papá. — dicen los chicos entrando a la cocina, en unísono.

     — Hola chicos.

    Y es que, ¡Si señores! Mi profesor de biología es padre de Chip y Colle, hermano de mi mamá y, obviamente, tío mío.

     Empezamos a comer el arroz chino, entre carcajadas y sonrisa.

     Mientras lavo la loza, mi tío me ayuda a secar los platos y a ponerlos en el puedo, y decido preguntarle.

     — ¿Fue a posta?— me volteó colocando mis manos en la encimera.

    — ¿Ah?— deja de secar los platos.

    — Me pásate... Eh... ¿Por ser sobrina tuya?— el niega y sonríe.

     — No Mitch. Como te dije, eres inteligente, más de lo que crees, puedes revisar internet para que veas tus respuestas.— se encoge de hombros y sigue secando los platos. Sonrió.

       — ¡Milan!— corro hacia el y enrosco mis piernas en su cadera.

      — ¡Lindaaaa!— grita llamando la atención.

      — ¿Enserio te parece linda?— me bajo rápidamente de Milán, al escuchar el comentario de Rotzan.

      — Si, niño, también me alegro de verte.— ruedo los ojos, y sonrió.

     — ¿Y mi abrazo y enroscada de cintura?— dramatiza y le golpeó el pecho.

      — ¿Y yo? Bueno, ajá.— abrazo al latino con fuerza.

     — Me siento ignorado. Abrazaste a todos.— dice Rotzan.

      — ¡Michelle!

     — ¡Michael!— me acerco a Ian, Michael y a Nicholas

NicholasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora