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—Feliz cumpleaños Leo —exclamó Juliane con una gran sonrisa.

Me abrazó y por inercia cerré los ojos. Sentirla de éste modo era uno de mis pasatiempos favoritos.

—Muchas gracias —sonreí de forma sincera.

—Ven, sigueme.

Íbamos camino a su oficina debido a que nos encontrábamos en el patio del colegio en plena hora de almuerzo. Al entrar cerró la puerta tras ella. Se dio media vuelta y se dirigió a su estante, de él sacó una bolsa de regalo con una cinta color naranja.

—Toma —me entregó el obsequio.

—No debía porqué molestarse —la miré de una forma apacible.

—El otro día fui a comprar, me acordé de ti y de tu cumpleaños —susurró sonrojada. —Vamos abrelo —sonrió.

—¿Ahora? —pregunté algo azorada.

—Sí, ahora. Abrelo —insistió.

—Está bien —rompí el papel de regalo y me encontré con una mochila diminuta.

Era rosada y con flores, bien femenino para mi gusto. A su alrededor tenía un gancho, me imagino que será para colgarla en un bolso o mochila de tamaño normal.

—Es preciosa —dije mirando el pequeño presente en mis manos.

—Qué bueno que te haya gustado. Eso me dice que eres una persona de gustos sencillos, ¿no es así? —preguntó.

—Sí —sonreí. —Es verdad. Cualquier cosa que me regalen me fascina. Más que nada me importa el gesto de la otra persona, no el regalo en sí —respondí con agrado.

No me respondió, sólo me miraba. Me miraba con gran intensidad. Supongo que cuando no se pueden decir las cosas, las miradas lo dicen todo.

                              ***

Pasaron cuatro meses desde ese encuentro. Cuatro meses de muchas emociones y actividades. En las vacaciones de verano veía a Juliane sólo los días sábados en el movimiento. Cada vez me hacía más cercana a la gente que asistía a los círculos y en especial a la familia de mi orientadora.

Cada día aceptaba la terrible idea de que me había enamorado completamente. Me enamoré de ella y aún busco de tantas razones, cual fue la primera que me hizo caer. No sé si fue la facilidad de hacerme sentir bien o de la manera en que me hablaba.

Aunque, ella no lo sabía y tampoco pensaba en decírselo. Me mata la idea de que lo sepa y se eleje. Con tan solo pensarlo me aterra. Y por culpa del miedo dejaré pasar ésta oportunidad. Todos los que una vez se han enamorado de lo imposible me entenderan. Entenderán el hecho de amar sin decirlo. De sentir sin la necesidad de tocar y a veces pienso que es la mejor forma de amar; un amor sincero, valiente, que va más allá de lo carnal, más allá de lo divino. Un amor real.

Cuando nuestras miradas se cruzaban en el círculo sentía que ella podía notar mi nerviosismo. Podía notar el deseo en mi mirada. El anhelo de sentirla cerca de mí. Pero aún así, nunca me dijo nada.

Cada vez que la veía cerca de Alex una parte de mí corazón se rompía, a veces cerraba los ojos y me imaginaba yo con ella. Yo abrazándola. Yo besándola y haciendola mía. Pero cuando los abría volvía a la horrible realidad: de que sólo eran fantasías mías. Que quizás nunca o algún día las saciaria.

Con el paso de los meses me di cuenta que Juliane era una mujer fantástica. Quizás esa fue la primera razón que me hizo perder la cordura por ella, es que maldición, ¿quién no perdería la razón por ella? A su lado el tiempo pasaba rápido, las horas se volvían segundos. Su risa, la manera en que sus ojos se achinaban cuando reía a carcajadas. La manera de responder con una risa nerviosa cuando algo le incomodaba. Su forma de ser, tan atenta en ayudar al prójimo. Siempre tan gentil y amable. Su sabiduría que me volvía loca, cada vez aprendía algo nuevo cerca de ella. Su inteligencia y cautela en decir las cosas. Me gusta que mis días sean grises, porque así ella los puede colorear como se le antoje. Su presencia en mis ratos de ansiedad e intranquilidad. El tono de su voz, que no igualaba a nadie. El equilibrio de sus emociones. Su inteligencia emocional que siempre ponía en práctica. El arte de su mirada, que perpetuamente intentaba decirme algo. La facilidad de tomarse las cosas. Sus secretos y miedos. Simplemente ella era inigualable; nadie podía compararla, y eso era lo que me mataba de Juliane: que era única.

Tenía miedo, nunca me había enamorado tan intensamente a mis dieciséis años. Nunca había amado de ésta forma. El miedo habitaba en mí por el simple hecho de que sabía que después de ella mi vida iba a cambiar radicalmente.

No obstante, me enamoré de algo vacio, me enamoré de algo que no existía, de algo abstracto, algo que no me convenía y nadie entendía. Me enamoré de algo y aunque me alejara su incomprensible belleza me atraía. Enamorarse de lo prohibido duele.

Me enamoré de ti en tan poco tiempo.

En una semana entraba al colegio y eso me alegraba. Con tan solo verla una vez al día por los pasillos me bastaba. Da igual si nos topabamos o no, con ver su silueta me era más que suficiente.

Éste año entraba a tercero de secundaria, penúltimo año para salir del colegio. Haré lo imposible para aprovechar éste año con Juliane. Da igual si termino perdiendo la cordura por ella, en éste momento ya nada me importaba. Me entregaré como nunca me he entregado antes. Y si algún día me arrepiento, pensaré en lo feliz que me hace, y el modo que me hace sentir el amor.

Será el mejor error que cometeré,

sin duda alguna.

Eras, Eres y Serás Siempre Tú (COMPLETADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora