Eras, Eres y Serás Siempre Tú (COMPLETADO)

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Hoy era lunes y tenía taller de mediación. Esperaba ver a Juliane allí ya que en todo el día no la he podido ver; seguramente está en su oficina intentando que nadie la note por su apariencia, debido a que cuando te ven débil no falta la persona que te llena de interrogatorios. Yo tampoco me he aparecido por su oficina para darle su espacio, porque siento que lo necesita bastante.

Contaba los minutos para que alguien del taller viniera por mí, pero entre más contaba, más lento se hacia el tiempo. Agarré el mal hábito de Juliane al morderse las uñas, realmente ésta situación me pone muy nerviosa, y más si no la he visto en lo que ha sido del día.

El golpe en la puerta llamó mi atención y el de todos mis compañeros, y un nudo en mi garganta se formó.

—Eleonor, puedes salir. Te esperan afuera —habló mi profesora de filosofía. Por fín llegó el momento más esperado. Me levanté lo más rápido posible de mi asiento para dirigirme a la puerta. Al salir de ésta me encontré con una Juliane que nunca había visto antes. Su aspecto cambió radicalmente. No tenía maquillaje y las bolsas formadas bajó sus ojos dejaban al descubierto que no había pegado ni un solo ojo en lo que cabe de la noche. Aun así me pareció la mujer más hermosa que he mirado. Intentó sonreir pero le fue imposible, con suerte tenía ganas para mantenerse en pie. Sentí una opresión en mi pecho y no hice nada más que abrazarla.

Al principio no correspondió, solamente apoyó su mentón en mi hombro derecho. Sin embargo, sin yo esperarlo, me abrazó tan intensamente que sentí cada parte de su ser. Luego de un largo silencio, sólo sintiéndonos de ese modo se separó de mí dando rienda suelta a sus palabras.

—Qué bueno verte Leo, no sabes lo insoportable que es mantenerse en ese lugar de cuatro paredes sólo para que no te vean. Me he tenido que aguantar para ir al baño en dos ocasiones —y por fín rió. Sin duda alguna, su risa era lo que más afecto tenía en mí.

—¿Cómo se siente? —pregunté con certeza. No quería aparentar lástima.

Dio un gran suspiro mirando el suelo. Y con esa acción, entendí que todo seguía igual. Que nada había cambiado, que el tormento seguía impregnado en ella.

—Siento muchas cosas, ¿sabes? —agarré sus manos para que supiera que contaba con mi apoyo, y ella al percatarse las acarició con sus dedos pulgares. —Siento pena, rabia y mucho rencor. Si supieras el motivo de nuestra separación, Leo, no te lo creerías —subió la vista a mis ojos.

Yo aún no tenía entendido el motivo de su ruptura. Juliane sólo me había contado que se había ido de la casa, pero nunca me dijo el por qué. No obstante, siento que ahora es la oportunidad para sacar toda la verdad.

—¿Cuál fue la causa de su separación? —pregunté intrigada. Sacó el teléfono de su bolsillo para verificar la hora. Se nos había olvidado por completo que teníamos un compromiso al cual asistir.

—Te prometo que te contaré todo, pero ahora debemos irnos a la biblioteca. Los demás alumnos nos están esperando —asentí con la cabeza y fui detrás de ella fijándome en su indispensable forma de caminar.

La hora y media de actividades en el taller hizo que mi orientadora se despejara un poco de sus pensamientos. Verla así nuevamente me hacía sentir bien y más si compartía su risa con otros estudiantes.

Al esperar que cada persona se retirara de la sala se me hizo eterno. Algunos se quedaban comentando lo que más le gustó de cada actividad o dando sus ideas para la próxima sesión. Mientras Juliane se encargaba de retirar a cada alumno de la biblioteca, aproveché el tiempo para enviarle un mensaje a Isabella avisándole que no iré almorzar con ella ésta vez. Así también comunicarle que vaya con las demás del grupo. Al guardar el teléfono vi como se acercaba a mí con una sonrisa ganadora. Me indicó que nos sentaramos en unos de los sillones que estaban a nuestro alrededor para estar más cómodas. Sin antes correr las cortinas que dividía la sala de juegos con la sala de lectura para que nadie nos interrumpiera.