Prólogo

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No sé si alguna vez se han sentido tan enamorados hasta llegar a perder la cordura. Pues yo sí, siento que he perdido eso y más. Siento que he llegado a perder tanto por aquella persona que cuando la miro, siento que he ganado más de lo que he perdido. Sí, sé que es algo incoherente, pero a veces así me siento.

—¿En qué piensas Eleonor? —preguntó Isabella, mi amiga.

—En nada, sólo que he estado medía confusa con la prueba de Física que tendremos ahora —mentí.

Obviamente, que no le iba contestar con la verdad. Obviamente, que no le iba a decir sobre mis sentimientos por la orientadora de nuestro colegio.

Isabella, es alguien tan fundamental para mí pero, no estaba segura si contarle toda la verdad. Verdad que me estaba destruyendo cada día más como persona. Verdad que no me deja pensar con claridad. Verdad que me hace dudar hasta de mis movimientos.

—Bueno, creo que la mayoría del salón está igual que tú, igual que yo —rió. —Pero tranquila, verás que nos irá súper bien, ya que, hemos estado estudiando toda la semana para ésta maldita prueba.

—Sí, lo sé. Ya basta de tantos pensamientos negativos. Nos irá bien, y tendremos que celebrar por eso —sonreí falsamente. —Espérame aquí, iré al baño.

—¿No quieres qué te acompañe? —preguntó.

—No —respondí seca. —O sea, vengo pronto, no te molestes por eso. Sigue estudiando —toqué su hombro mientras me levantaba de mi asiento.

—Bueno, no te demores tanto, que ya tocarán para entrar a clases.

—Sí, tranquila. Ya vengo —grité mientras me alejaba.

Realmente no iba al baño, en parte sí. Pero mi objetivo era encontrarme con ella y poder verla aunque sea unos segundos antes de entrar a clases.

Siempre hacía lo mismo, fingía ir al baño para que no empiecen con las preguntas de: ¿a dónde vas? ¿Por qué siempre quieres ver a tu orientadora? Etcétera.

Iba caminando buscándola con la mirada pero no la encontré. Quizás estaba en su oficina atendiendo a un estudiante como siempre lo hacía cada vez que la quería ver. Guiándolo en lo que quiere ser saliendo de éste colegio. Guiándolo para que elija su carrera y poder ser alguien en ésta miserable vida.

Me volví triste por no haberla visto como yo quería. Deseaba verla, necesitaba de ella. Mientras empezaba a caminar oí mi nombre.

—Eleonor —escuché gritar.

—Hey, hola —no lo podía creer, era ella, mi orientadora. —¿Cómo está? —pregunté. Mi corazón estaba apunto de estallar.

—Bien, gracias. Aunque un poco cansada. Tengo tantas cosas que hacer, si supieras —se veía estresada.

—Sí, me imagino, pero tiene que darse unos minutos de desenfreno al día para que no lo sienta tan pesado—pensé en mí, que ocupará esos minutos conmigo. —Ya sabe, el estrés puede llegar en cualquier momento —refiriéndome a su aspecto.

—Gracias por la preocupación, Leo. Y tú, ¿cómo estás? —amaba cuando me decía Leo, escucharlo de esos labios era la mejor melodía que podía oír.

—Yo bien, preocupada por una prueba que tengo que rendir ahora. Usted sabe que los nervios me traicionan a último momento —encogí los hombros.

Si supiera que con ella los nervios se me iban en un dos por tres. Si supera que ella me daba tranquildad ante cualquier situación.

—Sácate esa preocupación, sé que te irá bien. Eres una niña muy inteligente —tocó mi hombro en señal de amabilidad.

Una niña. Sí, sólo era eso. La triste realidad.

—Sí, si son puros caprichos míos, descuide —sonreí.

—Oye, te quería preguntar si irás el sábado a la charla —miró mis labios y al descubrirla miro rápidamente mis ojos.

Con Juliane, compartíamos un secreto: todos los sábados en la mañana íbamos a un movimiento Cristiano. Movimiento que ella me invitó a entrar por unas crisis de ansiedad que estaba pasando. Gracias a ese movimiento me hice más cercana a ella; conocía a su marido y a sus hijos, visitaba su casa, a veces me invitaba a quedarme a dormir cuando se me hacía muy tarde.

Éste sábado había una charla masiva donde compartiamos con todos los grupos de la ciudad que estaban formados. A mí me gustaba ir, por el movimiento, y claro, por ella.

—Claro —respondí. —Me imagino que usted también irá —afirmé con la esperanza de que así sea.

—Por supuesto, iré con Alex y los niños. Así que nos vemos allá y conversamos un rato porque aquí difícil —se acercó a mi oído. —Espero verte allí —susurró y me dio un beso en la mejilla en señal de despedida. —Éxito en tu prueba —y se alejó completamente.

—Gracias, buen día —grité para que me escuchara. —Yo también espero verla allí —susurré por lo bajo para que nadie oyera. Porque sí, esperaba verla ahí.

Volví a donde estaba Isabella con una tremenda sonrisa en mi cara.

—Estoy lista para ésta prueba —la tomé del brazo para que se levantara.

—Hey, ¿por qué tan feliz? —preguntó levantándose de golpe con mi brazo en el suyo.

—Porque reemplacé mis pensamientos negativos por unos positivos —sonreí.

Iba segura a esa prueba, nadie podía arrebatarme la felicidad que sentía en éste momento.

Hablar con ella me hacía feliz.

Hay personas que se te clavan muy adentro y al mismo tiempo son el golpe y el consuelo por ejemplo: Juliane.

Eras, Eres y Serás Siempre Tú (COMPLETADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora